Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

Aventuras y desventuras de la Laguna Salada (III)

1870-1880: La Sociedad francesa y la problemática social

         La Société civile française des Terrains et Salines de Fuente-Piedra se hacía cargo de la Laguna en 1870 con el objetivo de desecar el vaso lacustre. Decíamos en una nota anterior que el recorrido que hizo durante la década que duró su gestión no fue un camino de rosas. Desde el primer momento empezaron los problemas y los hubo de todo tipo: económico, judicial, administrativo, político, social, y puede que alguno más.

         Si la situación económica fue la que determinó la quiebra de la compañía, a ésta situación se llegó debido a varios factores, entre ellos, la frágil situación política de esa década protagonizada por continuos sobresaltos (reinado de Amadeo de Saboya, I República Española, golpe de Estado del general Pavía, etc.), las continuas huelgas y revueltas, y la propia incompetencia de la compañía. Todo ello la abocó al fracaso.

         El factor social fue determinante en el rumbo que la gestión de la Société tomó. Se sucedieron muchas revueltas sociales animadas por los cabecillas más radicales del numeroso grupo de obreros que la compañía contrataba en las obras de desecación.

         En 1874, cuando dicha obra ya debía estar acabada, pues el plazo de ejecución era de 3 años (1870-1873), aún no se había empezado la construcción del túnel y canal de desagüe que atravesando tierras de La Rábita debía poner en comunicación el vaso lagunar con el arroyo de Las Tinajas. En uno de los documentos leemos:

«[…] Debiendo continuar los trabajos del desagüe de la Laguna Salada y principalmente en la construcción del túnel situado en las tierras del cortijo de La Rabita […] necesito hacer la adquisición de obreros en número considerable de 200 á 500 hombres, según lo exijan las operaciones […]»

Conseguir tan elevado número de obreros no fue un problema; el problema lo planteaba el tener reunidos medio millar de trabajadores insatisfechos moral y laboralmente, y acaudillados por unos pocos radicales que de continuo animaban al amotinamiento. Durante 1873-1874, fueron varios los levantamientos que se produjeron,  de los que ya dimos cuenta en otra nota al tratar la Primera República. Estas huelgas y desórdenes perjudicaban notablemente a la empresa de desecación, pues se pudo demostrar que todas ellas, aunque se manifestaban en el municipio, las protagonizaban los trabajadores que la empresa concesionaria tenía contratados para los trabajos de desecación y apaleo de las sales.

Cuando en enero de 1874, tras el golpe de Estado del general Pavía el entonces alcalde de Fuente de Piedra, D. Francisco Calle Ruiz, recibe la orden de detener a los perturbadores, gentes de mal vivir, republicanos cantonales, carlistas de acción, etc., sin dudarlo pone el ojo en los trabajadores de La Laguna.

Si la cuerda ya estaba tensa, más la pondría el ingeniero encargado de los trabajos de desecación, Sr. Mevallier, que no encontró otro momento más idóneo para cambiar el horario de siesta que en plena crisis socio-política, lo que sirvió de excusa para promover otra revuelta, pues, aun respetando de nuevo las horas de siesta, la revuelta continuó. Al respecto el citado ingeniero declaraba:

«[…] que continua el descontento y que hay operarios que se imponen á los que desean trabajar.»

Como resultado de todo ello, el motín estaba servido. En víspera de las fiestas patronales, el día 6, el alcalde recibía a los obreros amotinados, teniendo que solicitar de la Comandancia Militar 20 hombres armados para reprimir el tumulto. Sofocada la revuelta los problemas continuaron con el consiguiente perjuicio para la sociedad gala.

Un mes más tarde, en octubre de 1874 tiene lugar otro incidente entre los obreros de La Laguna. Los trabajadores no cobraron su paga el 1 de octubre y además tuvieron conocimiento de que habiendo prestado el mismo servicio en el apaleo de las sales, a unos se les pagaba a razón de 8 reales, a otros a 7 e incluso a 6 a algunos. Las quejas las volvía a recibir el alcalde que tuvo que intervenir para evitar que se alterase el orden público como ya había ocurrido un mes antes.

Años más tarde se producirá el hundimiento del túnel de La Rábita y aunque carecemos de pruebas que podamos aportar, si diremos que en aquel tiempo, de viva voz se culpaba del mismo a los hortelanos que, más al sur, regaban sus predios con las aguas del arroyo de Las Tinajas. Agua que empezaban a bajar salada arruinándole sus campos. Los franceses desistieron de reparar el túnel y unos meses más tarde la Société se declaraba en quiebra.  

El problema social sólo fue una de las muchas espinas que tuvo aquel «camino de rosas» que D. Fulgencio augurara para su empresa. De las otras espinas daremos cuenta en otro momento.

Francisco Muñoz Hidalgo

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