Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

De Pedanía a Municipio

 

7

 

EL PATRIMONIO PERDIDO

   

Cada pueblo tiene su historia. Entre los muchos testimonios que lo avalan están ciertos edificios de notable calidad arquitectónica y algún que otro mérito artístico que soportaron el paso del tiempo y fueron testigos tanto de momentos grandiosos como de actos vergonzosos. Esos edificios forman parte del patrimonio histórico. Se recibe de generaciones anteriores y se entrega a las venideras.

Fuente de Piedra también tuvo su patrimonio. Pasamos a justificar esta aseveración haciendo memoria histórica.

Año 1959, mañana limpia y clara de mayo: cuatro hombres se aproximan a la Fuente de la Piedra, trepan hasta el pináculo y a golpes de pico y maza van desmontando los ya de por sí maltrechos sillares. En su caída golpean el pilar que sufre las consecuencias de los impactos. Finalmente, el conjunto es enterrado. A la Fuente de la Piedra se la ha tragado la tierra.

Los que llevan a efecto dicha acción son simples obreros asalariados; los que lo ordenaron, ignorantes incapaces de ver el alcance de sus decisiones, zafios, totalmente convencidos de actuar rectamente y ajenos e inconscientes de haber tomado una desafortunada y negligente decisión: enterrar el símbolo del pueblo, su raíz, la que le dio razón de ser y origen, además de su propio nombre.

Este error se intentó subsanar tres décadas más tarde y en 1994 vuelve a la luz de nuevo, desplazada unos metros a poniente de su ubicación primitiva, con lo que se recupera el símbolo del municipio.

Diez años más tarde, otra mañana, el vecindario se encuentra con un templo parroquial que no reconoce: han tapado la Puerta del Perdón, retirado la verja, eliminado el murete que la sostiene y el pequeño jardín que encierra.

En el interior se ha tapado el camarín del altar mayor, retiradas las molduras y las imágenes de las repisas de ambos lados quedando una lisa pared. La patrona, bajada del camarín, es colocada sobre una peana a ras del suelo y, ubicada tras el evangelio. El amplio lienzo en que se ha convertido el altar mayor es ocupado por una imagen de Cristo Crucificado y más abajo,  el Sagrario, instalado en una pequeña hornacina abierta a sus pies.

         Estos cambios fueron producidos a mediados de los años 60, tras el Concilio Vaticano II y la interpretación de austeridad que proclamaba tomada al pie de la letra por el párroco de turno.

         Si tuviésemos que describir el estado en que quedó el altar mayor en esos momentos y la comparásemos con la descripción que 300 años antes hizo García de Yegros en su Historia de la antigüedad y nobleza de la ciudad de Antequera,[1] poca diferencia veríamos entre ellas. He aquí lo que diríamos de cómo quedó en la década de 1960:

«[…] es la Iglesia de tres naves, y en su altar mayor está el Sagrario; y tiene por encima un Crucifijo, y abajo, en el suelo, sobre peana en el lado del evangelio, Ntra. Sra. de las Virtudes”.

         Y tres siglos antes, hacia 1650, García de Yegros escribía:

«[…] es la Iglesia de una nave, y en su altar mayor está el Sagrario; y tiene dos altares colaterales; en el del lado del evangelio está un Crucifijo, y en el de la epístola, Ntra. Señora del Rosario, con su cofradía”.

A finales de aquella década de los 60, para completar la faena, a la fachada de ladrillo visto le dan una mano de cal hasta donde alcanzan las cañas.

Reconocido el error se procedió a desfacer entuertos y dos décadas más tarde se recupera el ladrillo visto en la fachada. En el interior se reabre el camarín y la patrona vuelve a ocuparlo, pero la Puerta del Perdón y el jardín delimitado por el murete sobre el que se eleva la verja se pierden definitivamente.

Pasan veinte años y otra clara mañana los vecinos se encuentran con una nueva sorpresa. La casería del marquesado ha desaparecido. En su lugar, un cartel reza: Venta de Solares y bajo esta leyenda, un número de teléfono. Otro error, salvo que este es irrecuperable.

Continuamos. Algo parecido le está ocurriendo al palacete del Conde del Castillo de Tajo, está desapareciendo por fases: primero se enajenó parte del patio donde se ubicaba el molino de aceite; segundo, le han mutilado el jardín; tercero, viendo el estado de deterioro en que se encuentra se deduce lo que se espera que ocurra. En intento de compra quedó en su día la pretensión de la Corporación.      

          De momento, una valla cerca un amplio espacio público para evitar que cuando caiga la torre provoque alguna desgracia. Después se dispondrá de un magnífico solar. Hoy, aunque su aspecto es lamentable, aún se puede contemplar.

 

[1] GARCÍA DE YEGROS, A. Historia de la antigüedad y nobleza de la ciudad de Antequera, Antequera: Imp. Tipografía El Siglo XX, 1915.pp. 406-407

 

Fragmento de “Historia Temática Villafontense”

Capítulo.- De Pedanía a Municipio:

El Patrimonio Perdido

Francisco Muñoz Hidalgo

(Obra en composición)

 

 

 

 

 

[1] Sobre este tema puede consularse el artículo titulado: En Busca del “Ara” Perdida.

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