Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

 

Litigios y Sanciones

 

1

 

LA REVOLUCIÓN DE 1840

(La  Revolución del Disgusto)

Fuente la Piedra se segrega de Antequera en una época convulsa, coincidiendo con el paso del Antiguo al Nuevo Régimen, una época carga-da de revoluciones, y partidos políticos que perdían el decoro en sus enfrentamientos, con una monarquía cuestionada y un ejército que, cuando no tenía que sofocar levantamientos independentistas de las colonias de ultramar, se amotinaba en los cuarteles contra el poder vigente. Por su parte, tampoco faltó la prensa que aportó su granito de arena. Todo ello en plena época romántica.

Fuente de Piedra es un fiel reflejo de la política nacional. En este tema analizamos las actuaciones, denuncias y enfrentamientos más virulen-tos, empleados por las distintas opciones políticas,[1] y algún que otro orga-nismo, contra el poder municipal del momento. Se dan situaciones de denuncias falsas que el tiempo se encargará de aclarar. Pero al instante, los errores provocados por ignorancia u omisión son aprovechados para arremeter de forma contundente, con claro interés partidista del que ejerce la oposición. Así la situación, no es de extrañar que la mirada siempre estu-viese puesta sobre quien ostenta el gobierno municipal. Si la segregación se inicia en 1820 de manera lenta y culminará en 1835, pocos años habrían de pasar para que surgiesen los primeros choques entre los gobernantes muni-cipales y la oposición, o el enfrentamiento y choque con otras instituciones, como ocurrió en 1840 con la Junta Constitucional de Defensa de Anteque-ra, que pasamos a detallar.

         En 1840 terminaba la primera guerra carlista con el llamado «Abrazo de Vergara» entre los generales Espartero y Maroto. El prestigio militar y político de Espartero se acrecentó y los progresistas se fueron agrupando a su alrededor. A su vez, la reina María Cristina iba perdiendo el apoyo de los liberales que se habían mantenido al lado de la Regente ante el miedo al carlismo, pero una vez superado ese peligro, conscientes del escaso compromiso de la Regente con el liberalismo, fueron distanciándose de ella. En esta situación, María Cristina se refugia en Francia y Espartero se convierte en el Regente del Reino. Desde primeros de septiembre de ese año estallaron revueltas progresistas en todos los rincones  de  España  y se formaron «Juntas Revolucionarias» que desafiaron la autoridad del gobierno.

         Ese año de 1840, Fuente de Piedra, podríamos decir que, como entidad municipal independiente recién segregada de Antequera, estaba en pañales; carecía de infraestructura y experiencia municipal. Cierto que había triplicado con creces su población en los últimos años y experi-mentado un considerable avance económico en todos los sentidos, respecto de los años anteriores, pero en diplomacia y gestión administrativa no había madurado. La Corporación municipal la integraba en esos momentos el alcalde presidente, D. Juan Ruiz Requena; D. Diego Heras Pacheco, primer teniente de alcalde; D. José Díaz Cano, segundo teniente de alcalde y D. José Navarro Velasco, regidor-síndico y, en funciones de secretario munici-pal, D. José Fernández, único de todos ellos que sabía leer y escribir. En esta situación y contexto histórico ocurrieron los siguientes hechos:

         La mañana del 7 de septiembre se crea en Antequera la Junta Constitucional de Defensa, que quedó bajo el mando del Conde de la  Camorra.[2] Días más tarde, el 16, dicha Junta acordó movilizar a todos los nacionales solteros y viudos sin hijos que no estuviesen discapacitados, dando un plazo de 24 horas para que se presentasen ante la comisión que se había establecido en Antequera, en la propia casa del Conde de la Camorra. A su vez, mediante oficio, el propio conde solicitaba al alcalde villafontense que facilitase noticia de los movilizados en Fuente de Piedra, advirtiéndole que pasarían a engrosar su batallón y no admitiría negligencia ni morosidad en ese servicio.[3] La Corporación informó que en el municipio solo había tres solteros,[4] lo que induce a pensar que fueron los únicos movilizados.

         La situación que se vivía llevaba aparejada movimiento de tropas y bagajes de un lugar a otro, de forma que el 30 de septiembre, pasadas las diez de la noche, el alcalde recibía un oficio de la alcaldía antequerana en el que prevenía que para las dos de la tarde del día siguiente se tuviesen dispuestas 15 caballerías mayores y 15 menores para el transporte de los equipajes de la llamada Columna de Málaga.[5]

         En contestación a esa petición, el alcalde D. Juan Ruiz informaba al presidente y vocales de la Junta de Defensa de Antequera que no tenía obligación de auxiliar a dicha columna alegando cierta reglamentación vigente y que aunque para no perjudicar el traslado de la columna había procedido al embargo de 12 caballerías mayores y 12 menores, citándolas para las diez de la mañana del día 1 de octubre, estas no se habían presen-tado.[6]

         La respuesta de la Junta llegaba el 21 de octubre y desmontaba los argumentos esgrimidos por D. Juan Ruiz al estar basados en una reglamen-tación obsoleta, para sorpresa tanto del alcalde como del resto de la Corpo-ración municipal que, según iba leyendo el oficio recibido el secretario D. José Fernández, pues ninguno de los miembros de la Corporación sabía leer, se fue tornando en disgusto y preocupación cuando atentamente escu-chaban de boca del secretario:

«Adquiridos los oportunos informes acerca de cuanto V. manifestó a esta Junta por su oficio de 1º del actual, relativo al embargo que le fue hecho para el regreso de la Columna expedicionaria de Málaga, quedan por ellos desvanecidos los fundamentos en que V. se apoya por cuanto estando prevenido por la Excma. Diputación Provincial que los pueblos de este partido auxilien a esta Ciudad en dicho servicio, no cabe duda que el citado embargo fue bien hecho mucho más cuando por el restablecimiento de las instituciones liberales quedó sin efecto en esta parte el itinerario que V. cita, por todo lo cual, y consiguiente a lo que se ha expuesto a esta Junta, ha acordado la misma imponer a V. mancomunadamente con el Ayuntamiento de su Presidencia la multa de doscientos cincuenta reales por su consumada e indebida desobediencia no concurriendo con el mencionado embargo de tan imperiosa necesidad y urgencia, y además veinte reales por cada una de las treinta caballerías que faltaron cuyas multas pondrán en poder de esta Junta en el preciso e invariable término de veinte y cuatro horas para destinar la primera al equipo y armamentos de la Milicia Ciudadana y la de las caballerías para subsanar a los vecinos que forzosamente cubrieron este servicio, las cuales podrá a su tiempo exigir V. de los inobedientes, en la inteligencia que […]»[7]

         El presidente de la Junta Constitucional de Defensa de Antequera, conde de La Camorra, no se anduvo con rodeos, fue directo al grano y dio un plazo de 24 horas para efectuar su abono, y en caso contrario, amena-zaba, diciendo:

«[…] de no dar exacto cumplimiento a esta disposición, pasará inmediatamente una columna de fuerza armada a costa de ese Ayuntamiento hasta que se verifique; extrañando mucho esta Junta que esa Corporación haya dado margen con su falta a entorpecer un servicio de suyo recomendable, por cuanto se destinaba a auxiliar a una Columna que protegió y decidió el pronunciamiento de las Andalucías

         Dios Guarde a V. m. a.

         Antequera, 21 octubre 1840

                   Presidente

         Conde de la Camorra»[8]

         En resumen: Por desobediencia, multa de 250 reales y por no haber embargado las 30 caballerías solicitadas, sanción de 20 reales por cada una de ellas, lo que supuso un incremento de otros 600 reales. El montante total de la sanción ascendió a 850 reales; cantidad considerable en el tiempo que tratamos.     

         Cabe preguntarse ¿si el alcalde y ninguno de los concejales sabían leer ni escribir, quién les aconsejó no atender el auxilio a la columna de Málaga? Se podría sospechar que fue el secretario, pero no podemos afirmarlo. Lo que sí podríamos asegurar es que tanto el alcalde como el resto de su Corporación aprendieron la lección y tardarían en olvidar aquella revolución conocida como Revolución de 1840, pero que para ellos fue la Revolución del Disgusto.

 

 

[1] Las opciones se reducían a dos grandes bloques, el conservador y el progresista.

[2] AMFP. Doc. de Sec. Año 1840, doc. N.º 441 y 442, oficio y Corresp. Oficial. Año 1840, 10 de septiembre, doc. N.º 1791 y 1792.

[3] AMFP. Doc. de Sec. Año 1840, doc. N.º 443 y 444, oficio.

[4] Ibidem. Año 1840, doc. N.º 332 (anotación marginal).

[5] AMFP. Corresp. Oficial. Año 1840, 30 de septiembre, doc. N.º 1775 y 1776.

[6] AMFP. Doc. de Sec. Año 1840, doc. N.º 463 y 464.

[7] Ibidem. Año 1840, doc. N.º 439 y 440, oficio y Corresp. Oficial. Año 1840, 21 de octubre, doc. N.º 1787 y 1788.

[8] Ibídem. 

Fragmento de Historia Temática Villafontense

Capítulo.-  Litigios y Sanciones

La Revolución de 1840

Francisco Muñoz Hidalgo

(Obra en composición)

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