Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

De Pedanía a Municipio

 

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EN BUSCA DEL "ARA" PERDIDA

     

Cuando tiene lugar un hecho memorable, es lógico que se quiera dejar memoria de ello a través de una lápida inscrita. Lo que no es recomendable es ir cambiando esas inscripciones de sitio, porque al final nunca se sabe a quién perteneció, dónde se ubicó inicialmente, qué sentido tuvo, qué motivó su traslado y para qué se colocó en otro lugar. Aunque en toda la Península encontramos estos cambios, lo cierto es que la comarca de Antequera se lleva la palma.[1]

Fuente de Piedra no iba a ser menos y, por tanto, nos trae de cabeza más de una lápida inscrita. Pero vamos a referirnos solo a una de ellas, la que se situó en la cabecera de la Fuente de la Piedra.

Cuando fueron desecadas las aguas en 1818, y levantada la fuente tras las epidemias de finales del siglo XVIII, para conmemorar el hecho se esculpió, un año más tarde, en 1819, una lápida que recordaba aquel evento y sus consecuencias.

Siete décadas más tarde, en 1884, se produjo otro evento: un terremoto dejó arruinado el templo parroquial con seria amenaza de derrumbe. Años más tarde, reconstruido el edificio, se procedió a su inauguración y se mandó inscribir otra lápida conmemorativa que fue colocada a la entrada del templo, a la derecha.

Hasta aquí todo va bien, pero a alguien se le debió ocurrir que había que compensar el otro lado del templo, el izquierdo,  buscando la simetría en la entrada a las naves, y presentar así un cancel más equilibrado.

Bien porque las arcas del Ayuntamiento no estuvieran muy saneadas, bien por premura de tiempo o razón de cualquier otra índole, lo cierto es que la solución momentánea consistió, como dice el refrán, en «desnudar  un santo para vestir otro». De este modo, se le arrancó a la fuente su lápida conmemorativa, aquella que se grabó en 1819, y se trasladó al templo, desapareciendo el horror vacui en el cancel.

Claro que la cosa no era tan sencilla. De hecho, la inscripción de la fuente dice en su primera línea Las aguas de esta fuente... Y dice de «esta», porque en ella misma se encontraba incrustada. En su nueva ubicación, es decir en la iglesia, debiera haber dicho: «Las aguas de la Fuente de la Piedra..”., sin embargo, ese trozo no se retocó, quedó intacto. Pero sí hubo que adaptar las dos últimas líneas para adecuarlas a las circunstancias, lo que provocó el deterioro de la inscripción original. Ese fue, y no otro, el motivo de los trozos borrados de la lápida. Nada hay de cierto en lo que, carente de fundamento y con posible interés partidista, se ha divulgado culpando de los desperfectos a la barbarie de los «rojos», de los que se dice que intentaron romperla. No deja de ser un rumor absurdo y ridículo. De haberlo querido no se hubiesen entretenido en leer y borrar trozos que no implican ideología alguna. De hecho, aún se leen frases que sí pudieron haber sido eliminadas y ahí permanecen. Por otra parte, si la intención hubiese sido hacerla desaparecer, con un fuerte golpe en el centro, asunto concluido. Y nada de esto ocurrió.

El arrancarle a la fuente su lápida conmemorativa provocó en esta una herida que había que solventar. De ahí que se escuadrara otra piedra de las mismas dimensiones y en las que solo se grabó en su parte inferior AÑO DE 1818. Se olvidaron que la lápida no se había inscrito, y así paso de una generación a otra hasta que en 1959 la fuente fue tragada por la tierra y, cuando tres décadas más tarde la tierra la devolvió, entre los cascotes apareció aquella lápida en blanco y nadie sabía por qué. Tampoco nadie lo preguntó. Lo cierto es que cuando se levantó la fuente actual, se colocó de nuevo para sorpresa de todo aquel que intenta leer algo en ella.

    La situación no ha mejorado. Con motivo del 450 aniversario de la fundación del pueblo (1547-1997), propusimos instalar una que recogiera el acontecimiento y sintetizara todo lo anterior empleando el formato y texto que más abajo reproducimos. La propuesta no prosperó.

Hasta la saciedad se ha repetido que el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla. Fuente de Piedra en ello tiene sobrada experiencia. Recordemos que  hace 2.000 años, un tal Lucio Postumio Satulio, a la sazón legionario romano, en agradecimiento por sanar de sus padecimientos, mandó colocar una inscripción resaltando la bondad del agua; los antequeranos se encargaron más tarde de arrancársela para colocarla en una fuente del hospital de la Concepción (a la que por cierto le volvió a ocurrir lo mismo, es decir, se la arrebataron también). Hoy desconocemos su paradero. Por fortuna, a la que se grabó en 1819 y le fue arrancada en 1891 para su traslado a la iglesia, le hemos podido seguir la pista. Creemos que este hecho no se volverá  a repetir, al menos de forma inmediata, sencillamente porque en la actualidad no tiene ninguna lápida, o mejor dicho, sí la tiene, lo que no tiene es, sentido, está  en blanco.

Hoy, cuando al contemplar la fuente los recuerdos nos remiten a los tiempos en que gozó de fama y esplendor, vemos que ni una mínima inscripción documenta su alcance histórico. Alcance que llegó a decir de ella: «Ut meritissimun primusque fons munus Hispaniae», que en castellano dice: La primera y más importante de todas las fuentes de España.  

Un manantial, una fuente que no solo dio razón de ser y origen al pueblo actual, también le dio su nombre: FUENTE DE PIEDRA.

 

 

[1] El 7 de mayo de 1595 reza en las actas del Cabildo antequerano cómo se tomó la decisión de recoger todas las inscripciones antiguas y esculturas de la ciudad y de los lugares comarcanos que habían ido apareciendo y que se encontraban la mayor parte de ellas en poder de particulares, con el fin de incrustarlas en el Arco de los Gigantes, «[…] para que no se pierda la memoria de la antigüedad y nobleza de la zona», decían.

 

 

Idea propia: Lápida propuesta hace años con motivo del 450 aniversario de la fundación

del pueblo y recuperación de la milenaria Fuente de la Piedra, que no llegó a materializarse

Fragmento de: Historia Temática Villafontense

Capítulo: Inscripciones Conmemorativas:

En busca del Ara perdida.

por Francisco Muñoz Hidalgo

(En composición)

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