Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA:

(1925-1930) Bajo el Directorio Civil de Primo de Rivera

         En una nota anterior tratamos la vida villafontense en la primera etapa de la dictadura de Miguel Primo de Rivera (1923-1925), conocida como Directorio Militar. Hoy abordamos la segunda etapa, llamada Directorio Civil  (1925-1930).

         Si mostrásemos en una gráfica el nivel de calidad de vida alcanzado en Fuente de Piedra en los años 1925-1930, y lo comparamos, por un lado con la situación anterior a 1923, por el otro, a la que se llegó al final de la II República, el trazo marcado no deja lugar a dudas; es incuestionable: Fuente de Piedra recibía un impulso en todos los aspectos que no se volvería a repetir hasta cuatro décadas más tarde. He aquí algunos de ellos.

         En lo que a obras públicas se refiere se dio asfalto y acerado de inmediato a las calles Obispo Spínola, Prado y Barrio Bajo (actuales, Iglesia, Pepín Acuñas y  Manuel de Falla) que, entonces, cuando llovía se convertían en un lodazal. Más tarde se arreglarían el resto de las que aún estaban  sin asfaltar.

         En la Plaza del Prado se reconstruyó la fuente pública; se separó mediante una verja la zona de recogida de agua y el abrevadero para las bestias; se enterró el arroyo que atravesaba la plaza, conduciendo el agua  mediante tubería y, al fondo, se hicieron unos lavaderos públicos. Se desmontaron dos casetas de venta de carne, se sembraron varios árboles que complementaron a los que ya había y se avisó a los vendedores del mercado de abastos que cada mañana ponían sus puestos allí, que se trasladaban a la zona sur de la Plaza, entre la calle El Castillo y el acceso a la fuente por su izquierda, quedando la Plaza convertida en un despejado paseo.

         En Industria y servicios nacía la fábrica de extracción de orujo y la fábrica de Jabones, y si la estación telegráfica fue cerrada, no se cejó en el empeño por reabrirla. A la par, la Compañía Telefónica instalaba una Central de Teléfonos en el nº 1 de la calle Peligro, hoy Pablo Picasso, siendo ésta su primera ubicación. También se reguló la parada y el servicio de taxi, hasta entonces inexistente y se abrió el primer surtidor de gasolina en La Cruz, en lo que hoy llamamos popularmente Las Cuatro Esquinas.

         En materia de Educación Primaria se dio un fuerte impulso. Se dotó a cada uno de los maestros (D. Remigio Rubio y Dª Lola Santiago) de un auxiliar que les ayudaba en cuantos asuntos se hacían necesarios, sin que el profesor tuviese que interrumpir sus clases; medida que resultó ser muy efectiva. Se estableció un exhaustivo control del alumnado, ordenando a la policía local, guardia civil y demás agentes del orden la obligación de denunciar a los padres o tutores de los niños que deambulasen por el municipio en horas lectivas, y a los profesores la Junta Local de Educación Primaria les exigió una relación semanal de faltas no justificadas. Esta medida conllevó tal aumento de alumnos a la escuela, que obligó al Ayuntamiento a comprar varios pupitres biplaza. Se hizo un importante desembolso en material escolar, y se adquirió a plazos un mueble biblioteca, repleto de libros para uso y disfrute del alumnado. Fue la primera biblioteca pública con que contó el municipio y, entretanto, la Junta Cultural de Extinción del Analfabetismo para cumplir su objetivo involucraba a todas las fuerzas vivas del pueblo: alcalde, concejales, secretario, funcionarios, administrador de Correos, médico, maestros, cura párroco, mayores contribuyentes, etc. y los resultados no se hicieron esperar.

         En lo que respecta a sanidad, una vez jubilado D. Emilio Serrano en 1915, la relajación que siguió trajo de nuevo al pueblo las epidemias de paludismo que D. Emilio había conseguido erradicar. Se atajó el problema desde el primer momento solicitando el auxilio de entidades locales y foráneas, como la fábrica de orujo y la Cía. de los FF.CC. Andaluces y vecinos pudientes del municipio con objeto de conseguir fondos para acometer el desagüe de la Laguneta del Cerro del Palo, principal culpable de las epidemias. Se trazó un amplio perímetro sobre la Laguneta y se prohibió que ganado y personas transitaran por él para evitar se destruyeran los arroyos de desagüe o pisasen los cientos de árboles que se sembraron en sus alrededores, aprovechando la recuperada Fiesta del Árbol, en la que participaban y se educaba a los escolares.

         No se cejó hasta haber vacunado absolutamente a toda la población contra la viruela y se prohibió y sancionó severamente a los que arrojaban aguas sucias, basuras, excrementos, o escupían en la vía pública. Con ello se evitaron muchas enfermedades y molestias a los vecinos y, por otra parte, oficialmente se creaban las plazas de profesora en partos y practicante.

         En lo Social hubo claroscuros. La dictadura suspendió las garantías constituciones y por tanto la libertad de reunión, asociación, etc. Como resultado de ello cesaron las huelgas, pasando la izquierda radical a la clandestinidad, en tanto que la izquierda moderada formaba parte de la Corporación nombrada por el delegado gubernativo del que dependía Fuente de Piedra, teniente coronel de infantería D. Ricardo Serrador Santés que con mano firme dirigió la política municipal a través de los ediles por él nombrados y apoyado en miembros del Somaten local, adscritos al partido Unión Patriótica, bajo el mando de un cabo.

         Sin embargo, pidiendo explicación sobre el motivo de emigración a Brasil de unas veinte familias entre los años 1920-1924 ─tres décadas antes el destino era Argentina─, se informó que era debido al paro forzoso a que se veían abocados los jornaleros, ya que, aún siendo muy extenso el término municipal y estar en producción toda la tierra, la mayor parte de ella pertenecía a grandes hacendados forasteros que no residían en el pueblo, al que sólo venían a cobrar sus rentas y además, los obreros que en sus tierras trabajaban eran forasteros también, lo que provocaba la ruina de los jornaleros locales, a los que no les quedaba otra opción que la emigración. Salvo la marquesa de Fuente de Piedra que residía en su palacete, el conde del Castillo de Tajo, el conde de Castillejo, la marquesa de la Vega, y algunos hacendados más, con título nobiliario, o sin él, tenían fijada su residencia en otros municipios. La respuesta no se hizo esperar: se prohibía contratar personas no empadronadas en el pueblo en tanto hubiese paro forzoso bajo fuertes multas que redundarían en la caja municipal y a beneficio de los jornaleros perjudicados, o sea, en paro. Fue una manera de combatir el caciquismo que Primo de Rivera quiso extirpar. Sabemos que no lo consiguió, pero en Fuente de Piedra, de forma radical, la emigración a América cesó de forma instantánea.

         Más cosas podríamos decir del Directorio Civil, pero eso sería alargar demasiado esta nota.

Francisco Muñoz Hidalgo

 

 

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