Ranos 54-55
Ranos 54-55

 

FUENTE DE PIEDRA

 

De Pedanía a Municipio

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SOBRE LITIGIOS Y SANCIONES

     Hasta principios del siglo XIX Fuente de Piedra había sido un arrabal dependiente de Antequera y por tal condición contó con alcaldes pedáneos. En 1788 lo eran D. Francisco León y D. Francisco Camacho.1 Posteriormente, en 1820, en plena época romántica, Fuente de Piedra se segrega y forma su propio Ayuntamiento, gobernado por una corporación a cuyo frente estarán el Alcalde,  el Primer Teniente de Alcalde, Segundo Teniente de Alcalde, un Síndico y cinco Regidores, que serán escogidos, periódicamente por el Jefe Político Provincial, entre los vecinos que cumplían los requisitos que en cada momento se exigían, como en principio lo fue el ser de los mayores contribuyentes y más tarde, además, saber leer y escribir. A algunos, la designación les llegaba por sorpresa y como les venía larga, no cesaban de presentar alegaciones para renunciar a "tan alta consideración"y "tan noble cargo".

Fuente la Piedra se segrega en una época convulsa, coincidiendo con el paso del Antiguo al Nuevo Régimen, cargada de revoluciones y partidos políticos que perdían el decoro en sus enfrentamientos, con una monarquía cuestionada, un ejército que cuando no tenía que sofocar el levantamiento independentista de las colonias de ultramar se amotinaba en los cuarteles contra el poder vigente y una prensa que también aportaba su granito de arena. Y como no podía ser de otra forma, los municipios eran un reflejo de la política nacional. Es por ello que, en este capítulo analizamos los enfrentamientos, denuncias y actuaciones más virulentas empleadas por las distintas opciones políticas municipales.2

En 1849 era elegido alcalde D. Ramón Díaz, que representaba a los conservadores en contraposición a D. Juan Fernández que encabezaba a los progresistas. Este último no encajó bien la derrota y desde entonces no dejó de atacar a su oponente por todos los frentes posibles. Con razón o sin ella, los años siguientes, 1850-51, están llenos de denuncias en las que los ataques personales son permanentes.

Y en medio de todo ello, el secretario del ayuntamiento, al que también se denunció, aunque infundadamente como se demostraría más tarde, pero que, como medida cautelar fue destituido, dejando el pueblo sin secretario hasta que resuelto el conflicto se le instó a que ocupase de nuevo su cargo al frente de la secretaría. Pero D. Antonio Cañero, que así se llamaba, viendo como estaba el paño, rehusó al puesto3 y provisionalmente lo ocupó D. Pedro Pachón Guerrero.4 Como la oposición no cesaba de incordiar sobre el asunto del secretario, la alarma volvió a saltar y D. Antonio Rabanal (representante del pueblo en Málaga) que no daba crédito a lo que ocurría, de inmediato se puso en contacto con D. Ramón Díaz, o sea, el alcalde, advirtiéndole de la responsabilidad que contraía si faltara el acta de nombramiento.5 El "asunto del secretario" fue exprimido al máximo hasta que intervino el Gobierno Civil y vistos los expedientes de los secretarios se publicó el anuncio de la vacante en el Boletín Oficial, autorizando a las autoridades municipales a nombrar hasta entonces a quien considerasen más conveniente.6

D. Ramón Díaz no sabía qué hacer ya con su oponente. Pidió de nuevo consejo al representante del pueblo en la capital, y el Sr. Rabanal, en nota confidencial le decía:

“Muy Sr. Mío: impuesto de todo lo que me dice sobre la Comisión se está en el caso de que el ayuntamiento o el comandante de la laguna le ponga una comunicación al Jefe,7 contándole la vida y la manera en que tiene alterada la población el amigo8 e imponerlo de todo ofreciendo á la vez pagar en un breve plazo, esta es mi opinión, si es que en ese pueblo ha de haber tranquilidad. Es cuanto puedo decirle suyo affmo q b s m.”9

A pesar de los problemas que la oposición, o mejor dicho D. Juan Fernández plateaba, D. Ramón Díaz salió elegido de nuevo como alcalde en las elecciones de 1851,10 con el consiguiente enfado y malestar para su oponente de la formación progresista, que seguía encabezada por D. Juan Fernández Pachón.

Ante esta situación y las perspectivas que se presentaban en los años venideros, D. Ramón, en un intento por no dejar cabos sueltos, no dudó en solicitar permiso para custodiar los caudales públicos de forma más efectiva de lo que hasta el momento se había venido haciendo. Para ello adquirió un arca con tres llaves para garantizar la seguridad de los fondos municipales. Por supuesto, los 80 reales que costó el arca fueron abonados con cargo al presupuesto municipal.11

Consecuencia de toda la tensión que se vivía y la problemática que se iba presentando y se alimentaba día a día, la política local era muy sensible a todo tipo de acción. El secretario y el alcalde tuvieron que acudir a Antequera para prestar declaración ante las denuncias que les presentaron.12

Sabido es que la alta política decimonónica fue intensa y no carente de anécdotas. Pues bien, la municipal villafontense tampoco careció de ellas. Los enfrentamientos eran continuos y este juego, a veces, resultaba peligroso. Al alcalde, D. Ramón Díaz, le incendiaron un almiar de paja y la cosecha de cebada de varias fanegas13 en las tierras que tenía en el sitio de Navarrete “tres hombres desconocidos”.14

¿Quién pegó fuego al almiar y la mies? Tres hombres desconocidos. Pero se citó a un vecino del pueblo para prestar declaración sobre este asunto,15 y al ser el alcalde el afectado, la comunicación llegó al ayuntamiento dirigida al teniente de alcalde; sin embargo, el vecino no llegaría a presentarse por estar ausente.16

Y estos problemas no sólo afectaban a los políticos, también a los funcionarios que de una manera u otra se veían inmersos en el ojo del huracán y dada la inestabilidad política de aquellos años, siempre se arremetía contra ellos por sus actuaciones durante el período desempeñado en el cargo con el oponente. Si a eso sumamos las “meteduras de pata”, sin intención previa, pero muy frecuentes en aquel tiempo, dada la poca preparación de los empleados, el resultado final no sorprende. Un caso similar le ocurría al secretario del ayuntamiento de Humilladero,17 que terminó con los pegujares que tenía en Fuente de Piedra embargados.18

La situación política era delicada y todo valía  para mantenerse u ocupar el poder. La más mínima nota discordante era denunciada. Así, en 1851 se denunciaba al alcalde por construirse una casa en un paraje próximo a la “fuente de la piedra”.19 Se habían construido otras muchas sin que nadie protestase. Pero se denunció al alcalde en el Gobierno Civil de Málaga que, terminó interviniendo para esclarecer el tema denunciado. Para ello, la autoridad malagueña dirigió la comunicación al teniente de alcalde, ya que el alcalde era otra vez el denunciado y por tanto estaba en el punto de mira. El caso fue sobreseído, pero la intención perseguida, o sea, incomodar a D. Ramón, alcalde reelegido, se consiguió.20  

Si bien hasta entonces para ser alcalde o concejal uno de los requisitos era ser uno de los mayores contribuyentes, aportando en impuestos más de 400 reales anuales, a partir de 1854, con la llegada del Bienio Liberal, la situación cambiaba sustancialmente. De ahí que se constituyera la Junta Directiva, cuyo presidente fue D. Fernando Mancilla y Uribe, Conde del Castillo de Tajo, que siguiendo los mandatos provinciales, suprimió el Ayuntamiento con vistas a recomponerlo a primeros de agosto con arreglo a las nuevas disposiciones que regían y por las que tenían derecho a ser electores y elegibles todos los vecinos que fuesen cabeza de familia.21 Y es que en esa época, llamada “la España de los caciques”, la alcaldía o incluso una concejalía no la podía ostentar cualquier vecino, pues, como hemos apuntado más arriba, requisito imprescindible era ser uno de los mayores contribuyentes. En cambio, lo de saber leer o escribir importaba menos. Pero con la llegada del Bienio Liberal la normativa cambió y cualquier vecino cabeza de familia podía concurrir como elector. De este modo, la “lista” de “posibles” padres del pueblo “podría” verse aumentada. En 1855 ya se pedía una lista en la que estuviesen todos los vecinos “adornados de las cualidades y requisitos necesarios22 para ser alcalde. Pero esa lista, en Fuente de Piedra no aumentó. Si bien desaparecía el requisito de mayores contribuyentes, aparecía otro que supuso un fuerte freno: saber leer y escribir.23

        En esta situación, en 1857, la corporación municipal fue suspendida de acuerdo al nuevo sistema organizativo que, si bien eliminaba muchas trabas, ponía otras como fue la destitución tanto del alcalde como del primer teniente de alcalde,24 en base a que habían desempeñado cargos sin interrupción desde 1854. En su lugar fueron nombrados: alcalde  José Navarro Velasco y primer teniente de alcalde Juan del Pozo Casado.25 Se levantó el acta del nombramiento,26 que cayó como un jarro de agua fría entre los elegidos que, sin comerlo ni beberlo, habían sido señalados para ocupar los respectivos cargos. No dudaron en presentar alegaciones para dar marcha atrás en su elección. Alegaron que no sabían ni leer ni escribir, condición precisa para desempeñar sus cometidos como ya hemos apuntado antes y cuyas características reunían en cambio los cesados.27 Ante tan innegable situación el gobernador civil de la provincia dio marcha atrás en un “alocado” cambio restituyendo a Juan Fernández Pachón y Juan Pachón Fernández a sus puestos de alcalde y teniente de alcalde respectivamente,28 quedando los destituidos como concejales junto con  Juan Gutiérrez.

El avance que supuso la normativa elaborada durante el Bienio Liberal, en tanto que permitía que cualquier cabeza de familia que supiese leer y escribir era apto para desempeñar las funciones de máxima autoridad municipal, quedó suprimido en 1857 con la llegada de Narváez al poder, que restableció el antiguo sistema,29 por el cual, en Fuente de Piedra  sólo podían ser elegidos de alcalde o concejales catorce personas de entre toda la población; y estos eran los catorce que, de entre todos los villafontenses, obtenían de sus rentas una base imponible que obligaba a contribuir con un impuesto superior a los 400 reales anuales, que más arriba apuntábamos.30 El resto de la población al no obtener tales beneficios les estaba negado ese derecho. La población no permaneció indiferente; se produjeron altercados en diversos puntos, que fueron sofocados y expulsados de sus lugares naturales  los que habían participado en los levantamientos. Una vez que las aguas volvieron a su cauce, se les permitió volver, pero fueron estrechamente vigilados para evitar que provocasen nuevos disturbios.31 En Fuente de Piedra, aunque se produjeron algunos altercados, estos fueron de escasa importancia.

De esta forma, al volver al antiguo sistema de elección, en 1858, volvían como alcalde y teniente de alcalde D. Juan Fernández Pachón y D. Juan Pachón Fernández, y concejales: D. José del Pozo Casado y D. Francisco Navarro Velasco junto con D. Francisco del Pozo Casado que continuaba.32

El enfrentamiento con la iglesia también fue una constante cuando accedían al poder los progresistas, dando lugar a una tirantez entre el cura párroco y la autoridad municipal, que se saldaba con desplantes en uno y otro sentido. Tanto es así que en 1866, D. Antonio Durán Jaramillo, a la sazón cura párroco informó que iba a celebrar a las 11  de la mañana en la Iglesia Parroquial de Ntra. Sra. de las Virtudes un “solemne Te Deum en acción de gracias al Todopoderoso, por el feliz alumbramiento de S. M. la Reina”, al que invitó a la ilustre corporación municipal, que no acudió.33

        Años más tarde, tras la caída del régimen isabelino y la llegada de “los espadones” las elecciones presagiaban ser duras y enconadas en la lucha por el poder. En Fuente de Piedra, como en tantos otros municipios los abusos y faltas cometidas en las elecciones de Diputados a Cortes fueron denunciados por algunos vecinos.34 Para dirimir el asunto se personó D. Gabriel Calafat y, consecuencia de todo ello se produjeron algunos  levantamientos.35 El Ayuntamiento fue disuelto, quedando reemplazados los ediles por  D. Juan Giménez Ruiz que encabezaba la lista como alcalde, Francisco del Pozo Casado, teniente de alcalde y Diego Pachón Guerrero, Francisco Rubio Santaella, Vicente Dorado Niebla, Juan Pachón Pachón y Rafael Prieto Aguilar, concejales.36

En 1873 se proclama la frágil Primera  República Española, no carente de incides y altercados en la gestión municipal.37 Tras su proclama se destituye al alcalde,38 que es sustituido por otro vecino por aclamación popular.39 Las diferencias y enfrentamientos con algunos vocales de la Comisión Republicana provocan el que los mismos que lo habían elevado al cargo lo levantaran de su asiento. De inmediato, la Comisión nombra otra nueva corporación municipal que cuenta con el apoyo de un considerable número de firmas.40

Pero la tensión del momento es demasiado grande y empiezan a suceder una serie de acontecimientos que tensan la cuerda hasta romperla. En enero se produce el golpe de Estado del general Pavía, hay algunas detenciones,41 se declaró el “estado de sitio”, un vecino de Humilladero es herido de un tiro, teniendo que intervenir las autoridades judiciales antequeranas,42 se vigilaba de forma concienzuda a los alborotadores43 que, por cierto,  estaban muy relacionados con la Laguna. La población pasaba por momentos difíciles; se mostraba nerviosa e inquieta, y el más mínimo motivo podía convertirse en excusa para provocar un amotinamiento. Y la excusa llegó de mano de la Sociedad de los Terrenos y Salinas de Fuente de Piedra cuando el ingeniero encargado de los trabajos44 cambió las horas de siesta --sin que sepamos a que razones atendía tal cambio--. Pero fue el pretexto para que varios operarios promoviesen un conflicto. La revuelta estaba servida y el día 6 el alcalde recibía a los obreros amotinados.45 El Comandante Militar, sin pérdida de tiempo, a través del telégrafo, solicitó de la alcaldía que se le informase de la fuerza necesaria para reprimir a los amotinados,46 y a las 8 de la noche, por el mismo conducto el alcalde solicitaba al menos veinte hombres armados para sofocar la rebelión.47 Y como ya hemos apuntado en otra parte, todo esto ocurría en 1874, año que Fuente de Piedra lo vivió políticamente muy intenso. El 3 de Enero se reunía la corporación en la Casa Capitular y acusaba al secretario48 de “barrenar” ciertas reglas, adoptándose en dicha sesión entre otras cosas, suspender de empleo y sueldo a los guardas rurales municipales, destituir al secretario y nombrar como interino al ciudadano Pedro Heras y de meritorio sin sueldo a D. Ramón Díaz. En esa sesión, obviamente, no se había presentado el secretario titular, es decir D. Francisco Andrade. Sin embargo, D. Juan Espinosa, hizo oídos sordos de los acuerdos49 y mandó hacer ejercicio a los guardas rurales destituidos. Por su parte, el alcalde ni acudía a las sesiones ordinarias, lo que obligó a la corporación a informar al Juzgado Municipal para que procediese en consecuencia.50 Informado de todo ello el gobernador militar de Málaga, ordenó formar nueva corporación municipal, dejando el asunto en manos del alcalde, que fue el encargado de nombrar a las personas que considerara más aptas. En principio todos estuvieron de acuerdo y el 13 de enero de 1874, Fuente de Piedra estrenaba ediles.51 Al día siguiente, el 14 de enero, constituido el nuevo Ayuntamiento, bajo la presidencia de D. Francisco Calle Ruiz, se acordó reunir a la corporación en sesión ordinaria todos los sábados, citando por papeletas a las sesiones extraordinarias que pudieran ocurrir.52

En marzo, calmadas las aguas, la corporación presidida por D. Francisco Calle, (Alcalde Popular),  tomó la determinación de nombrar de nuevo al secretario D. Francisco Andrade que, como hemos apuntado más arriba, había sido destituido.53 Se le llamó y aceptó reincorporarse al cargo,54 volviendo la vida política municipal casi a la normalidad.

Otro de los frentes fue el protagonizado entre el comandante de Resguardo de la Sal y el consistorio municipal, aunque más precisos seríamos si dijéramos entre el comandante y el Alcalde. Empezaron a denunciarse ciertos abusos cometidos por los empleados de Resguardo de Sales (a los que se llamaba dependientes), como el disparar sin causa justificada sus armas en el silencio de la noche,55 En su defensa salió D. José Ortega González, entonces Comandante de Resguardo alegando que fue debido a la embriaguez, pero en un despoblado y sin objeto de hacer daño alguno.56 La denuncia no sentó bien al comandante que poco tardó en desquitarse. Llegado el verano puso en guardia al sub-gobierno de Antequera sobre lo que se avecinaba, es decir, los asaltos a La Laguna para extraerle la sal. Consecuentemente, no se tardó en pedir información al alcalde sobre si los intereses de la Hacienda estaban expuestos o había síntomas de estarlo.57 Lo cierto es que el relativo relax que había habido los años anteriores se había acabado y, consecuencia de este conflicto, tras la Revolución Gloriosa de 1868 e inicio del Sexenio, el comandante no dejó pasar una. Se convirtió en una persecución, implacable. En mayo de 1869 la Comandancia capturó a veintisiete vecinos que extraían sal y los llevó a la “Casa Panera”, convertida en la cárcel del pueblo.58 Llegó la noche y cuando el alcalde vio a todos sus vecinos allí encerrados abrió las puertas del Pósito, también llamado Casa Panera y les dejó en libertad. Pero el comandante no estaba dispuesto a que nadie, ni tan siquiera el alcalde se riera de él, así es que lo puso en conocimiento del Gobernador Civil que no tardó en intentar aclarar los hechos. Se deduce del expediente que la máxima autoridad local se hizo el “loco” y, si los presos se habían fugado es porque la puerta no estaría bien cerrada, dando por supuesto que nadie la había abierto. Se le instó a que averiguase cuáles habían sido los autores del delito (de la extracción de sal) bajo una multa de diez escudos, que tenían un equivalente a unos 40 reales de vellón.59

Entretanto, el comandante, Eleuterio Granados, cuyo nombre no olvidaría el alcalde, volvía a la carga y, dos días después (13 de mayo), apresó a otros catorce vecinos extrayendo sal. Los condujo de nuevo a la cárcel y esta vez solicitó del Alcalde acuse de recibo de la entrega de los catorce vecinos.60

D. Eleuterio Granados se tomó el cargo a pecho y se personó en los juzgados de Antequera con sus declaraciones, lo que motivó que de inmediato se le exigiese al alcalde que facilitase la lista de las personas que se habían fugado,61 es decir, aquellos veintisiete vecinos de que venimos hablando.

Difícil situación para el alcalde, que no facilitó la lista solicitada aludiendo que eran desconocidos. Pero el pueblo ya había tomado nota de lo que estaba ocurriendo y puso en jaque al Comandante de Resguardo. Se pusieron a extraer sal, pero bien armados y, en vista de ello, D. Eleuterio manifestó de oficio al alcalde que había “un grupo considerable de paisanos armados extrayendo sal y ante cuyo número he tenido que permanecer impasible (...) averigüe que clase de gente es la que se  presenta armada y en cuadrilla en la jurisdicción de su cargo.”62

La presión como vemos era cada vez mayor y parece ser que las autoridad malagueña no estaban dispuestas a consentir tales escándalos. Debió considerar responsable de todo lo ocurrido a D. Eleuterio y lo cesó, nombrando en su lugar a D. Blas Zabala, que ya quedaba advertido de todo lo ocurrido. En consecuencia, éste no dudó en dirigirse a la alcaldía  para hacerle saber sus intenciones de evitar el fraude que de las sales se venía haciendo.

Blas Zabala pensó que con sus declaraciones estaba todo resuelto. Nada más lejos de la realidad. No llevaba una semana en el cargo cuando tuvo que dirigirse de nuevo a la alcaldía para quejarse. ¿Actuó el alcalde contra los citados individuos cuyos nombres les fueron facilitados por el Sr. Zabala? No creemos que el alcalde popular lo hiciese. Pero, sin su ayuda, el comandante consiguió “aprehender 17 caballerías mayores y menores y dos carros con dos caballerías mayores, cada uno con varios bultos de sal que D. Blas Zabala tuvo que descargar en su casa alojamiento puesto que no había sitio en el estanco nacional.”63 Y siguió sus pesquisas dentro del pueblo hasta que consiguió saber el nombre de algunas casas en que se almacenaba la sal. Solicitó por escrito al alcalde que lo acompañase para reconocer las habitaciones.64 Por suerte para los villafontenses sólo se hizo inspección en las viviendas de algunos vecinos. Se aprehendieron 80 quinales de sal que fueron que fueron las incautadas en aquella inspección. La tensión entre la Comandancia de Resguardo de la Sal y los vecinos, cuya cabeza visible era el alcalde fue en aumento, pero se vio frenada al año siguiente cuando la propiedad privada se hizo cargo de la explotación de la sal.65

Por otra parte, el 14 de Enero de 1875 entraba en Madrid Alfonso XII iniciándose el proceso de la “restauración” que Cánovas del Castillo había venido gestando. Ello trajo consigo otro nuevo cambio en los ediles municipales. Se destituyó la corporación que fue sustituida por Francisco Montero Guerrero como alcalde-presidente, Cristóbal Prieto Camuñas como primer teniente de alcalde y José Rodríguez Ávila de segundo, completando la lista como regidores Pedro Guerrero Delgado, Juan del Pozo, José Navarro, José Gallardo Fajardo, Juan José Hidalgo y Bartolomé Escribano.66 Y no habían pasado tres meses, cuando la nueva corporación denunciaba a uno de los alcaldes salientes  de haber sustraído ciertos fondos,67 y por acuerdo municipal se le obligaba a devolver los mismos. Pero el acusado recurrió a la máxima autoridad malagueña, que tomó el asunto como suyo y paralizó las gestiones practicadas por la municipalidad villafontense.68

El 10 de agosto de ese mismo año de 1875 volvía a haber cambio de ediles. Ocuparon los nuevos cargos Ramón Díaz Borrego como alcalde presidente, seguido de Juan Giménez Ruiz de teniente de alcalde y José Rodríguez Ávila como segundo teniente y los regidores Francisco Rubio León, Juan Acuñas Jiménez, Pedro Montenegro Ruiz, Francisco León Fernández y Antonio Saavedra Revollo.69 Y parece ser que alguno falló en la toma de posesión y para sustituirlo fue nombrado José Calle, que juraba su cargo el 31 de agosto de ese mismo año de 1875.70

La administración local se nutría de los impuestos que cobraba, al tiempo que recaudaba los que destinados al sostenimiento del Estado. Como no todos los vecinos pagaban sus impuestos, se nombraba un Comisionado de Apremio que se daba una vuelta por el pueblo y apretaba un poco las clavijas a los morosos. Y así fue nombrado un tal Joaquín Norro, sustituyendo a su antecesor en el cargo, Gonzalo Trujillo.71 Hasta aquí, el nombramiento no tendría más importancia si no fuese porque el tal Norro, nada más llegar cogió  una borrachera que no soltó hasta que lo devolvieron de nuevo a Málaga, creando una cadena de problemas que hizo intervenir a la máxima autoridad municipal. Cierto que a la llegada del tal Norro, el alcalde tenía que haber abierto las puertas del Ayuntamiento para una inspección, ya que varios vecinos se habían quejado de la administración llevada a cabo por Francisco Montero,72 quejas que llegaron hasta el Gobernador Provincial que no tardó en nombrar un delegado especial para que inspeccionara las cuentas del municipio. El delegado, Pedro Sánchez Rabaneda, se presentaba Fuente de Piedra el 14 de abril (que era Jueves Santo, el mismo día que el comisionado Norro dio la nota con la bebida) y por oficio informó al alcalde que pasaría la inspección  a la una de ese día. Como el Jueves Santo era considerado en Fuente de Piedra un día grande,73 de inmediato le contestó que no podía acompañarlo por no disponer de tiempo al tener que atender las prácticas religiosas tanto ese día como el siguiente, Viernes Santo.74 Y la inspección pasó pero los vecinos seguían insistiendo en las irregularidades por lo que meses más tarde se nombraba otro delegado, a D. José de la Casa Bascón.75 Desconocemos el resultado de sus pesquisas, pero el informe no debió ser negativo en tanto que no se tomaron represalias de ningún tipo ante los hechos denunciados.

Siguieron un par de décadas de bonanza, hasta que a principios del siglo XX se desataría una nueva tormenta política que alteraría sobremanera tanto el funcionamiento de la Administración Local, como al propio vecindario.

El cambio de corporación se llevaba a cabo cada dos años. En 1904 salía elegido por 59 votos D. Antonio de la Torre Romano, frente a los 52 que alcanzó su oponente D. Juan del Pozo Rubio. Por las circunstancias que fuere se deduce que las relaciones con el entonces secretario D. Antonio Luque París no eran todo lo saludables que cabía desear entre ambos y como resultado de esa enemistad, en 1906, tras salir nuevamente elegido como alcalde D. Antonio de la Torre (que repetía en el cargo), no dudó en suspender de empleo y sueldo durante 1 mes al secretario aludiendo que había hecho política en contra suya, nombrando sin más dilación a D. Agustín Quintero. Este hecho contó con la oposición enérgica de los concejales, sobre todo por parte de D. Juan del Pozo Rubio, alcalde en bienios anteriores, que pidió votación nominal sobre el asunto,  a la que se sumó el resto de los concejales a excepción de Plácido de la Torre Romano, hermano de D. Antonio. En la discusión que tuvo lugar en la sesión del 12 de noviembre de 1906, el alcalde no dudó en sacar a la luz ciertas irregularidades, denunciando entre otras causas no llevar el libro de Actas del Ayuntamiento al día.76 Terminó aquella sesión y los concejales forzaron otra para el 17 del mismo mes, a la que no acudió el alcalde por encontrarse enfermo, siendo presidida la mesa por el primer teniente de alcalde D. Juan del Pozo Rubio, cuyo objetivo era hacer constar en acta que los concejales, salvo los dos hermanos ya aludidos, no estaban conformes con la destitución del secretario. D. Plácido de la Torre sí acudió a la sesión y protestó enérgicamente, pero el alcalde accidental, es decir, D. Juan de Pozo no lo tuvo en cuenta y continuó la sesión ya que había suficiente número de concejales. Una semana más tarde, en la sesión del 24 de noviembre del mismo año se destituye al secretario interino D. Agustín Quintero, ocupándo el puesto, también de forma interina D. Adolfo San Bartolomé y Carrasco, a lo que se opusieron nuevamente lo concejales. Tomó la palabra el Sr. Alcalde diciendo que la actitud del secretario cesado era incalificable, que había abusado de la confianza depositada por los concejales los cuales, dedicados a sus labores agrícolas no tenían instrucción alguna sobre Administración y que había abusado en beneficio propio incumpliendo entre otros asuntos el abandono del archivo, que estaba desordenado, con los legajos sin epígrafe, que los libros de Actas de Sesiones del Ayuntamiento, Junta Pericial de Sanidad y otros se encontraban intactos durante años, sin haber trascrito ni una sola sesión. Que otros libros sólo tienen una sesión al inicio del año y sin autorizar por nadie, además de otras irregularidades, por lo que estaba dispuesto a abrir expediente para salvar su responsabilidad.77 A pesar de ello los concejales se opusieron. Días más tarde, el alcalde propuso que se alquilase un local para la sede del Ayuntamiento ya que el consistorio se reunía en una habitación alquilada a la hermana del secretario, en su propia casa78 y a la que había que pedir favores para entrar en horas inusuales, etc., y en la que no se podía llevar a cabo ningún tipo de sesión secreta. Por otro lado, los documentos eran susceptibles de ser alcanzados por cualquiera.79 Y aunque hubo cierta reticencia en el cambio de domicilio del Ayuntamiento, finalmente se aceptó y fue trasladado a los altos de la antigua escuela de niños en la C/ Ancha 11, que era propiedad de D. Eduardo García Cobos, que tras hacerle algunas reformas la alquiló empezando a funcionar en el edificio de forma compartida, como escuela de niños y Casa Consistorial en agosto de 1907.

Volviendo al tema del secretario, habida cuenta que los concejales se oponían a que se le abriese expediente, D. Antonio de la Torre Romano no dudó en dar cuenta al Gobernador Civil, iniciando una batalla, en la que, como en todas las batallas, nadie ganaría y sólo sirvió para alimentar un rencor que años más tarde seguiría latente y no entre los contendientes, ya que éstos en 1911 habían fallecido, sino entre las familias.

Como decíamos, a pesar de la oposición de los concejales, el secretario, D. Antonio Luque París fue cesado en el cargo. La atmósfera que se estaba creando era irrespirable; el secretario interino presentó su dimisión irrevocable80 y su lugar lo ocupó D. Juan Delgado Rodríguez.81 Sin embargo, D. Antonio Luque París, a pesar de las irregularidades que había cometido, tenía una baza a su favor. Había pedido al Ayuntamiento que se le permitiese consultar los libros para extraer datos en su defensa, a lo que se opuso el alcalde.82 Y esta fue su perdición, pues el 9 de abril de 1907 se fallaba a favor de D. Antonio y fue de inmediato restituido en el cargo. Y decimos de inmediato porque todos aquellos concejales que desde un principio le apoyaron, en cuanto supieron la noticia, no tardaron en convocar un pleno para restituirlo en la misma sesión. Don Antonio Luque París, que había sido convocado, no tenía palabras para expresar su gratitud a los concejales y al pueblo por el apoyo que le habían prestado. Pero ahí no finalizaba el tema: por falsedad se procesó a D. Antonio de la Torre Romano que fue suspendido de su cargo de Alcalde y concejal del Ayuntamiento,83 pasando de nuevo la alcaldía, aunque de forma accidental, a manos de D. Juan del Pozo Rubio, al que correspondió por ser Primer Teniente de Alcalde.

Consecuencia de todo ello este ligio fue el que muchos asuntos municipales quedaran paralizados tras el cese de D. Antonio Luque, toda vez que los secretarios interinos que fueron desfilando no supieron cómo acometer las tareas municipales. Así, al colocar a destiempo los edictos para el cobro de tributos, los pagos a que tenía que hacer frente el Ayuntamiento se demoraban también sin remisión. Un trastorno provocado por la intolerancia de un alcalde que sólo contó con el apoyo de un concejal (su hermano). Tras la toma de posesión en Abril de 1907 de D. Antonio Luque París, la Administración Local fue poco a poco regularizando su pulso, aunque no por mucho tiempo.

Tres años más tarde, en 1910, tras una visita de inspección girada al Ayuntamiento, ciertas irregularidades observadas supusieron el desplazamiento de D. José Roca y Mota, delegado del Gobernador Civil que hizo entrega al alcalde del acta levantada por D. Antonio Ruiz Yespes, secretario de la delegación para que en el plazo de 48 horas fuese contestada por los ediles municipales.84 Se hicieron las alegaciones pertinentes y, el último día del año, día de San Silvestre, eran destituidos oficialmente de sus cargos el alcalde, D. Juan del Pozo Rubio, y sus concejales D. Manuel Carrero Sánchez, D. José Martín Gallardo, D. José del Pozo Rojas, D. Vicente Dorado López, D. Francisco López Flores, D. Francisco Luque Pachón, D. José Acuñas Giménez y D. Rafael Alarcón Vegas, así como el Secretario de la corporación D. Cristóbal Padilla Mendoza, que abandonaron sus puestos y se retiraron, siendo sustituidos interinamente por D. Plácido de la Torre Romano, D. Antonio Díaz Pachón, D. Diego Dorado Pozo, D. Bartolomé Espinosa Mancheño, D. Juan Espinosa Villalobos, D. Alonso Martín Rodríguez, y D. Antonio Rubio León. Del mismo modo se propuso de forma accidental como secretario a D. José Sánchez Gallardo.85 Se iniciaba una nueva tormenta de graves consecuencias. Para empezar, los concejales nombrados se negaron a firmar el acta de constitución.

Ante esta situación, el 2 de enero de 1911, o sea, dos días más tarde,  es  incautado el libro de Actas de Sesiones por el Juzgado Municipal cumpliendo órdenes del Juzgado de Instrucción, lo que impidió que se pudieran extender las actas de las sesiones celebradas. El libro fue devuelto dos semanas más tarde, el 14 de enero.86

Revisados los libros de Actas de Sesiones y demás documentos por el Juzgado de Instrucción de Antequera, el juez no tardó el decretar la suspensión en sus cargos y procesamiento de los miembros de la corporación que el 31 de Diciembre de 1910 había sido cesada,87 acusándoles de malversación de caudales públicos.88 La comunicación del cese fue comunicada tanto a la autoridad municipal villafontense como al Gobernador Civil de la provincia, que no tardó en nombrar nuevos concejales interinos, quedando reflejados en la sesión del consistorio de 27 de febrero.89

La mayoría de los nombrados no pudieron tomar posesión del cargo por haber fallecido. Al haber solicitado el Gobernador Civil, para la elección de nuevos concejales interinos lista nominal de todos los ediles que habían sido elegidos por votación popular durante los últimos 20 años, ahí quedaban incluidos los ya fallecidos, los procesados y los suspensos. Solo había tres disponibles de la expresada lista: D. Juan Acuñas Jiménez, D. Juan Doblas Montenegro y D. Francisco Rubio León que, con los dos que ya habían tomado posesión, es decir D. Plácido de la Torre Romano y D. Bartolomé Espinosa Mancheño hacían un total de 5 concejales, faltando 4 para completar, en número de nueve, los concejales que componían el consistorio. Para evitar que la administración municipal quedase interrumpida, siguiendo la legislación de la época fueron nombrados comisionados municipales, una vez comprobado que reunían la condición de electores D. José Galisteo Martín, D. Diego Zurita Pino, D. José López Rodríguez y D. Francisco Vallejos Ruiz.90 Constituido el Ayuntamiento, aunque dos de ellos no comparecieron y si un tercero que tenía más de 60 años, pero que tomó posesión del cargo, se pasó a nombrar por votación, al contar con número suficiente de concejales en la sesión, los cargos de Teniente de Alcalde, que recayó en D. José Galisteo Martín por cinco votos de los seis que había en total y procurador síndico D. Francisco Vallejos Ruiz, con el voto restante, siendo también nombrado suplente del procurador síndico D. Diego Zurita Pino.91

Salvadas las múltiples dificultades con que contó la nueva corporación municipal para constituirse, el nuevo Ayuntamiento empezó a remover los asuntos pendientes y nada más interesante que ver el estado de la hacienda pública municipal,92 adoptando una serie de medidas para su saneamiento.93 En la revisión a fondo que fue llevada a cabo fue destituido porque “no llevaba su cometido en forma conveniente” el agente apoderado del Ayuntamiento en la capital.94

Si volvemos un poco atrás, recordaremos que en la campaña electoral de 1906, D. Antonio de la Torre Romano, tras ser reelegido alcalde, arremetió de forma enérgica contra el entonces secretario D. Antonio Luque París, al que destituyó en el cargo contando sólo con el apoyo de su hermano D. Placido, por los motivos “oficiales” que ya se han explicado más arriba, pero que en el fondo era clara respuesta al acto de haber hecho política en su contra. Meses más tarde, el secretario era restituido en el cargo y D. Antonio de la Torre, suspendido y procesado. Parecía que las aguas volvían a su cauce. Al poco tiempo el secretario, dimitía alegando problemas de salud, muriendo poco después.

Pero cuatro años más tarde, en 1911, vemos como D. Plácido de la Torre Romano sale elegido alcalde y al parecer no había olvidado lo ocurrido con su hermano D. Antonio de la Torre. Desde su llegada mostró cuáles eran sus intenciones. No estaba dispuesto a dejar pasar una, ni tan siquiera al secretario fallecido D. Antonio Luque París, aquel al que su hermano había destituido y posteriormente hubo de readmitir, volviéndose el asunto en su contra ya que a continuación sería el propio alcalde, D. Antonio de la Torre el destituido de sus funciones. Y es que el secretario D. Antonio Luque París había realizado la gestión de recaudador municipal hasta marzo de 1907, y ahora, D. Plácido de la Torre, exigía al nuevo secretario que investigara si el Sr. Luque París había hecho liquidación de la recaudación municipal que había tenido encomendada tras haber pasado el plazo que se le había marcado95 para la rendición de cuentas, advirtiendo que en caso negativo se le exigiera a los herederos reposición de la cuantía resultante en el plazo de quince días, haciendo extensivo el asunto a todos los concejales que habían formado parte de la Corporación desde que cesó D. Antonio Luque en el desempeño de las funciones de recaudador,96 o sea, todas las corporaciones desde la destitución de su hermano D. Antonio de la Torre Romano.97

 

D. Plácido, al igual que su hermano D. Antonio empezó a quedarse sólo. El concejal Bartolomé Espinosa Mancheño, renunció a su cargo de depositario alegando que “sus ocupaciones y no buen estado de salud le impedían continuar desempeñándolo.98 Esto ocurría el 30 de mayo de 1911 y a diferencia de las sesiones capitulares semanales que se habían venido produciendo los meses anteriores, le siguió una etapa de vacío durante los meses de junio a agosto, toda vez que ninguno de los días establecidos para celebrar la sesión se consiguió reunir suficiente número de concejales.99

En la sesión del 10 de agosto de 1911 se volvía a restituir en sus cargos a la corporación cesada y presidida por D. Juan del Pozo Rubio,100 haciendo entrega de las insignias del cargo D. Plácido de la Torre Romano, que anunciaba que el oficial de secretaría D. Plácido de la Torre Carrascosa101 y el alguacil Juan Rojas Pedraza, dimitían de sus destinos.102 Al día siguiente, es decir el 11 de Agosto se celebraba sesión extraordinaria para intentar encauzar los múltiples temas pendientes, quedando redactados los asuntos que habrían de tratarse en otra sesión, igualmente extraordinaria, convocada también para un día más tarde, o sea el 12 de Agosto. En la sesión, los concurrentes consignaron frases encomiables hacia el Sr. D. Juan del Pozo, el cual, como alcalde, se excusaba de continuar en el cargo alegando motivos de salud. Se llevó a cabo votación tras establecerse las candidaturas, saliendo elegido D. Francisco Luque Pachón por siete papeletas y una en blanco, obteniendo mayoría absoluta.103 También se nombró a D. Cristóbal Padilla Mendoza secretario interino, ocupando de nuevo la plaza de la que fue destituido meses antes por orden del entonces alcalde, Plácido de la Torre Romano y que venía siendo  desempeñado por Plácido de la Torre Carrascosa.104 Por último, al agente en la capital, José María Montero Torres que Plácido de la Torre había nombrado, destituyendo al que había venido desempeñando esa función, fue también destituido pasando a ocupar su lugar D. Manuel Noguera Jiménez.105

De esta guisa, tras solicitar la situación de la hacienda municipal podemos decir que volvió de nuevo la tranquilidad a la administración local y, en consecuencia, también al propio municipio, no sin que se advirtieran dos semanas más tarde la pésima gestión llevada a cabo durante los meses que la corporación de D. Plácido de la Torre Romano había ejercido el cargo, la cual quedaba plasmada de forma pormenorizada en la sesión del 26 de agosto de 1911.106

 

Fragmento de “Historia Temática Villafontense”

Capítulo.- De Pedanía a Municipio

Sobre Litigios y Sanciones

por: Francisco Muñoz Hidalgo

(Obra en composición)

 

 

NOTAS:

 

1Sus nombres quedan recogidos en la Real Instrucción sobre Pósito año de 1753, al que se añadían las Instrucciones sobre Construcción Casa Panera y Fuente Pública en 1788.

2 Las opciones se reducían a dos grandes bloques el conservador y el progresista.

3 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1851 Doc. Nº 270

4 Ibídem Doc. Nº 272

55e refiere al nombramiento del nuevo Secretario. A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1851. Doc. Nº  336.

6 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1851. Doc. Nº 279

7 Jefe Político de la Provincia entendemos.

8 Se refiere al cabecilla de la oposición, es decir D. Juan Fernández, que como ya hemos apuntado más arriba representaba a los progresistas.

9 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1851 Doc. Nº 318

10 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1851 Doc. Nº 254/bis

11 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1851. Doc. Nº 252

12 Ibídem Año 1852. Doc. Nº 589

13 Esto ocurría el 25 de Junio de 1852, cuando las mieses estaban prestas para la siega.

14 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1852. Doc. Nº 434

15 Ibídem Doc. Nº 573.

16 Ibídem Doc. Nº 574 (Se encontraba en Palenciana)

17 El secretario se llamaba Juan Manuel de la Fuente, posiblemente emparentado con el aperador del Conde del Castillo de Tajo.

18 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1852. Doc. Nº 580

19 Ibídem Doc. Nº 264.

20 Sobre este asunto se pueden ampliar datos en el tema La Fuente de la Piedra: clave del nacimiento del pueblo, en el capítulo Edad Moderna y Contemporánea de la Primera Parte de esta obra.

21 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1854. Doc. Nº 442

22 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1855. Doc. Nº 146

23 Ibídem Doc. Nº 147

24 Por entonces eran Juan Fernández Pachón y Juan Pachón Fernández el alcalde  y primer  teniente de alcalde respectivamente.

25 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1857. Doc. Nº 396

26 Ibídem Doc. Nº 394.

27 Ibídem Doc. Nº 351

28 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1857. Doc. Nº 520

29 Se volvió al Art. 21 de la Ley de 18 de Marzo de 1846

30 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1857. Doc. nº 446

31 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1858. Doc. Nº 56

32 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1858. Doc. Nº 27

33 Ibídem Doc. Nº 174

34 Ibídem año 1869. Doc. Nº 400

35 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1869. Doc. Nº 510

36 Ibídem Doc. Nº 629

37 Para una completa visión de este período histórico consúltese el capítulo  La Primera República, incluido en el bloque Momentos Históricos.

38 Que a la sazón era D. Juan Fernández Pachón.

39 Que fue D. Juan Pachón Fernández.

40 Posiblemente fuesen más vecinos los que firmaron la constitución del nuevo Ayuntamiento, puesto que el documento al parecer queda incompleto y podrían haber existido una o más hojas con firmas. Sin embargo, siguen siendo muchas si tenemos en cuenta la población existente

41 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1874. Doc. Nº 35

42 Ibídem Doc. Nº 163

43 Ibídem Doc. Nº 127

44 Conocido como Mevallier.

45 Ibídem Doc. Nº 170 vuelto.

46 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1874. Doc. Nº 167 (despacho telegráfico)

47 Ibídem Doc. Nº 170 recto.

48 A la sazón D. Francisco Andrade.

49 La sesión tuvo lugar el 3 de Enero de 1874.

50 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1874. Doc. Nº 456

51 Ibídem Doc. Nº 474

52 Ibídem Doc. Nº 474 (fol. 2 y 3)

53 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1874. Doc. Nº. 475

54 Dos años más tarde, en una memoria, se darían las gracias al Sr. Andrade por su colaboración, quien al parecer, a juzgar por los documentos revisados fue una persona excelente, de palabra amable, al tiempo que servicial.

55 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1861, Doc. Nº 265

56 Ibídem Doc. Nº 264

57 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1864. Doc. Nº 133

58 Ibídem doc. Nº 470. Sobre la Casa Panera y su función, véase el tema titulado El Pósito, en el bloque Lugares con Historia.

59 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1869. Doc. Nº 467

60 Ibídem Doc. Nº 475

61 Ibídem Doc. Nº 478

62 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1869. Doc. Nº 544

63 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1869. Doc. Nº 644

64 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1870. Doc. Nº 2

65 Para ampliar datos consúltese en el bloque La Laguna el tema “Crónica Histórica”

66 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1875. Doc. Nº 316.

67 Ibídem Doc. Nº 253.

68 Ibídem Doc. Nº 307

69 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1875. Doc. Nº 540

70 Ibídem Doc. Nº 77

71 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1881. Doc. Nº 291

72 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1881. Doc. Nº 277

73 Actualmente, aunque sigue siendo considerado uno de los días festivos más importantes del año, su celebración no tiene el alcance que tuvo en el siglo XIX e incluso hasta bien avanzado el XX.

74 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1881. Doc. Nº 274.

75 Ibídem Doc. Nº 431

76 Se iniciaba así un tema polémico que durará años como tendremos oportunidad de ver más adelante.

77 Sin que se pretenda cargar las tintas en un bando u otro, no hemos de olvidar que el que hace dichas manifestaciones es D. Antonio de la Torre Romano, a la sazón alcalde, pero que repetía en el cargo y éste era bianual, es decir que las irregularidades a que se refiere también se produjeron durante el bienio 1904-1906, presidido por él mismo y no vemos hubiese habido queja alguna en ese período. Sin embargo, lo que sí dejó bien claro D. Antonio de la Torre Romano en una de las Actas Capitulares es que el secretario D. Antonio Luque París había hecho política en contra suya en las elecciones de 1906.

78 Realmente, la vivienda era propiedad de Doña Soledad Luque, hermana del secretario

79 Justa reivindicación del alcalde, que temía al haber sustituido al secretario, sin hacerlo público, que éste pudiese sustraer alguna documentación.

80 Al ser cesado de D. Antonio Luque París, el puesto de secretario fue ocupado por D. Agustín Quintero,  cesado una semana más tarde y ocupado el puesto por D. Adolfo San Bartolomé y Carrasco, que dimitía dos semanas más tarde, o sea, el 16 de diciembre de 1907. En un mes, con sólo tres sesiones capitulares desfilaron un total de cuatro secretarios.

81 A.M.F.P. Libro de Actas de las Ses. Ord. y Extraord. 1906-1908. (Sesión 16/12/1907)

82 Aquí hemos de interpretar el interés que el alcalde tenía por cambiar la sede del Ayuntamiento, trasladándolo fuera del alcance del secretario, que hasta ese momento, por haber estado en su casa, tenía  los documentos a mano.

83 A.M.F.P. Libro de Actas de las Ses. Ord. Y Extraord 1906-1908.- Sesión 20/04/1907.

84 A.M.F.P. Libro de Actas de Sesiones Año 1910. Sesión Extraord. 21/12/1910 fol. 54-55.

85 Íbidem fól. 60 vº.

86 A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1911. fól. 62.

87 Los cesados fueron el alcalde, D. Juan del Pozo Rubio y sus concejales D. Manuel Carrero Sánchez, D. José Martín Gallardo, D. José del Pozo Rojas, D. Vicente Dorado López, D. Francisco López Flores, D. Francisco Luque Pachón, D. José Acuñas Jiménez y D. Rafael Alarcón Vegas.

88 A.M.F.P. Libro de Actas de las Sesiones. Año 1911 fól. 75. Sin embargo la cuestión no sería tan grave cuando meses más tardes fueron todos de nuevo restituidos en sus cargos como más adelante detallaremos.

89 Íbidem fól. 75-76. Los nombrados fueron D. Plácido de la Torre Romano, D. Bartolomé Espinosa Mancheño, D. Antonio de la Torre Romano, D. Francisco Ortiz Núñez, D. Juan León Fernández, D. Antonio Saavedra Rebollo, D. Ramón Díaz Borrego, D. Eduardo Garnicas Cobos, D. Diego Alarcón Suárez

90 La orden, firmada por D. José Sanmartin, a la sazón gobernador civil, fue emitida el 31 de marzo de 1911, siendo puesta en vigor sin demora.

91 A.M.F.P. Libro de Actas de las Sesiones. Año 1911 fól. 77-78.

92 De los talonarios de Consumo y arbitrios extraordinarios quedaban 17.454,64 pesetas pendientes de cobro que venían siendo arrastradas año tras año desde 1900 a 1910, es decir la década completa.

93 A.M.F.P. Libro de Actas de las Sesiones. Año 1911 fól. 78-79.

94 Era D. Salvador Barroso Navarro, siendo nombrado en su lugar D. José María Montoro y Torres, a quien se facultó, en forma legal, para que representase al municipio y gestionase cuantos expedientes y asuntos surgieran.

95 El plazo lo había marcado cuatro años antes D. Antonio de la Torre Romano, a la sazón alcalde, cuando arremetió de forma descarada contra el secretario D. Antonio Luque París.

96 A.M.F.P. Libro de Actas de las Sesiones. Año 1911 fól. 83.

97 Podemos comprobar que la actitud de D. Plácido de la Torre era similar a la de su hermano D. Antonio, no importándole ir en contra del resto de concejales.

98 A.M.F.P. Actas Capitulares Año 1911 fól. 86.

99 El secretario hizo constar una diligencia en el Libro de Actas para advertir de esta anomalía.

100 Los concejales destituidos que retornaban a sus puestos fueron D. Manuel Carrero Sánchez como Primer Teniente de Alcalde, D. José Martín Gallardo como Segundo Teniente de Alcalde, y como Regidores o Concejales: D. José del Pozo Rojas, D. Francisco López Flores, D. Francisco Luque Pachón, D. José Acuñas Jiménez y D. Rafael Alarcón Vegas.

101 Que sin duda debía ser familiar suyo muy directo.

102 A.M.F.P. Libro de Actas de las Sesiones. Año 1911 fól. 87 vº.

103 A.M.F.P. Libro de Actas de las Sesiones. Año 1911 fól. 88 vº.

104 Al que ya hemos aludido diciendo que debía ser familiar muy directo de D. Plácido de la Torre Romano.

105 A.M.F.P. Libro de Actas de las Sesiones. Año 1911 fól. 89 vº.

106 Íbidem fól. 96 y ss.

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