La revolución de 1854, conocida como La Vicalvarada, fue una sublevación militar y civil, que tuvo un fiel reflejo en Fuente de Piedra, dando
inicio al período conocido como Bienio Progresista.
Málaga se adhiere a ese movimiento el 19 de julio; Antequera le sigue los pasos. En Fuente de Piedra, D. Ramón Díaz Borrego,
entonces alcalde, ojo avizor, espera hasta el sábado 22 para pronunciarse. Pero en esos tres días se suceden graves incidentes, imparables dada la coyuntura creada. A saber: el día 20 es requerida la
presencia del destacamento de la Guardia Civil del municipio en la capital; ese mismo día lo es también en Antequera la del teniente de Carabineros D. Policarpo Asunción López, en funciones de
comandante del Resguardo de la Sal de la Laguna. Las ausencias de estos militares es un secreto a voces y los vecinos aprovechan la ocasión y acuden en considerable número a La Laguna, extrayendo
toda la sal que pueden, sin que nadie lo impida. Además, por lo que pudiese ocurrir, acuden acompañados de sus caballerías y armados hasta los dientes.
El sábado 22, D. Ramón, al frente de la Corporación pretende celebrar una sesión extraordinaria. Pero hace acto de presencia D.
Fernando Mansilla y Uribe, conde del Castillo de Tajo, seguido de un numeroso grupo de vecinos que aguarda en la calle Ancha, junto a la puerta del ayuntamiento, vitoreando el cambio político que se
avecina y que protagoniza el conde del Castillo de Tajo, siguiendo mandatos provinciales, como fueron la supresión del Ayuntamiento y la creación de un gobierno provisional.
Como las cosas tienen que cambiar de alguna manera, ahora a la Corporación se le llama Junta; al alcalde, presidente; al primer
teniente de alcalde, vicepresidente y a los concejales, vocales. De entrada ya ha habido un cambio, aunque sólo sea de nombres. La Junta provisional la componen: Fernando Mansilla y Uribe,
presidente, y los vocales Juan Fernández, Juan Pachón, Francisco del Pozo y Vicente Dorado. Antes de terminar el acto se suma a la sublevación el comandante del Resguardo de la Laguna Salada, D.
Policarpo Asunción, ajeno a lo que se le venía encima.
Una semana más tarde, tras celebrar elecciones, la Corporación municipal definitiva queda constituida con los vecinos electos Juan
Fernández Pachón, como alcalde-presidente, y concejales: Juan Pachón Fernández, Juan Jiménez Ruiz y José Navarro Velasco.
Pasados unos días, la Hacienda Pública provincial, pone el grito en el cielo. No recauda un solo real del impuesto de la sal. Pone
varias medidas urgentes para salvar la situación, pero no surten efecto y siete meses más tarde, en febrero de 1855, D. Agustín de Gálvez, Administrador General de la Hacienda Pública de la provincia
de Málaga se dirige al alcalde quejándose entre otras cosas que «desde el asalto a la Laguna el 20 de julio del pasado año no ha vuelto a venderse una sola fanega de sal en esa
población […] y no puede menos de conocerque la sal es un artículo indispensable de consumo y que su gasto es diario, y sin embargo ni una sola libra se vende en el
estanco de esa población, por lo que el fraude es conocido y se da desde el primero al último vecino»
No fueron pocas las acciones que se llevaron a cabo, entre ellas el registro domiciliario buscando depósitos de sal.
Durante los dos años del Bienio Progresista se encontraron algunos y de inmediato se trasladaba el mineral a la Casa Panera, o sea, el Pósito Municipal, (sita en el actual nº 12 de la calle Ancha,
antigua Escuela de Niños y hoy sede de los Servicios Sociales) y posteriormente, terminadas las diligencias se llevaba a la Plaza del Prado y en el arroyo de la fuente de la piedra se
disolvía, quedando así inutilizada.
Al parecer, al vecindario no le ocasionó mucho trastorno el que los depósitos de sal que les encontraron les fueran aprehendidos e
inutilizados. En La Laguna había más. Todo era cuestión de darse un paseo por allí.
La población villafontense venía de años atrás muy castigada. Las inundaciones de los años 1851 y 1852 que acabaron con las
cosechas de ambos años y la fuerte nevada de 1853 que quemó los olivos, eliminó el poco trabajo con que contaban los jornaleros; única salida: la extracción fraudulenta de sal. Por este motivo, la
Laguna fue continuamente asaltada hasta que a mediados de 1856 cambia el gobierno de la nación. En octubre vuelve Narváez y la Constitución de 1845. Atrás quedaba el Bienio Progresista ─que había
dado un pequeño respiro a la población más necesitada─, y se entraba en el llamado Bienio Moderado. Un bienio en el que Fuente de Piedra sufrirá la crisis de subsistencia más grave de toda su
historia. Pero ese tema lo dejamos para otro momento.