Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

 Los inicios de la Escuela Pública  

         Cuando en febrero de 1825 entra en vigor el Reglamento de Escuelas de Primeras Letras del Reino por el que se procedía al establecimiento de escuelas en las poblaciones con más de 50 habitantes, Fuente de Piedra  está enzarzada en el proceso de segregación de Antequera. Habrá que esperar a 1840 para tener las primeras noticias sobre este asunto, y lo será a través de una circular que la Comisión de Instrucción Primaria de la Provincia dirige a la Comisión Local, solicitando informase sobre el número de maestros con que contaba la localidad y si poseían titulación para ejercer el magisterio. La contestación fue corta y contundente. En el margen derecho de dicha circular aparece la respuesta en los siguientes términos: «D(i)cho con fecha 29, no hay ninguno (maestro) examinado ni sin examinar».

Por tanto, hasta 1840 Fuente de Piedra carece de maestro y escuela de instrucción pública, aunque sí la había privada. La situación del momento era la siguiente: 419 vecinos, de los cuales, entre hombres y niños sólo 20 sabían leer y escribir y de mujeres y niñas, leer y escribir 6 y sólo leer 15. Había dos escuelas privadas, una temporal, asistida por un vecino, D. Ramón Díaz y una escuela de miga, atendida por la maestra Dª Antonia Rosales. Ni D. Ramón ni Dª Antonia, tenían la titulación exigida para impartir clases como maestros de instrucción pública, aunque ejercían el magisterio a título personal cubriendo la carencia de profesores públicos, sin tener asignación presupuestaria municipal, y atendiendo a aquellos alumnos cuyos padres podían pagar la cuota que el maestro o maestra hubiesen estipulado; lo que en parte viene a indicarnos el alto índice de analfabetismo.

         Poco, por no decir nulo, fue el interés mostrado por la Corporación de crear al menos una escuela. Tanto es así que la Comisión Provincial no obteniendo ningún resultado trasladó el problema al gobernador civil que, mediante oficio dejó bien claro al alcalde su malestar. Entre otras cosas le decía:

«Habiéndoseme manifestado por la Comisión provincial de Instrucción Primaria que todos sus esfuerzos han sido hasta el presente infructuosos para ver establecida en ese pueblo una escuela de primeras letras y no pudiendo yo tolerar que por más tiempo continúe abandonado un ramo tan importante […] dándome parte de su resultado a la mayor posible brevedad, pues sólo así me evitarán el tener que llamar ante mi autoridad al presidente de ese Ayuntamiento a responder de la culpable morosidad que observa […]»

         Aprendida la lección, en septiembre de 1844 parecía haberse solucionado el problema al ser destinado al municipio un profesor. Fue el primero en debutar. Pero pasaban los días y el maestro no se presentaba. Más tarde se supo que había rehusado al puesto, si bien, se intentó solventar el problema proponiendo para el cargo a D. Rafael Aguirre Echevarría, de quien el pueblo tenía un buen concepto, tanto por su conducta moral y política como por sus conocimientos para desempeñar la función de maestro. La Junta Local de Instrucción Primaria lo admitió, comunicando al Jefe Político de la Provincia que el citado maestro no disponía de dinero para revalidarse, pero que lo obtendría si la superioridad daba su aprobación. Desconocemos si llegó a tomar posesión del cargo. Lo cierto es que ese mismo curso escolar cesó, o lo cesaron. A saber que ocurrió.

         Posiblemente toda la problemática de este asunto girara en torno a la financiación. Problema que se convirtió en endémico, pues las quejas de los titulares de la plaza no cesarán durante décadas teniendo que intervenir finalmente la autoridad malagueña de forma contundente, imponiendo incluso sanciones a la Alcaldía por desatender el abono de la cuantía que trimestralmente debía percibir el maestro y poner en peligro, por desatención, tan útil y prioritario asunto como es la educación de la juventud.

         En este contexto, al año siguiente, en 1846 fue propuesto maestro de Instrucción Primaria el vecino D. Ramón Díaz, del que diremos que fue un interesante personaje de la vida villafontense durante la segunda mitad del siglo XIX, ocupando cargos políticos ─no faltos de polémica─, como regidor-sindico, concejal y alcalde en varias legislaturas, además de profesor de Instrucción Primeria que es el tema que ahora nos ocupa e interesa.

         D. Ramón debía abrir el curso 1846-1847. Había sido regidor-síndico (concejal) tres años antes, en 1843, y volvía a la política en calidad de concejal precisamente ese año de 1846. Como persona más instruida respecto de los demás políticos que le rodeaban debió percatarse que en los presupuestos confeccionados por la Corporación anterior y aprobados por el Jefe Superior Político de la Provincia, no había sido asignada cantidad alguna para el desempeño del magisterio que él debía ejercer. Advertida esta anomalía, el alcalde, a la sazón D. Diego León Jiménez, lo trasladaba a la autoridad malagueña mediante oficio en el que decía «[sic] Habiendo recibido el Presupuesto Municipal del presente año aprobado por V.E. en 30 de Julio anterior ha observado este Ayuntamiento de mi Presidencia no viene fijada la asignación al Maestro de 1as Letras como V.E. manifestó […]».  El alcalde paralizó la recaudación prevista en el repartimiento que sobre dicho presupuesto se había hecho, hasta que la superioridad solucionase el error y actualizase el impuesto a cobrar ese año.

         Recapitulemos: en los inicios de la escuela pública villafontense nos encontramos con la desidia de la autoridad municipal para acometer el tema, un primer maestro que no se presenta; el que le sustituye carece de titulación y en el presupuesto para el año siguiente no se contempla el sueldo que ha de percibir el nuevo maestro, que tampoco está titulado. Estos fueron los primeros problemas que hubo que sortear, pero no los únicos. En años posteriores asistimos a situaciones a veces tan lamentables que, en la distancia del tiempo, no sabemos si romper a reír o a llorar. Sobre ellas volveremos en otro momento porque, en materia de educación, la historia es larga.

Francisco Muñoz Hidalgo

 

 

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