Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

Tres siglos de epidemias endémicas

 

         Según la expansión geográfica que alcance un agente infeccioso hablamos de pandemia, epidemia o endemia. Pues bien, de esta última, Fuente de Piedra sabe bastante.

         Aunque al tratar las infecciones estacionales sufridas en Fuente de Piedra año tras año, durante siglos, hemos empleado el término epidemia, posiblemente hablaríamos con más propiedad si la llamásemos endemia, dado que sólo la sufrían los moradores del pueblo y no afectaba a las demás poblaciones vecinas, salvo en algún caso concreto y por razones obvias.

         Al margen de otras epidemias puntuales que se cobraron algunas vidas como la fiebre tifoidea en 1853, o el cólera morbo en 1885, etc., la más temida, la que anualmente solía hacer acto de presencia en el municipio era la provocada por las fiebres palúdicas, enfermedad también llamada malaria, y en aquel tiempo, de común conocida como fiebre de tercianas o cuartanas; definiéndose una u otra, en función de la duración e intermitencia de dichas fiebres.

         Dicho esto, todos sabemos que una de las joyas del pueblo, sin duda alguna, es la Laguna Salada. Pero en un pasado no muy lejano también fue su pesadilla: su característica endorreica hace que atrape las aguas de lluvia y escorrentía y las retenga hasta que en verano, generalmente, terminen evaporándose y tanto La Laguna como las charcas de las zonas inmediatas, en ese proceso de encharcamiento, estancamiento y desecación no dejan de ser zonas pantanosas, proclives a convertirse en focos de propagación del paludismo (palus=pantano) también llamada malaria (mal aire).

         Ya en otras notas hemos apuntado como las epidemias o endemias estuvieron a punto de hacer desaparecer el pueblo, lo cual no ocurrió en los municipios próximos, lo que viene a indicarnos la gravedad del problema que hasta hace poco más de un siglo han venido padeciendo sus moradores.

         Hay cierta tendencia a creer que las endémicas fiebres palúdicas sufridas durante siglos en el municipio tenían su origen en las estancadas aguas de la Fuente de la Piedra, pero eso no es del todo cierto como podremos comprobar más adelante. 

         No quitamos culpa alguna al estancamiento de las aguas del manantial de la Fuente de la Piedra provocado por la disminución de la capa freática a mediados del siglo XVIII, que dejó atarquinada la Plaza del Prado y la convirtió en el foco de propagación del paludismo más cercano a la población. De hecho, las epidemias de esos años fueron las más intensas y las que a punto estuvieron de hacer desaparecer el pueblo. Sobre este extremo no nos extendemos pues ya fue sobradamente documentado en otras notas. Ahora bien, dicho esto cabe preguntarse ¿Hubo epidemias con anterioridad a las del siglo XVIII? Si la respuesta es afirmativa habría que volver a preguntarse ¿Cuál era y dónde estaba el foco que las propagaba? La respuesta es bien clara: La Laguna Salada y las pequeñas lagunas que se formaban en sus inmediaciones. Nos atreveríamos a decir que la más peligrosa de todas ellas era la llamada Laguneta del Cerro del Palo, por su proximidad al pueblo.

         Si el municipio actual nacía en 1547, un siglo más tarde, hacia 1650, el canónigo doctoral Alonso García de Yegros en su Historia de la antigüedad y nobleza de la ciudad de Antequera decía refiriéndose a Fuente de Piedra, entonces arrabal de dicha ciudad:

«[…] y por cuanto es muy enfermo este lugar, por razón de los vapores de la Laguna salada que allí está, suele estar sin Cura, por no haber quien quiera serlo.»

         Esto nos da una idea de la situación en aquel momento, cuando las aguas de la Fuente de la Piedra no se quedaban estancadas y corrían con normalidad. Si damos un salto de 250 años en el tiempo, cuando ya hacía un siglo que las aguas estancadas del Prado habían sido saneadas, volvemos a leer en el acta capitular que recoge la sesión del pleno del 15 de octubre lo siguiente:

«[…] que se hicieran los trabajos necesarios tanto en el puente como canal con el fin de que cuando principie a llover no se encharque la Laguneta que sabido es de todos que tantos perjuicios ha traído al pueblo en años anteriores esas aguas corrompidas con las calenturas que se han desarrollado con las miasmas producidas por causas de estas, las expresadas aguas estancadas.»

         Y entre esas dos fechas, 1650 y 1910, vemos como la endemia de paludismo solía hacer acto de presencia con frecuencia, si bien es cierto que alcanzó su máxima gravedad cuando apoyada por las aguas estancadas en el Prado se multiplicó el número de víctimas, poniendo en peligro la propia existencia del municipio.

         Unas epidemias afortunadamente hoy desaparecidas, pero que desde el nacimiento del actual pueblo, y durante tres siglos no cesaron de cobrarse su tributo con la vida de vecinos de todas esas generaciones que vivieron en Fuente de Piedra hasta bien entrado el siglo XX.

         Quizá por todo lo sufrido, Fuente de Piedra, sobre pandemias, epidemias o endemias, es posible que sepa ─aunque sólo sea un poco─, de qué va la cosa esta del coronavirus.

Francisco Muñoz Hidalgo

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