FUENTE DE PIEDRA
El reloj de la torre de la iglesia
Cuando en 1889 se inauguraba la iglesia, su torre presentaba un aspecto muy distinto al actual. Las campanas eran las del templo anterior, más pequeñas que las actuales y debajo un hueco circular permanecía vacío aguardando ser ocupado por el reloj.
Si ya desde la Edad Media las campanas se comportaban como relojes en tanto que su toque anunciaba el inicio o la vuelta del trabajo y marcaba otras secuencias temporales como el momento de acudir a misa, etc., a finales del siglo XIX esa función ya la cumplían los relojes, circunstancia que se tuvo en cuenta cuando se levantó el nuevo templo. A este respecto diremos que el servicio de indicar la hora a toda la población la debía ejercer la autoridad municipal valiéndose de un reloj ubicado en la Casa Consistorial. Pero en Fuente de Piedra esto era imposible al no disponer entonces de edificio público propio donde instalar sus dependencias municipales, pues desde su fundación hasta bien avanzado el siglo XX anduvo en régimen de alquiler, cambiando de ubicación periódicamente. Sin embargo, en 1926 se instalaba el reloj de la iglesia, que marcaría además de los tiempos religiosos, las horas y medias horas para conocimiento y uso de toda la población.
La idea partió de D. Remigio Rubio Tirado, maestro de escuela y a la sazón alcalde, que no dudó, en su escaso, pero muy productivo tiempo de mandato, iniciar el proceso de adquisición del reloj para la torre de la iglesia. Si el 18 de septiembre tomaba posesión, no perdió el tiempo: dos meses más tarde, D. Mateo Marot y March, relojero al que se pidió presupuesto, se disculpaba, ante el apremio de D. Remigio, por no haber podido atender antes su requerimiento. Pero el proceso fue rápido, el 19 de diciembre enviaba el presupuesto, el 21 los contratos con las condiciones, el 23 se informó a la Corporación y el 31 quedó aprobado.
El importe del reloj ascendió a 2.800 ptas., pagaderas en 6 plazos trimestrales: 500 ptas. el primero y el último, quedando los cuatro restantes a razón de 450 ptas. cada uno.
D. Mateo Marot y March, tenía su sede social en Madrid, en la calle San Sebastián nº 2 y en la Plaza del Ángel nº 10, y se desplazó al pueblo, vio las condiciones de la torre y se comprometió a colocar el reloj en un plazo no superior a cuatro meses, con una esfera de 1 m de diámetro, cristal transparente, numeración romana en cada una de las horas y juego de minuteros para apuntar horas y minutos. Sonaría en las horas y las medias, repitiendo solo las horas y con una autonomía de 30 horas de cuerda. Se incluía además de la esfera, toda la maquinaria y el martillo de hierro fundido con sus correspondientes cojinetes, poleas, pesas y demás elementos para ponerlo en perfecto funcionamiento, dando una garantía de diez años.
A cargo del señor D. Mateo Marot y March corría el transporte por ferrocarril desde Madrid a Fuente de Piedra de todo el mecanismo, así como la dirección de su instalación, quedando a cuenta del Ayuntamiento el traslado desde la estación al pueblo, el viaje del operario y las obras que hubiese que hacer para su colocación, además del personal necesario para ayudar a subir todos los elementos, montar el andamiaje, etc.
Y así fue que, un día del primer trimestre de 1926, el reloj de la torre echó a andar marcando el tiempo a los villafontenses.
Inactivo durante algún que otro período de tiempo, su compleja maquinaria ha sido aislada y sustituida por un sistema eléctrico que, a través de una centralita previamente programada, vuelve de nuevo a transmitir, puntualmente, la información horaria a todos los vecinos.
Francisco Muñoz Hidalgo