Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

 

Litigios y Sanciones

 

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LA ALCALDÍA VILLAFONTENSE

Y LA

COMANDANCIA DE RESGUARDO DE LA SAL

(Un pulso entre autoridades)

El enfrentamiento casi permanente entre el alcalde de turno y el comandante del Resguardo venía provocado por los continuos e insistentes asaltos que La Laguna sufría para extraerle la sal. Siendo este el fondo de la cuestión, tanto una autoridad como otra se valió de argumentos puntuales para denunciar y desacreditar al contrario. Las consecuencias más duras solían recaer en el responsable de la custodia de la sal de La Laguna, que terminaba siendo destituido del cargo.

Por parte del Resguardo no dejaba de repetirse la misma queja: «la máxima autoridad civil no cooperaba lo suficiente para evitar los asaltos»,  lo que ponía en riesgo su propio destino. La mínima incidencia detectada era denunciada, tanto por una como por la otra parte, entrando en una espiral de denuncias, muchas de ellas falsas o sin base en que sustentarlas.

Ciertamente, la Alcaldía, en cada uno de los momentos que pasamos a detallar, pone de manifiesto con su actitud la falta de celo en evitar en la medida de sus posibilidades los asaltos a La Laguna. En otra parte hemos visto como ante los cambios políticos revolucionarios, la primera medida que se adopta es dar vía libre al vecindario para el acopio de sal, sin límite de cantidad, o empleo a que se destinara; bien consumo personal o comercio y venta. También veremos como cuando son apresados por estos asaltos algunos vecinos del pueblo, el alcalde no tarda en ponerlos en libertad. La percepción que se tiene en la Administración de Rentas del Estado es la de que todo el pueblo está involucrado en los asaltos. Al respecto, en 1855, la administración de Rentas de la comarca decía:

«[sic] que la sal es un artículo indispensable de consumo y que su gasto es diario, y sin embargo ni una sola libra se vende en el estanco de esa población, por lo que el fraude es conocido, se da desde el primero al último vecino”.[1]

«Desde el primero al último vecino». El administrador generalizaba, pues, abarcaba en su acusación a toda la población sin excepción, lo cual no deja de ser una imputación injusta e insostenible, si bien, también hemos de decir que no se alejaba mucho de la verdad.

Como ejemplo valga decir que el que fuera alcalde de la villa en 1826, D. Francisco Rosales Rojas, era denuncia por la Subdelegación de Rentas de Antequera

«[sic] por aprehensión de cuatro arrobas menos cuarto de sal, de la espuma, [Laguna ?] de dicho pueblo, provei en ella definitivo, por el que declarando el comiso de dicha sal y por suficiente pena la prisión sufrida por el referido, le condené en las costas con apercibimiento que de reincidir en lo sucesivo sería castigado con mayor rigor […]»    

Puesto en antecedente la situación y el ambiente que se respira, pasamos a una de las denuncias que traería graves consecuencias para el alcalde del momento. En 1849 fue acusado de permitir al regidor síndico del Ayuntamiento el abasto de carne picada por la viruela.[2] En sentido opuesto, el alcalde presentaba una denuncia acusando de ciertos abusos a D. Pedro Meseguer, comandante del Resguardo. El tema trascendió y ambas denuncias se volverían contra el alcalde D. Juan Pachón Pachón. Sin pérdida de tiempo, D. Pedro Meseguer, dolido de la acusación de que había sido objeto, lo puso en conocimiento de Intendencia de Málaga. En tanto que el alcalde se dirigió con dicha acusación a autoridad distinta de la que dependía D. Pedro, acusándole de ciertos abusos. Como primera medida se sancionó al alcalde con doscientos reales de vellón, al margen de tener que presentar pruebas de lo denunciado en la persona del tal Meseguer.[3] D. Juan Pachón pagó los 200 rs,[4] e intentó que el asunto cayese en olvido, pero no fue así. Si bien D. Juan tenía que presentarse en Málaga para dar cuenta del asunto Meseguer, le iba dando largas alegando encontrarse enfermo. El acusado, Sr. Meseguer, no cejó en su empeño de fastidiar al alcalde y el máximo responsable de Intendencia de Málaga remitía oficio al alcalde villafontense informándole que dado que su enfermedad se reducía a un fuerte catarro del que le constaba estaba mejor, se le esperaba en dicha Intendencia para proporcionar las pruebas de la acusación que había formulado contra el comandante del Resguardo Sr. Meseguer. ¿Quién informó al Intendente de la mejoría del alcalde? ¿El Sr. Meseguer?. Posiblemente, pues era el más interesado en salvar su honor, no cesando en su empeño hasta conseguirlo, con disgusto por parte de la máxima autoridad villafontense, que quedó en entredicho. 

         La rivalidad entre ambas autoridades continuará en los años sucesivos, sin que hubiese acontecimiento relevante hasta una década más tarde, en la que asistimos a otra confrontación. El alcalde denunciaba cier-tos abusos cometidos por los empleados de la comandancia del Resguardo de la Sal (a los que se llamaba dependientes), por disparar sin causa justifi-cada sus armas en el silencio de la noche.[5] Esto ocurría en 1861, siendo el denunciante el entonces alcalde D. José del Pozo Casado. La denuncia provocó el desplazamiento del sargento D. Antonio Domontes para instruir sumaria a los dependientes que cometieron la falta. En su defensa, D. José Ortega González, entonces comandante de Resguardo, alegaba que fue fruto de la embriaguez, pero en un despoblado y sin ánimo de hacer daño alguno.[6] La denuncia no gustó al comandante que no tardó en hacerlo saber por oficio al alcalde, D. José del Pozo Casado, oficio en el que, resumiendo, venía a decirle que se ocupase de sus asuntos y no metiese las narices en cosas que no eran de su incumbencia.

El mal ambiente estaba servido. El comandante no tardaría en desquitarse. Llegado el verano puso en guardia al sub-gobierno de Ante-quera sobre lo que se avecinaba, es decir, los asaltos a La Laguna para extraerle la sal. Y la autoridad antequerana no tardó en solicitar a D. José del Pozo que informase si los intereses de la Hacienda Pública estaban expuestos o había síntoma de estarlo.[7] El comandante le había tomado la medida al alcalde y, en parte, consiguió minimizar los asaltos a La Laguna que, por supuesto, siguieron produciéndose.

A finales de esa década, el relativo relax que había habido los años anteriores se acababa. Con la Revolución Gloriosa de 1868 y el inicio del Sexenio Democrático, el comandante no dejará pasar una. Fue una persecu-ción implacable que tuvo sus consecuencias. En mayo de 1869 la Comandancia capturaba a veintisiete vecinos que extraían sal y los trasladó a la Casa Panera, convertida en la cárcel del pueblo.[8] Llegada la noche, cuando el alcalde D. Juan Fernández Pachón regresó de sus  labores agrícolas y vio a sus vecinos allí encerrados, abrió las puertas del Pósito, también llamado Casa Panera, y les dejó en libertad. Pero el comandante del Resguardp no estaba dispuesto a permitir que el alcalde se saltase su autoridad y al instante puso los hechos en conocimiento del gobernador civil, que no tardó en intervenir para aclarar lo sucedido. Del expediente se deduce que la máxima autoridad local no dio importancia al asunto, pues informó que  «[…] Si los presos se habían fugado es porque la puerta no estaría bien cerrada”, dando por supuesto que nadie la había abierto. Se le instó a que averiguase  cuáles habían sido  los autores  del delito de extracción de sal,[9] bajo multa de diez escudos, equivalentes a unos 40 reales de vellón.

Entretanto, el comandante, D. Eleuterio Granados, cuyo nombre no olvidaría el alcalde, volvía a la carga y, dos días después, el 13 de mayo,  apresaba a otros catorce vecinos extrayendo sal. Los condujo de nuevo a la cárcel, pero esta vez solicitó del alcalde acuse de recibo de la entrega de los detenidos.[10]

D. Eleuterio Granados se tomó el cargo muy a pecho y dispuesto a no dejar pasar una. Se personó en los juzgados de Antequera con sus declaraciones, lo que motivó que de inmediato se le exigiese al alcalde que facilitase la lista de las personas que se habían fugado,[11] es decir, aquellos veintisiete vecinos que quedaron en libertad.

Difícil situación para el alcalde D. Juan Fernández Pachón, aunque no facilitó la lista solicitada aludiendo que los detenidos eran desconocidos. A su vez, de todo lo que venía ocurriendo, el vecindario había tomado nota y actuó con contundencia poniendo en jaque al comandante de Resguardo. Un numeroso grupo de vecinos bajó a La Laguna para extraer sal, pero bien armados y, en vista de ello, D. Eleuterio, no pudiendo hacer nada ante tal multitud, transmitió los hechos al Delegado Provincial de la Administra-ción de Hacienda Pública, que no tardó en contactar con el alcalde, al que culpaba de los hechos e instándole a averiguar  «[…] que clase de gente es la que se  presenta armada y en cuadrilla en la jurisdicción de su cargo».[12]

La presión iba en aumento. La autoridad malagueña no estaba dis-puesta a permitir desmanes tan escandalosos. Entendiendo que la seguridad y custodia de La Laguna corría a cargo de la Comandancia de Resguardo, finalmente responsabilizó de los hechos a D. Eleuterio, al que cesó en su puesto, nombrando a D. Blas Zabala, que quedaba advertido de lo ocurrido.

Tomando nota de los hechos, el nuevo comandante, D. Blas, aunque tardó en hacerlo, no dudó en dirigirse a la Alcaldía para hacer saber sus intenciones de evitar el fraude que de las sales se venía haciendo. El Sr. Zabala pensó que con la declaración de intenciones quedaba todo resuelto. Nada más lejos de la realidad. No habiéndose presentado oficialmente al alcalde, protocolo imprescindible tras su toma de posesión como testimonio de respeto hacia la  máxima autoridad villafontense, tardó dos semanas en hacerle llegar, por escrito, sus quejas e intenciones, creyendo que así quedaba todo arreglado. Volvía a equivocarse. Al día siguiente se dirigía a la Alcaldía, de nuevo por escrito, y no personalmente como lo habían hecho sus antecesores en el cargo de la Comandancia del Resguardo.

Una segunda misiva dirigida al alcalde denunciaba a varios depen-dientes que lo habían sido del Resguardo por hacer uso del uniforme inde-bidamente, poniendo en entredicho su nombre, por lo que solicitaba fuesen llamados a su presencia para proceder en consecuencia.[13] En estas circuns-tancias, obsesionado y celoso de su cometido, D. Blas Zabala consiguió:

«[…] aprehender 17 caballerías mayores y menores y dos carros con dos caballerías mayores, cada uno con varios bultos de sal que D. Blas Zabala tuvo que descargar en su casa alojamiento puesto que no había sitio en el estanco nacional».[14]

Continuó sus pesquisas dentro del pueblo hasta que pudo averiguar donde se ubicaban algunas de las viviendas en las que se almacenaba la sal y solicitó por escrito al alcalde que lo acompañase para reconocer las habitaciones.[15] Realizada la inspección en las viviendas de algunos vecinos se aprehendieron 80 quintales de sal que fueron incautados de inmediato y disueltos en el arroyo del pueblo.

La tensión entre la Comandancia de Resguardo de la Sal, de una parte, y el vecindario, cuya cabeza visible era el alcalde, fue en aumento, pero se verá frenada al año siguiente cuando una empresa privada se haga cargo de la explotación de la sal[16] y la Comandancia abandone la custodia de La Laguna.

 

 

[1] AMFP. Doc. de Sec. Año 1855, 28 de febrero, doc. N.º 96.

[2] AMFP. Doc. de Sec. Año 1849, doc. N.º 458.

[3] Ibidem. Año 1849, doc. N.º 443.

[4] Ibidem. Año 1849,  doc. N.º 451. En la factura de recepción figuran además de los 200 rs. de multa, 30 rs. por la venta de cierto número de cántaras de agua de la Fuente de la Piedra.

[5] AMFP. Doc. de Sec. Año 1861, doc. N.º 265.

[6] Ibidem. Año 1861, doc. N.º 264.

[7] Ibidem. Año 1864, doc. N.º 133.

[8] Ibidem. Año 1864, doc. N.º 470. Sobre la Casa Panera y su función, véase el capítulo: El Pósito, en el bloque temático Lugares con Historia.

[9] AMFP. Doc. de Sec. Año 1869, doc. N.º 467.

[10] Ibidem. Año 1869, doc. N.º 475.

[11] Ibidem. Año 1869, doc. N.º 478.

[12] Ibidem. Año 1869, doc. N.º 544.

[13] AMFP. Doc. de Sec. Año 1869, 27 de junio, doc. N.º 589.

[14] Ibidem. Año 1869, 21 de julio, doc. N.º 644.

[15] Ibidem. Año 1870, doc. N.º 2.

[16] Para ampliar datos consúltese la Crónica Histórica (Tomo IV)

 

 

 

Fragmento de Historia Temática Villafontense

Capítulo.-  Litigios y Sanciones

La Alcaldía villafontense y la

Comandancia de Resguardo de la Sal

Francisco Muñoz Hidalgo

(Obra en composición)

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