Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

 

Lugares con Historia

 

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EL CEMENTERIO MUNICIPAL

Antes de nacer Fuente de Piedra, un ermitaño llamado Pedro de la Cámara solicitó, y le fue concedida licencia para hacerse una casa-habitación junto a la que había sido mezquita durante la ocupación árabe. Esto fue una excepción, puesto que las construcciones estuvieron prohi-bidas en las inmediaciones a la Fuente de la Piedra desde que el lugar fue reconquistado en 1462 hasta 1547 en que se levantó dicha prohibición.

Fue en 1513 cuando se dio esta excepción, ya que el ermitaño solicitante, o sea, Pedro de la Cámara, se encargaba de custodiar y mantener en orden la ahora  ermita, a la que acudían los que una vez sana-dos iban a dar las gracias a la Virgen que otorgaba sus virtudes a las aguas. Posteriormente, a partir de 1547, suprimida la prohibición de construir, se levantarían los primeros edificios, razón por la que se considera este año el de fundación del pueblo actual.

Erigidos los primeros edificios y habitados, la Parca, que es constante, se cobró sus primeras víctimas y  siguiendo las costumbres del momento fueron enterradas en un pequeño patio anexo a la ermita, único lugar sagrado existente en aquellas fechas. De este modo, el cementerio, siguiendo la tradición popular quedó ubicado desde sus inicios en torno a aquella ermita que, poco más tarde, se convertirá en el templo parroquial,.

Parte de lo que hoy constituye la Casa Hermandad, ubicada en la zona sur de la iglesia, y el patio contiguo, de propiedad particular, fue el terreno ocupado por el camposanto; y cuando se procede a construir en dicha zona, afloran restos óseos con facilidad.

Pero, ni las epidemias de tercianas de finales del reinado de Carlos III, a las que hay que añadir, sobre todo en Andalucía, la fiebre amarilla de 1800, que acabó con un elevado porcentaje de la población y agravó el cólera de 1804, influyeron en la separación definitiva del binomio templo-cementerio.

Carlos III, a finales del XVIII, dio instrucciones para segregar los cementerios de las Iglesias[1] y trasladarlo a las afueras; instrucción que en Fuente de Piedra no se puso en práctica. Los fallecidos seguían inhumándose junto al templo. Por este motivo, cuando medio siglo después la autoridad malagueña tuvo conocimiento de que Fuente de Piedra seguía manteniendo el cementerio anexo a la iglesia, puso el grito en el cielo[2] y pidió explicacion sobre el particular, a lo que se contestó lo siguiente:

«Sr. Jefe Político el 17 de Agosto de 1847

Para poder dar a V.S. exacta noticia de quien fue el que dio licencia para Construir el cementerio que hay en esta Población, y en que tiempo fue, he tomado todos conocimientos que me han sido posibles tanto del Sr. Cura Párroco, como de personas de mayor edad y ninguna puede dar razon fija del tiempo enque se construyó, ni quien lo mando hacer, que infieren que al construir la Iglesia dejaron este corto terreno para que sirbiera de cementerio. Es cuanto tengo que manifestar a V.S. en contestacion a su oficio 4 del que cursa. Dios Guarde […]».[3]

         Días antes, la Alcaldía villafontense había informado al Jefe Político de algunas de las características que reunía el citado cementerio anexo al templo, detallando que

«[…] se encuentra inmediato a la única Iglesia Parroquial, dentro de la población a la parte de Poniente, la construcción es de mampostería, su extensión de 28 varas, su  ancho 10 varas, su altura 3 varas […] el estar abierto y bien encalado son causa que no hacen temer a la salud pública por cuanto los entierros son pocos los que hay y también tienen costumbre de sepultar los cadáveres (h)ondos, el osario no está (designado?), puerta y llave la conserva el sacristán, no tiene capilla […]»[4]

La resistencia a separar templo y cementerio se sustentaba al considerar el hecho en sí una laicización de la muerte. Tanto es así que durante varios años más, hasta 1855, los fallecidos seguirían siendo inhumados en el camposanto anexo al templo.  Por otra parte, la reticencia a trasladar el cementerio a las afueras del pueblo tiene su explicación en la creencia y mentalidad de la época que tratamos, es decir, la de los siglos XVIII-XIX. En este contexto, si viésemos que los restos de nuestros familiares son trasladados desde un lugar próximo a Dios (el templo), a un descampado próximo a Los Corralones, lindando a medio camino con un vertedero, entenderíamos el malestar del vecindario.

          El invierno de 1853 fue muy duro, nieve, lluvia abundante y un fuerte temporal que derribó una de las paredes laterales del cementerio, que seguía anexo al templo. El cura y los vecinos exigían la inmediata reparación y el secretario del Ayuntamiento, antes de autorizar y librar los fondos para tal fin, consultó al negociado de Obras Públicas Municipales de Málaga. La respuesta, con reprimenda incluida, no se hizo esperar. Se instaba ante tan sensible  y urgente caso, que en lugar de perder el tiempo y hacérselo perder al Gobierno Provincial, enseñando lo que debía saber el secretario, se acometiese el arreglo, obviando lo que dijeran las leyes, reglamentos y órdenes sobre obras públicas.[5] Recibir el informe del Gobierno Provincial y proceder al arreglo, sin dilación y de forma inmediata, fue todo uno. Sin embargo, lo ocurrido hizo reflexionar a la Corporación que, conscientes de que el camposanto anexo al templo era pequeño e infringía la normativa desarrollada desde un siglo atrás, dos años más tarde, en 1855, se aprobó por unanimidad la construcción de un nuevo cementerio, que quedara alejado del casco urbano, y ubicado a levante, por ser la zona de la que menos vientos corren en dirección a la villa. Se valoró para su ubicación la zona conocida como El Colmenarejo, propiedad de D. Serafín Blázquez, pero su proximidad a las últimas viviendas (Calle Los Carros y Barrio Bajo) aconsejó alejarlo a una distancia un poco mayor de las últimas viviendas y se optó por un trozo de terreno contiguo, entonces sembrado de olivar, y del mismo propietario. Los peritos del ayuntamiento señalaron el espacio comprendido en un cuadrado de 40 varas de lado, lo que hacía un total de 1600 varas, que fueron tasadas en 600 reales y de inmediato se procedió al cierre del mismo y la bendición del terreno por parte D. Francisco de Asís Robles, cura párroco del momento.

A partir de entonces, los difuntos eran trasladados e inhumadas en el nuevo camposanto. A pesar de ello, el cementerio antiguo, aquel cuyas paredes lindaban al sur de la iglesia, seguía presentando problemas. A las reparaciones efectuadas en 1853 hubo de hacérsele otras provocadas por las inclemencias del tiempo del duro invierno de 1855, que terminó derribando una de las paredes, que no había sido reforzada en la rehabilitación practicada dos años antes.[6]

Creemos que a partir de la construcción del nuevo cementerio no se inhumó a nadie más en el camposanto lindante con el templo. Sin embargo, una alarma salta en 1885. Cuando el nuevo cementerio llevaba 3 décadas en activo se recibe una comunicación del Gobierno Civil, que fue leída en el pleno de 10 de julio de 1885 y recogida en el acta capitular levantada ese día, que dice:

«[…] llamando el Sr. Presidente la atención a los Sres. concurrentes en especial sobre lo que previene la regla 2ª de la referida Circular y la del día siete del presente mes para que se consigne entre los gastos la partida necesaria para la construcción de un nuevo cementerio; por hallarse este Pueblo comprendido en la Relación que contiene la Real Orden de fecha 20 de Diciembre último en la que se dispone la clausura del cementerio existente por hallarse muy próximo a la Población y ser un peligro constante para la salud pública […] En el Capítulo décimo = Obras de nueva construcción. Se fijó en una partida, que se creyó necesaria para la construcción de un nuevo cementerio la cantidad de dos mil doscientas ochenta pesetas […]».[7]

         ¿Cómo hay que interpretar esta comunicación, cuando desde hacía tres décadas estaba en activo el nuevo cementerio levantado en la zona llamada El Colmenarejo?

         Quizá la explicación a todo ello esté en el momento en los que estos acontecimientos tienen lugar. Por una parte, la epidemia de cólera morbo que se está viviendo, que conduce a que se extremen todas las medidas adoptadas para evitar su propagación.[8] El tener un cementerio en las proximidades a la población era un riesgo.  De otra el estar Fuente de Piedra en la relación de una Real Orden que detalla las poblaciones que seguían manteniendo un cementerio próximo a la población. Efectiva-mente, tan próximo que lindaba con el templo parroquial y, aunque ya no se efectuaban inhumaciones en él, el terremoto que dejó arruinado el templo debió tener las mismas consecuencias sobre el camposanto inmediato. Tanto es así que tras el informe del ingeniero Julio Groján y las visitas que las autoridades malagueñas hicieran al lugar, o las delegaciones que se desplazaran para dictaminar los daños sufridos por el seísmo y las réplicas posteriores, se debió comprobar también el estado en que quedó el cementerio anexo, y de ahí emanara la orden de clausura y creación de un nuevo camposanto. Esto ocurre en julio, seis meses después de haberse producido el terremoto y sus réplicas, lo que induce a creer que las dos mil doscientas ochenta pesetas presupuestadas fueron destinadas a las obras necesarias para clausurar definitivamente el cementerio anexo al templo, dejando así el terreno franco para poder derribar o reconstruir la actual iglesia, que terminará ocupando también, el terreno ocupado por aquel primer  camposanto con que contó el pueblo actual.

En lo que al nuevo cementerio se refiere, aquel trozo cuadrado de terreno que constituyó el patio del camposanto, era a todas luces pequeño desde su nacimiento. Hemos de tener en cuenta que, en su momento, había que trasladar los restos que estaban enterrados junto al templo. Restos que se remontaban a algo más de tres siglos. Muchos quedaron allí, sin duda los más antiguos, aquellos que no tenían ya quien les llorase. Prueba de ello es que aún afloran cuando se procede a la construcción en el propio solar del templo y en el patio de la vivienda situada al sur de este. Pero gran parte de los restos y las inhumaciones más recientes se trasladaron al nuevo cementerio, ocupando gran parte de él. Es por lo que decíamos que había nacido pequeño,[9] si bien era un problema menor: ubicado en un descampado era susceptible de ampliarse por cualquiera de sus cuatro costados.

En 1921 se haría esa ampliación sobre el costado oeste; se practicó una abertura en la pared lateral colindante, se cercó el resto y se accedía de continuo desde el primer patio al segundo, cuyas dimensiones son similares en ambos.[10]

Estos movimientos supusieron un gran avance sanitario. Tras construirse el primer patio en 1855 se procedió a las inhumaciones de la siguiente forma: el patio quedaba dividido por medio del pasillo central en dos zonas: derecha e izquierda, siendo efectuados los primeros enterramientos en la pared frontal respecto de la puerta de entrada y de izquierda a derecha, bordeando las paredes en el sentido de las agujas del reloj. Ello explica que las lápidas más antiguas se sitúen en dicha zona y se mantenga cronológicamente ese sentido.

Lo habitual era enterrar en zanja y no en nicho; pocos fueron los que gozaron de este privilegio sobre el total de la población, según consta en un informe[11] emitido sobre la salubridad del camposanto.

Desde que se inauguró el cementerio, hasta 1873, el gobierno cambió en  múltiples ocasiones. Quizá lo más importante a destacar en este tema es que con la llegada del sexenio democrático y su programa revolucionario, del que una de las medidas adoptadas fue el ataque directo a la Iglesia,[12] lo cual desconcertó a las autoridades municipales que regían los designios del pueblo en 1873. Autoridades que, teniendo duda sobre en quién recaía la responsabilidad del cementerio, la superioridad, para no complicarse, indicó que hasta «[…] tanto no se lleve á efecto la secularizacion de los cementerios a los parrocos corresponde su jurisdicción».[13]

                   En 1892 un fuerte temporal azotó al pueblo con tal intensidad que destruyó varias casas y hubo que desalojar de otras a algunos vecinos por el peligro de derrumbe de sus viviendas. Esta inclemencia del tiempo también afectó al cementerio, del que se desprendieron varios trozos de muros, cuyo arreglo resultaba imposible por no cesar las lluvias e impedir la obra. El destrozo fue tan grande que algunas bóvedas corrían el peligro inminente de dejar sus contenidos al descubierto si los muros terminaban por colapsar sobre los nichos o bóvedas inmediatos.[14] Cuando cesaron las lluvias se procedió a la reparación urgente, sin más dilación, escarmentados de la reprimenda que recibió el secretario del Ayuntamiento en 1853 al preguntar con cargo a qué partida iban los gastos de tan urgentes reparaciones, asunto del que hemos dado cuenta páginas atrás.

Decíamos que el cementerio rápidamente quedó pequeño y en 1913 se intentó ampliar, aunque al no haber partida presupuestaria para ello,[15] sería en 1921 cuando se acometiera la ampliación con un segundo patio, aprovechando los fondos destinados a los actos lúdicos de las fiestas patronales de ese año, que fueron suprimidas con motivo del llamado Desastre de Annual.

Por esas fechas el presupuesto municipal para los festejos ascendía a 1.300 ptas. de las que 300 eran destinadas a los actos religiosos y las 1.000 restantes a actos festivos. Estas 1000 ptas. del presupuesto municipal de 1921 fueron destinadas a la adquisición del segundo patio del camposanto. El acta capitular de la sesión de 11 de agosto de 1921, recoge el sentir y la actitud tomada en los siguientes términos:

«El Presidente expuso a la Corporación que en atención a las tristes circunstancias porque atraviesa la Nación con motivo de los luctuosos sucesos de Melilla, (refiérese a Annual) entendía que debían suspender los festejos de feria y que la cantidad de mil trescientas pesetas consignadas en presupuesto con tal objeto se destinaran a aumentar la dotación del Capitulo 6º, artículo 11, a fin de poder llevar a efecto la reforma y ampliación del cementerio, acordada en la sesión del día veintiocho de Julio».[16]

Para la construcción del segundo patio se dieron una serie de condiciones a tener en cuenta por los concursantes que optaban a la obra y que sucintamente dice:

«[sic] En contestación a su petición verbal hecha por V. a los que suscriben tenemos el honor de contestar lo que sigue para el agrande del cementerio de esta población hecha por cuenta de los firmantes de la forma siguiente.

1º El simiento hacerlo de obra de mampostería para rellenar dicho simiento.

2º Dos metros de mampostería de altura después de dicho simiento.

3º Bardilla (?) de tejas.

4º Repellado aun lado y á otro con lleso y tierra todo color perfectamente”.[17]

         Tres fueron los presupuestos que se presentaron, firmados por Baltasar Báez, Francisco Ruiz y Francisco Pozo Muñoz. De éste, que parece ser al que finalmente se adjudicó la obra, para hacernos una idea del trabajo a realizar y las condiciones de contratista y contratante, respetando su deficiente ortografía y caligrafía, reproducimos literalmente el documento que recoge dicho presupuesto:

«[sic] Presupuesto y condiciones de la ampriación del sementerio de esta Villa que son las siguientes:

Una serca de mampostería de Piedra y barro que miden sus tres paños de que se compone 100 metros de larga con dos metros y medio fuera de tierra simentación al firme del terreno. Para la conservasión de dicha serca el caballante (?) de teja manotrada (?) con yeso y al cillón (arcillón) y su primera mano de cal.

También sera por cuenta del contratista espuertas cubos andamios asi como todo lo necesario para su construcción solo queda por cuenta del alluntamiento  como propietario los materiales de campo puertras y tierra para ebitar  sea baciones (?) dentro de dicho patio el que suscribe como portal (?) la agudica enprecio de Ptas novecientas veinte y cinco.

[firmado] Francisco Pozo Muñoz”.[18]

Con este segundo patio ocurrió lo mismo que con el primero, es decir, pronto quedó pequeño, lo que no tardó en que se iniciaran de nuevo gestiones para su aplicación. Gestiones que se pusieron en marcha a finales de los años cincuenta, pero por una razón u otra el proyecto presentado ante la Comisión Provincial de Servicios Técnicos a finales de esa década no fue aprobado hasta 1963. Recibida la autorización, el alcalde contactó con los propietarios del terreno,[19] comprándose mil cuatrocientos m2, espacio comprendido en el rectángulo de tierra adosada a la cara norte del cementerio de 70 m de base y 20 de altura, prolongando estos últimos, hacia el norte, la fachada principal donde se ubica una segunda puerta de acceso.[20] En 1964 fue aprobada definitivamente la compra, desembolsando el Ayuntamiento la cantidad de 14.000 ptas., respondiendo al cálculo en el que fue tasado el terreno a razón de 10 ptas. el m2.

Avanzado el proyecto de ampliación y desglosado su financiación en los presupuestos municipales, se recibe una subvención de 100.000 ptas. del Gobierno Civil, destinada a la citada ampliación del camposanto. En esta situación, el Consistorio no tardó en suplicar que se le permita destinar dicho importe a las obras de la Plaza Pública, puesto que las del naciente Mercado de Abastos estaban igualmente muy avanzadas.[21]

 La última adquisición fue el terreno adjunto situado en la zona al sur, donde quedó ubicado el Tanatorio Municipal, que cuenta con dos salas y un amplio aparcamiento, inaugurado el 1 de diciembre de 2007.

 

 

 

[1] El 3 de abril de 1787 Carlos III decretó a través de una Real Cédula la prohibición severa de enterrar en las iglesias en beneficio de la salud. 

[2] En 1804, una circular de Carlos IV recordaba la Real Cédula de su padre Carlos III  exigiendo su aplicación. Aunque se sucedieron disposiciones complementarias y Reales Órdenes sobre este asunto desde 1799 hasta 1840,  a mediados de siglo aún no se habían construido cementerios fuera del poblado en más del 50% de los municipios de España. Fuente de Piedra era uno de ellos.

[3] AMFP. Doc. de Sec. Año 1847, doc. N.º 7 y 739.

[4] AMFP. Doc. de Sec. Año 1847, doc. N.º 744.

[5] AMFP. Doc. de Sec. Año 1853, doc. N.º 103.

[6] AMFP. A.C. de 4 de octubre de 1856.

[7] AMFP. A.C. de 10 de julio de 1885.

[8] Desde inicios de 1885 se vive en el país una fuerte epidemia de cólera morbo asiático que hace intervenir a las autoridades sanitarias para evitar su propagación. Fuente de Piedra cuenta con ferrocarril y recibe instrucciones de cómo actuar ante todo aquel que procedente de las zonas infestadas pretenda entrar en el municipio. A estos efectos, al no disponer de edificio donde mantener a aquellas personas sospechosas de padecer la epidemia, el cabildo tomó la decisión de alquilar a Rafael Pardo Casasola el palacete que posee a la salida del pueblo, en aquel momento edificio aislado, situado al norte del municipio, más allá del Prado en el camino de La Roda; conocido como casería de Pardo. Apud: AMFP. A.C. de 30 de agosto de 1885.

[9] De las reducidas dimensiones del nuevo cementerio ya era consciente el cabildo municipal, que aborda el tema en la sesión capitular de 5 de noviembre de 1913. Si bien, hasta 1921 no se acometerá su ampliación.

[10] AMFP. Doc. de Sec. Año 1855, doc. N.º 135.

[11] AMFP. A.C. 17 de junio de 1884.

[12] El ataque se había iniciado un siglo atrás con la expulsión de los jesuitas. Después seguiría la quema de conventos y otras barbaries.

[13] AMFP. Doc. de Sec. Año 1873, doc. N.º 110.

[14] AMFP. Doc. de Sec. Año 1892, Leg.16,  doc. N.º 59.

[15] AMFP. Libro de Actas de las Sesiones,  Año 1913, fol. 49. A.C. de 13 de noviembre de 1913.

[16] AMFP. Actas Capitulares, Sesión 11 de Agosto de 1921.

[17] AMFP. Corresp. Oficial. Año 1921, s/f (sepiembre) doc. N.º 5653.

[18] AMFP. Corresp. Oficial. Año 1921, (s/f) doc. N.º 5650.

[19] El terreno pertenecía a los hermanos Carmen, Luisa y Juan Franquelo.

[20] AMFP. A.C. de 20 de abril de 1963 y 16 de mayo de 1964.

[21] AMFP. A.C. de 20 de abril de 1963.

 

 

Fragmento de Historia Temática Villafontense

Capítulo.- Lugares con Historia

El Cementerio

Francisco Muñoz Hidalgo

(Obra en composición)

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