Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

 

Servicios Públicos

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EL AGUA

Desde la más remota antigüedad, los pueblos siempre eligieron lugares próximos al agua para asentarse, por tanto, no es de extrañar que Fuente de la Piedra naciera junto a la “fuente” que le da nombre. Pero aún es más afortunada pues tuvo aguas de tres tipos: natural, medicinal y salada, lo que ha hecho de este municipio un pueblo singular y pionero, amén de imprimirle otras muchas connotaciones.

Singular lo es porque no conocemos otro que combine esos tres tipos de agua, y es pionero porque fue el primero en embotellar (o engarrafar, que viene a ser lo mismo) y comercializar el líquido. Y lo hizo mediante un procedimiento que, en esencia, no difería mucho del actual, pues ya llevaba su certificado de garantía y procedencia. Ambrosio de Morales, hace casi quinientos años, decía en su Crónica General de España:

“... el Cura sella los cántaros para que no puedan abrir sin sentirse y un Escribano toma nota de la persona, día mes y año en que se ha cogido (el agua) para evitar falsedad de dar otra por ella.”

El pueblo nació gracias a aquella  fuente que manaba agua medicinal y le dio su nombre. ¿De no haber existido aquel manantial hubiese nacido el pueblo donde hoy lo conocemos? Es una incógnita. Sin embargo, de lo que estamos seguros es que en 1547, año de su fundación, el agua determinó su ubicación, le dio nombre y supuso un pilar fundamental en su desarrollo económico.

 

     Y al hilo de lo que comentamos, otro puntal en la economía local fue el agua salada. Y es que el agua que atrapaba la Laguna, al contacto con el substrato hacía “crecer” la sal, y su extracción exigió una abundante mano de obra que alivió la economía de muchas familias.

No es de extrañar que a los villafontenses nos llamen los vecinos de los pueblos comarcanos “ranos”, término del que nos sentimos orgullosos.

Pero  si el agua trajo la vida, también el agua se la llevó. Desde mediados del siglo XVII a finales del XVIII la población desapareció casi por completo. Las epidemias, de las que ya hemos dado cuenta en el tema dedicado a ellas, diezmaron la población hasta hacerla casi desaparecer. Y sería el agua estancada en el Prado por falta de corriente la culpable de transmitir las fiebres de tercianas y cuartanas. A partir de 1819, levantado el ejido y saneado el Prado, continuarían las epidemias pero la culpa recaería en la laguneta del Cerro del Palo.

Afortunadamente, los avances sanitarios y una mayor higiene contribuyeron decisivamente a la erradicación de las persistentes epidemias que acosaban a la población.

El agua de la fuente, que era medicinal como ya hemos comentado ampliamente en otros capítulos, era el líquido que los villafontenses trasladaban a sus casas. Por tanto, las mozas tenían que bajar a la fuente a recogerla. Cierto que había quien tenía su propio pozo y se evitaba el transporte. Los que no, también tuvieron otra alternativa: comprarla al “aguaor” que la ofrecía por las calles, transportada en pipa, por un módico precio.

En 1963 llegaba el progreso, y con él la acometida de las aguas. D. Antonio Blanco empezó a agujerear el Cerro de la Virgen para instalar los depósitos y tuvo que desplazarlos para evitar una galería que se le abría a los pies. Los restos arqueológicos de culturas milenarias1 quedaban al descubierto. Descubríamos de esta guisa que teníamos un pasado más remoto de lo que sospechábamos. Pero en aquel momento las circunstancias aconsejaban olvidarse del pasado para afrontar el futuro. Las cúpulas de los depósitos se terminaron, el agua ascendió hasta ellos y con su presión invadió las casas del municipio.

La fuente no parecía tener ya sentido y, al igual que aquellos  restos arqueológicos, ambos permanecieron enterrados y olvidados durante más de una generación.

 

 

Fragmento de “Historia Temática Villafontense”

Capítulo.- SERVICIOS PÚBLICOS:

El Agua

Francisco Muñoz Hidalgo

(Obra en composición)

 

 

 

 

 

 

(1) Íbero-turdetana y romana.

 

 

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