FUENTE DE PIEDRA
«Desfaciendo entuertos»
La frase: «Los pueblos que no conocen su historia están condenados a repetirla» se atribuye, erróneamente, al filósofo de nombre interminable Jorge Agustín Nicolás Ruiz de Santayana Borrás. Pero lo que Santayana literalmente dijo fue «Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo»; frase en la que nada dice, ni de los pueblos, ni de su historia. Otra cuestión es que si incluimos esas dos palabras y reconstruimos la oración, podamos obtener una gran verdad.
Pues bien, en base a esa gran verdad parece ser que los villafontenses carecemos de memoria —como tantos otros pueblos, pues este defecto no es privativo nuestro—. Si aplicamos el postulado anterior comprobaremos que hemos tenido que repetir nuestra historia en más de una ocasión. Para no cansar, veamos sólo tres casos de los más recientes.
Caso primero.- Año 1959. Mañana limpia y tranquila de mayo. Cuatro hombres se aproximan a la Fuente de la Piedra, trepan hasta el pináculo y a golpes de pico y maza van desmontando los ya de por sí maltrechos sillares. En su caída golpean el pilar que sufre las consecuencias de los impactos. Finalmente, el conjunto es enterrado. A la Fuente de la Piedra se la ha tragado la tierra (imagen de la izquierda).
Los que llevan a efecto dicha acción son simples obreros asalariados; los que lo ordenaron, ignorantes incapaces de ver el alcance de sus decisiones, zafios totalmente convencidos de actuar rectamente y ajenos e inconscientes de haber tomado una desafortunada y negligente decisión: enterrar el símbolo del pueblo, su raíz, la que le dio razón de ser y origen, además de su propio nombre.
Este error será subsanado tres décadas más tarde. En 1994 volvía de nuevo a la luz, y aunque desplazada unos metros a poniente de su ubicación primitiva, se volvía a recuperar el símbolo del municipio.
Caso segundo.- Diez años más tarde, otra mañana, el vecindario se encuentra con un templo parroquial que no reconoce: han tapado la Puerta del Perdón, retirado la verja exterior, eliminado el murete que la sostiene y el pequeño jardín que encierra, palmeras incluidas. También, en el altar mayor se ha tapado el camarín, retirados el resto de los ornamentos y luce una lisa pared. La patrona ha sido bajada del camarín y ubicada tras el evangelio sobre una peana a ras del suelo. El amplio lienzo en que se ha convertido el altar mayor es ocupado por una imagen de Cristo crucificado. Para completar la faena, a la fachada de ladrillo visto le dan una mano de cal hasta donde alcanzan las cañas, dejándola blanca y reluciente (imagen central).
Reconocido el error se procedió a desfacer el entuerto y dos décadas más tarde se recupera el ladrillo visto en la fachada. En el interior se reabre el camarín y la patrona vuelve a ocuparlo, pero la Puerta del Perdón y el jardín delimitado por el murete sobre el que se eleva la verja se pierden definitivamente.
Caso tercero.- Pasan veinte años y otra clara mañana los vecinos se encuentran una nueva sorpresa. La casería del marquesado ha desaparecido. En su lugar un cartel reza: Venta de Solares y, bajo esta leyenda, un número de teléfono. Otro error, salvo que este es irrecuperable.
Por tanto, al margen de lo que dijera Santayana, la famosa frase, tal como finalmente ha sido armada: «El pueblo que no recuerda su historia está condenado a repetirla», insisto que sin ser privativa nuestra, pues a muchos otros pueblos les ha ocurrido lo mismo, no nos exime de reconocer que a Fuente de Piedra le viene como anillo al dedo y como muestra esos tres botones.
Bueno, de momento dos, hemos sido condenados a recuperar la fuente y reconstruir la iglesia. Pendiente queda recuperar la casería del marquesado. Pero… esa sí que es otra historia.
Francisco Muñoz Hidalgo