FUENTE DE PIEDRA
Edad Moderna y Contemporánea
1
LA “FUENTE DE LA PIEDRA”
Clave del nacimiento del pueblo
La historia se repite, ese es uno
de los errores de la historia
(Charles Robert Darwin)
El nombre del municipio, así como la evolución que ha tenido, está tan estrechamente relacionado con la famosa fuente de propiedades curativas que hubo hasta hace pocos años, y tan estimada fue en la antigüedad y siglos posteriores, que resulta imposible separar ambos temas: el nacimiento del pueblo y la Fuente de la Piedra. Por este motivo, van de la mano, alternándose en el presente capítulo.
Los pueblos siempre eligieron lugares próximos al agua para sus asentamientos y, por tanto, es lógico pensar que esta zona, abundante en ella y con las propiedades de curar el «mal de piedra»[1] y estómago, entre otras muchas enfermedades, ya hubiese sido habitada en tiempos anteriores a Cristo. De hecho, el testimonio más antiguo tiene su origen en el Neolítico, al que pertenecen unos útiles líticos aparecidos en torno al venero cuando se procedía a la recuperación de la Fuente de la Piedra que fue enterrada en 1959, consistentes en lo que parece ser un trozo de hacha pulimentada y varios fragmentos de cerámica realizada a mano.[2]
La Fuente de la Piedra fue el eje conductor que determinó el origen, ubicación y evolución del municipio, al igual que lo hizo con los poblados anteriores.
Si bien carecemos actualmente de pruebas que permitan afirmar que los pueblos que se sucedieron en la zona hasta la llegada de los romanos, bien transitando por ella u ocupándola (entre ellos los turdetanos, fenicios, o cartagineses) aprovecharan las aguas de la Fuente de la Piedra, hay que considerar los copiosos yacimientos arqueológicos de sus inmediaciones aún no excavados, poseedores de una valiosa información que puede arrojar luz sobre el tema que vamos tratando, dada su proximidad. Al efecto, valga como referencia el yacimiento de La Noria, con una amplia banda cronológica ocupacional que va de los inicios de la Edad del Hierro, en un primer momento, a una segunda etapa en el Alto Imperio romano.
Es durante el dominio romano cuando encontramos un nuevo testimonio, en este caso literario-arqueológico, muy significativo por cierto; hace referencia a la Fuente de la Piedra, eje en torno al cual gira la historia del pueblo, dándole razón de ser y nombre. Se trata de un ara inscrita en latín. Ambrosio de Morales (1513-1591), en su obra Las Antigüedades de las ciudades de España,[3] dice respecto de ambas:
«[sic] Y de ser aquella tierra de esta naturaleza de producir aguas tan saludables, tenemos un testimonio de más de 1.300 años. Es una piedra que está agora en Antequera a la puerta del Hospital de la Concepción: mas muchos son vivos que saben cómo se traxo de las ruinas de la antigua ciudad de Nescania. Allí estaba la piedra en una huerta cabe en una fuente casi tan buena como esta otra de que vamos tratando de la cual no está muy lexos. Es ara, y assí tiene estas le-tras:
FONTI. DIVINO.
ARAM L. POST
HVMIVS. SATV
LIVS. EX. VOTO
D.D.D.
Que dice en castellano: Lucio Postumio Satulio por voto que tenía hecho dio, y dedicó esta Ara de esta Divina fuente. Parece cierto —prosigue—, que este Postumio Satulio, sanó con el agua de aquella fuente de alguna enfermedad, y así hizo voto de ponerle aquel Altar con su dedicación, y llamarla Divina para declarar su excelencia y celestial virtud».
Parece ser que esta piedra, que actualmente se encuentra en Antequera, fue recogida en Nescania (Valle de Abdalajís), aunque perteneció a esta fuente, según afirman los cronistas de la época que se interesaron por la cuestión. El Dr. D. Alfonso Limón Montero (s. XVII) en su Espejo Cristalino de las Aguas de España, aporta sólidos argumentos al respecto.[4] Por su parte, el presbítero malagueño Cecilio García de la Leña (1789), en sus Conversaciones históricas malagueñas, difiere en cuanto a la procedencia del Ara. Según el referido autor, el traslado de la misma se realizó directamente desde Fuente de Piedra a Antequera.[5]
Los romanos llamaron al lugar FONS DIVINUS,[6] siendo posteriormente identificada con otros nombres. Consecuencia de ello, alrededor de aquella fuente surgió —si no existía ya antes—, un núcleo urbano de cierta importancia en la comarca, precisamente por el poder de sus aguas.[7] La presencia de restos romanos en las zonas conocidas como La Sota, Los Solises y El Castillo, vienen a informarnos de la existencia de un núcleo urbano de cierta extensión situado al sur del manantial. A su vez, al noroeste, a unos trescientos metros, en Los Castillejos, la amplia dispersión de restos encontrados denuncia otro asentamiento urbano de gran entidad, que contaba así mismo con una importante necrópolis, a unos quinientos metros de la existente en la necrópolis protohistórica de La Noria.
En la Alta Edad Media su fama se fue perdiendo, siendo conocida sólo en el ámbito comarcal. No obstante, su denominación primitiva, el nombre originario, pervivirá en el tiempo y será el que acuñe el del actual municipio, levantado en 1547, en parte construido con:
«[…] Otros (Refiérese a bloques de piedra) fueron traídos luego de Nescania, a siete millas al oeste, donde se construyó una aldea en 1547 para los invá-lidos que venían a tomar las aguas de la antigua Fons Divinus, llamada ahora la Fuente de la Piedra por ser buena para las dolencias del riñón».[8]
El pueblo actual nace a la par que la Edad Moderna,[9] asentado sobre poblados anteriores y, aunque lo hemos abordado en otros temas,[10] se hace necesario recordar que Fuente de Piedra fue reconquistada por los cristianos en 1462.
Durante 85 años (1462-1547) el lugar estuvo despoblado, pero el interés de sus aguas evitaría que esta situación se prolongase y, sosegadas estas tierras tras los choques arma-dos entre moros y cristianos, inválidos y demás enfermos en-contrarían en ellas la solución a sus males. De nuevo las aguas irán adquiriendo renombre tras los oscuros siglos de la Alta Edad Media, en los que se llegó a perder casi totalmente su celebridad.
La continua afluencia de gente desde los más remotos lugares dio lugar a la creación de una aldea en 1547 que fue bautizada con el nombre de Fuente de la Piedra, en honor al célebre venero. Su fama llegará ahora a latitudes distantes y el líquido será exportado incluso al nuevo continente descubierto años atrás: América.
Los primeros edificios se construyeron con la piedra extraída de una cantera que se encuentra en la parte posterior de la fuente. Para la mayoría de los estudiosos, esa peña era la que cedía al agua sus propiedades curativas. El Dr. Alfonso Limón Montero dice en su Espejo Cristalino de las Aguas de España, según recopiló del folio 130 de la obra de Morales, cuyo párrafo literalmente dice:
«[…] La causa de todo este bien tengo por cierto es nacer, y pasar aquella agua por veneros de oro. Conjetúralo el haber un venero amarillo en la piedra, que dice está sobre la fuente de la cual sacaban piedra para el edificio del dicho lugar, y que […]»[11]
Los edificios más lujosos fueron a su vez adornados con los fragmentos de un palacio y teatro antequeranos, igualmente utilizados como cantera. La mayor parte de estos fragmentos fueron empleados en la construcción del convento de San Juan de Dios (Antequera) y algunas de estas piedras aún son visibles, pues están incrustadas en los muros cerca del Arco de los Gigantes, también en Antequera. Otros que se encontraban en Nescania (actual Valle de Abdalajís), sirvieron para adornar las viviendas que antes mencionábamos.
Construido este caserío sobre las cenizas de poblados anteriores, fue expandiéndose progresivamente. Treinta años más tarde existían unas doscientas casas. Ambrosio de Morales y Rodrigo Méndez Silva así lo indican en unos testimonios recopilados por el Dr. Montero, que dice:
«[…] Es tanto el crédito de las aguas de dicha fuente, que afirman Morales y Silva, que por la frecuencia de los que acudían a ellas se pobló un pequeño lugar por los años 1547, y hoy está la población tan crecida que llega a número de doscientas casas tomándose el lu-gar el nombre de dicha fuente llamándose Fuente la Piedra».[12]
También, en el capítulo VII de la Población general de España, de Méndez Silva, leemos:
«[…] Tiene una laguna de sal, comprendiendo una legua de largo, y media de ancho, de que se provee aquella tierra, y a tres leguas, la afamada Fuente de la Piedra, saliendo a borbotones entre medicinales yerbas, cuya agua es eficacísimo remedio de este mal; siendo tanta la frecuencia de gente, que se pobló año 1547 un pequeño Lugar de su apellido».[13]
En su obra Pueblos Malagueños, Diego Vázquez Otero añade:
«[sic] Aunque en alguna parte hemos leído que ya en el siglo XVI constituía un núcleo urbano, creemos que su antigüedad es mucho más remota, pues debió existir como tal ciudad en los tiempos de la dominación romana en España, ya que de entonces se conserva en Antequera entre sus piedras milenarias, un Ara o Altar en el que se lee un grabado en latín en el que reza: FONTI DIVINO. ARAM L. POST HVMIVS. SATVLIVS. EX VOTO. D.D.D., que traducido al castellano dice: Lucio Postumio Satulio sanó de su padecimiento con el agua de esta fuente y así hizo voto de ponerle aquel altar con su dedicatoria, llamándola divina para resaltar sus virtudes excelsas. De suerte que el nombre de esta villa de Fuente Piedra nace de la virtud de las aguas de su fuente que tienen la propiedad de curar el mal de piedra esto es, de disolver los cálculos renales y los de vejiga. Circunstancia y antigüedad que recogió el eximio historiador Ambrosio de Morales quien en su Descripción de España dice que es la más famosa de todas las de nuestro país. La llama de Antequera, de la que dista dos leguas y porque perteneció a su jurisdicción y porque desde muy antiguo se le conoció con ese nombre cuando todavía no se había fundado el pueblo que en la actualidad se llama así».[14]
Fuente de Piedra fue fundada en 1547, fecha en que le es asignada dicha denominación, pues los poblados sobre los que se asienta tuvieron nombres distintos.
En la misma sintonía tenemos el testimonio del Dr. Alonso García de Yegros, que en un manuscrito que se conserva en la catedral de Málaga y titula: Historia de la antigüedad y nobleza de la ciudad de Antequera, detalla las características de la Fuente de la Piedra, propiedades y alcance que, para no extendernos reproducimos en el Anexo 16.
El término de Fuente de Piedra fue jurisdicción de Antequera. De ahí que la fuente fuese también conocida como Fuente de Antequera. Posteriormente, con término municipal propio, Fuente de la Piedra abarca dicho manantial, pero por inercia se le sigue llamando «[…] baxo el nombre de Antequera por estar a dos leguas de ella, al que han seguido nuestros Historiadores modernos».[15]
García de la Leña, aun conociendo el nombre del Lugar la sigue llamando de Antequera para no inducir a error y escribe así en su IV conversación:
«[sic] No hay duda son muchas las aguas medicinales y minerales que hay en estos contornos y todo el Obispado, como irá Vm oyendo, entre las que sobresalen porque se han hecho más uso de ellas, las de los Baños de Hardales, de Bilo, El Duque y para el mal de piedra las de este Lugar cerca de Antequera».[16]
Por sus notas sabemos que Leña conocía el nombre del Lugar donde se ubica el manantial, pues la conversación dedicada a ella, la titula: «Agua de la Fuente de Piedra», añadiendo adición en letra más pequeña que dice: «Término de Antequera». A su vez, también nos dice de la aldea que había surgido en torno al venero.
La palabra Lugar, se refiere en este caso a un poblado mayor que aldea (200 casas) y sin categoría de villa, pues entonces era un arrabal dependiente de Antequera.
Poca importancia tiene el nombre empleado para designarla, pues, sea uno u otro, se trata del mismo manantial. Con ello pretendemos aclarar que en los textos que a continuación añadimos sea Fuente la Piedra o Fuente de Antequera como se la denomine, se trata del mismo venero.
En lo relativo al manantial y su fábrica sabemos que ya existía una pequeña obra y un ara romanos hace dos milenios. Al paso del tiempo se hicieron necesarias otras reformas. De ellas tenemos conocimiento de la practicada en 1560, bajo el reinado de Felipe II, cuyo objetivo fue la recogida de las aguas del manantial en un pilar al que se le daba salida hacia el norte. El doctor D. Juan de Dios Ayuda, en su Examen de las aguas medicinales de más nombre que hay en las Anda-lucias, escribe:
«Aunque naciendo el agua de esta fuente hacia arriba por entre los bancos de piedra expresados, no haya sido fácil recogerla en correspondiente arca, y que saliese por caño, se procuró no obstante en el reynado del Señor Felipe II resguardarla en lo posible, y dar á conocer que no se la miraba con la indiferencia que ahora.
Así se manifiesta que la revistieron por los quatro ángulos de un pretil de correspondiente altura, y su materia mármol roxo, permaneciendo todavía el lienzo que mira al norte y cae sobre el pilón, y en él la inscripción siguiente:
Esta obra mandó hacer la Ciudad
de Antequera siendo Corregidor el
Ilustre Señor D. Francisco Coello.
Año de MDLX.
El citado pilón, también del mismo mármol, subsiste todavía, pero solamente se descubre el borde; pues hallándose mas alto el terreno que le cerca, y no habiendo cuidado darle corriente, al agua, se ha atarquinado poco menos que la fuente, de cuyos escalones para baxar á ella apenas quedan rastros: me aseguraron que en el pilón había otras inscripciones».[17]
En los siglos XVI y XVII las aguas vuelven a adquirir renombre, siendo ponderadas al máximo. Esta fama llegó a América y otros puntos a donde fueron exportadas. Al respecto tenemos el testimonio de Juan Antonio de Estrada y Paredes, que en su Población General de España, al hablar de la Fuente de la Piedra dice que hay muchas fuentes para el riguroso mal de ahijada, «[…] pero en el término de la ciudad de Antequera hay una, que es tan experimentada para esta penuria, que se conducen sus aguas embarcadas á Italia y otras partes más remotas”.[18]
Las aguas, motivo principal de la celebridad del municipio, no fue la única singularidad: una flor, la Saxifragia, poseía las mismas cualidades que el líquido y fue utilizada tanto para sanar la litiasis urinaria, como certificado de garantía y procedencia de las aguas que se comercializaron.
Con varios racimos de esta planta se confeccionaba una corona abierta, que los aguadores que trasportaban el líquido hacían pender de su cuello, certificando así la procedencia del agua, ya que dicha flor sólo nacía alrededor del venero. Morales, en su citada obra dice de ella:
«La más insigne, de todas las fuentes de España, parece es la de Antequera, por la gran fuerza que tiene contra la terrible enfermedad de la piedra, que se engendra dentro de nuestros cuerpos. Por esto se lleva por España más de cien leguas, y aún a Nápoles se ha navegado en nuestros días, porque también conforta mucho el estómago, y ayuda contra otras grandes enfermedades. Pónese muy gran recaudo en que se haga falsedad de dar otra por ella, por esto si se lleva a los lugares cercanos, los aguadores que viven de llevarla, se ponen guirnaldas de la yerba Saxifragia, de que la fuente está rodeada, y si llega la yerba fresca en la guirnalda, es señal de haber llegado a la fuente, y cogido el agua, por no haber aquella yerba sino allí en toda aquella tierra. Cuando la llevan lexos un Escribano da testimonio de la persona, día mes y año en que se cogió el agua, y después el Cura de la Iglesia sella los cántaros de manera que no puedan abrir sin sentirse; y Escribano y Cura hay porque poco a poco por la frecuencia de los que van por el agua, se ha poblado de treinta años a esta parte allí un Lugar, y aunque la fuente se llama de Antequera, dos leguas está de aquella Ciudad, y la tierra que tan aparejada es para criar la yerba Saxifragia, a quien se le dio en latín este nombre por la fuerza que tiene en quebrantar y hacer pedazos las piedras en los cuerpos, comunica aquella virtud a la vena de agua, que por ella pasa».[19]
El Dr. D. Francisco Criado y Balboa, presbítero y médico de Antequera, persona muy acreditada en su época, analizó las aguas y, dice que las orillas del arroyo de la fuente estaban pobladas de la Saxifragia mayor que es la que con más frecuencia nacía alrededor del venero, hierba pequeña de unos diez dedos de alto y un tallo cuadrado de color tirando a rojo. A esta hierba le nacen cuatro ramillos y en ellos y por lo alto da muchas flores de color azul y blanco, en racimos pequeños, siendo la raíz fina y delgada, añadiendo que:
« […] muchos herbolarios la tienen por singular por no hallarse en otra parte».[20]
En efecto, la Saxifragia tiene raíz bulbosa y da flores blancas y:
«[…] Su infusión se viene usando de tiempo inmemorial contra el llamado Mal de Piedra».[21]
El nombre científico por el que es conocida esta hierba es el más apropiado: del latín Saxum: Piedra y Frago: romper, deshacer, quebrantar. Saxifragia = romper la piedra. Pero entre los habitantes del Lugar la flor fue conocida por el localismo CAÑIVANO, nombre ajustado al hueco del tallito. Sus propiedades ya las conocían y se beneficiaron de ella al comprobar que, además, confortaba el estómago. Esta circunstancia la comentan varios autores, entre ellos Gómez de Bedoya y Paredes, García Leña, Limón Montero, etc.
Volviendo a las aguas, en 1697, el Dr. Alfonso Limón Montero en los legajos de su: Espejo Cristalino de las Aguas de España, describe ampliamente sus propiedades curativas y cita los nombres de otros médicos de la época que se ocuparon de la cuestión. D. Pedro Gómez de Bedoya y Paredes, en su Historia Universal de las Fuentes Minerales de España,[22] hace una exposición igualmente amplia, citando las notas tomadas por el Dr. Montero, Dr. Balboa y otros como D. Juan de Segura y Alva (médico de la villa de Archidona) y D. Francisco Criado y Balboa (sacerdote y médico de Antequera), que contribuyó a una exacta y completa relación de las cualidades de la fuente y sus «virtudes», concluyendo del análisis de dos azumbres de agua, que estas adquirían su poder al pasar por tierra con minerales de oro, marcasita y acero. Coinciden todos los doctores que es muy dulce y fría en verano y que, por su singularísima virtud de curar toda enfermedad de piedra en riñones y vejiga y confortar el estómago, la habían llevado a Italia y a las Indias.[23] Añadían que otras virtudes eran la de desopilar poderosamente a las mujeres en sus faltas de evacuaciones menstruales, abrir las obstrucciones de los hipocondrios, hígado, bazo, páncreas, mesenterio y madre (útero); dando fe que no había enfermo de estas dolencias que tras tomarla no hubiera sanado perfectamente o tenido considerable mejoría.[24]
Mucho se opinó sobre el material que daba el poder al agua. Hubo quien afirmaba que el líquido pasaba por ciertos minerales (oro, marcasita, acero), que le conferían estas virtudes. Otros achacaban sus propiedades a la flor Saxifragia, postura no compartida por otro sector que basaba su negativa en la poca profundidad que sus raíces alcanzaban.
Morales dice que el poder de las aguas era adquirido en la cantera de piedra amarilla que hay en la parte posterior del venero. Cantera cuya veta aflora violentamente a la superficie en dirección a la calle El Castillo. Esta teoría no fue compartida por el Dr. Montero, que afirmaba tajantemente que las centellas de metal fácilmente observables en dicha piedra no cedían ninguna propiedad, como tampoco lo hace el oro. No obstante, coincide con Morales al decir que estas virtudes eran adquiridas en la tierra por la que el elemento pasaba.
Para Gómez de Bedoya y Paredes, las propiedades procedían de la cantera de piedra, encontrando explicación al comprobar cómo otro golpe de agua que nace en las inmediaciones tiene efectos distintos por no pasar por dicha roca. En su Historia Universal de las Aguas Minerales dice:
«[…] Confirma esta sospecha, el ver que otro golpe de agua, que nace cercano a dicha fuente, tiene efec-tos contrarios, y de ellos infieren que tanta diferencia en una breve distancia, parece, que procede de no pasar esta segunda agua por el mismo mineral que la primera, ni participa cosa alguna de dicha peña. Siempre se ha tenido por cierto, que transita por minerales de Acero y Marcasitas, los cuales comunicaban la virtud, o por tierra en que se cría mucha Saxifragia, planta que tiene la misma virtud de que-brantar la piedra de la vejiga de la orina, de que se halla totalmente poblado todo aquel cerrillo, y cima de la fuente».[25]
Cuando en 1818, bajo el reinado de Fernando VII, las aguas estancadas que ocasionaron la muerte de muchos que las bebieron fueron levantadas, se construyó el pilar hacia el cual se canalizaron ambos veneros, correspondiendo los dos caños de la izquierda al manantial medicinal. Para identificarlos, una placa fue instalada en la cabecera del primer caño, donde se conservó hasta que en 1959 fue enterrada.
Ciertamente, fuesen unos u otros los materiales que aportasen dichas propiedades, las aguas eran medicinales y un siglo antes Santa Teresa de Jesús ya lo comentaba en sus famosas cartas. Cartas que dicen así:
68-6A,2.- A Doña Luisa de la Cerda, Antequera. (Datada en Ávila, a 9 de junio de 1568): «[…] viene de camino un pariente mío que siendo niño tuvo piedra y con esa agua de esa fuente sanó que nunca más la tuvo […]»
77-2A,3.- A Ambrosio Mariano de San Benito (Ma-drid) (Fechada en Toledo a 5 de febrero de 1577): «[…] No me escribe nuestro padre sino que está bueno, aunque con algunas indisposiciones a veces. Ahora lo sanará la fuente que está cabe Antequera […]»[26]
Durante más de dos siglos el manantial gozó de una época de esplendor, llegando su fama a latitudes distantes. Sería a finales del siglo XVIII cuando se inicie una crisis motivada por las epidemias de tercianas y cuartanas de la que no volvería a resurgir. Estas epidemias afectaron intensamente a la villa, debido a los vapores que exhalaban las aguas putrefactas estancadas en El Prado (hoy Plaza Pública).[27] Consecuentemente, la población quedó muy diezmada y el Lugar prácticamente deshabitado.[28]
Tres décadas más tarde, concretamente en 1788, con motivo de aplicar la Real Instrucción de Pósitos de 1753, se volvía al tema para proceder a la construcción de la Casa Panera, donde habría que guardar y tener contabilizado el grano en la cantidad, porcentaje a percibir en los préstamos a los agricultores y demás aspectos definidos en la Real Instrucción. Pero al mismo tiempo se daban también instrucciones para ver la viabilidad de desecar El Prado y levantar la fábrica necesaria en la Fuente de la Piedra. Se hicieron los informes pertinentes, pero la obra quedó en suspenso.[29]
En 1792, ante la gravedad del problema por la mortandad tan grande que sufría el arrabal, el Ayuntamiento de Antequera (del que Fuente de Piedra dependía) y la presión de dos de sus corregidores: Casasola y Conde del Castillo de Tajo, terratenientes vinculados al pueblo donde tenían parte de sus haciendas, manifestaron su parecer sobre la situación que se vivía en el Lugar y se propuso adoptar medidas que resultaron «relativamente» urgentes. Decimos relativamente puesto que hasta 1818 no se sanearía el Lugar, ya que de todas las manifestaciones expresadas en el Cabildo antequerano, fue acordada por mayor número de votos la propuesta del Sr. Leiva,[30] que dejaba aparcado el tema.
Mientras tanto, la epidemia seguía cobrando su tributo. Tributo que comenzó a pagarse en el siglo XVIII con la vida de los vecinos que bebían el agua contaminada. El pánico cundió entre la población y la situación se agravaría más tarde, pues nadie iba a tomar las aguas por temor a contagiarse. De este modo, Fuente de Piedra, un pueblo que basaba principalmente su economía en la ganadería y agricultura, pero que aumentaba sus recursos con los comercios, posadas y mesones destinados a servir y dar cobijo a los enfermos que venían a tomar sus aguas, entró en una etapa de crisis que culminaría en una ruina casi total en el sector servicios.
A pesar de la gravedad de las epidemias, vecinos y foráneos siguieron consumiendo el agua, entendiendo que era medicinal. De hecho, hay constancia escrita del testimonio de las virtudes del agua hasta 1806. El célebre historiador Ceán Bermúdez[31] da numerosos detalles del pueblo, del agua y sus propiedades en el Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España, en especial las pertenecientes a Bellas Artes.[32] En dicha obra detalla como Francisco de Saavedra, quien fuera Ministro de Hacienda y Estado con Carlos IV a finales del siglo XVIII, padecía mal de piedra y aprovechando su visita en 1806 a Sevilla, se hizo llevar varios cántaros de agua acondicionados con todas las precauciones necesarias. Resultado de ello es que a los pocos días varias piedrecitas sólidas y amarillas, con una manchita negra del tamaño de una lenteja,[33] «[…] que con la continuidad del agua llegaron a más de 2.000, hasta que recuperó su salud».[34]
La obra de desecación del ejido, a pesar de su urgente necesidad se había retrasado tres décadas, acometiéndose finalmente en 1818, durante la regencia de Fernando VII.
En la década siguiente, o sea, en los años veinte de mil ochocientos, Fuente de Piedra inicia el proceso de segregación de Antequera. En 1821 ya tiene marcada su jurisdicción. Una jurisdicción que traerá ciertos problemas, especialmente con el vecino municipio de La Roda de Andalucía, asunto que trataremos más adelante, cuando se aborde la formación del término municipal. A partir de entonces (1835), el Lugar se convierte en Municipio. Más tarde se segregarán también de Antequera: Mollina, Humilladero, Cuevas Bajas y Altas.
Fuente de Piedra había pertenecido al Reino de Granada, debido a que el actual territorio de la provincia de Málaga, de la que dependemos, estuvo repartido entre los Reinos de Granada y Sevilla, que junto con los de Córdoba y Jaén conformaban Andalucía. Será en 1801 cuando Málaga se constituye en provincia marítima, independiente de Granada.
Fuente de Piedra, además, fue territorio limítrofe entre los citados Reinos de Granada y Sevilla. Al reino de Sevilla pertenecían los siguientes municipios, hoy malagueños: Teba, Cañete la Real, Archidona, Estepona, Ardales y Sierra de Yeguas; al de Granada: Ronda, Antequera, Fuente de Piedra, Marbella, Torre del Mar, etc. Más tarde, en 1809, dividida la España peninsular en departamentos, Málaga fue declarada capital del departamento denominado El Salado. Esta nueva división territorial —sin tener en cuenta la de prefecturas decretada por José I, Bonaparte—, de fecha 30 de enero de 1822, convierte a Málaga en provincia. Los últimos retoques que sufrió la provincia hasta quedar como en la actualidad ocurrieron el 30 de noviembre de 1833.
Aunque en 1818 se saneó El Prado y las aguas de la Fuente de la Piedra volvieron a circular, la salubridad del lugar dejaba mucho que desear por el comportamiento del vecindario, a juzgar por el bando que publicó en 1846 el entonces alcalde D. Diego León Jiménez, que no tiene desper-dicio y reproducimos literalmente:
«[sic] D. Diego León Giménez Alcalde Constitucional y Presidente del Ayuntamiento de esta población:
Hago saber a todos los vecinos de esta Población y habitantes en ella que siendo indispensable al Vecindario los daños que está sufriendo la obra de la Fuente que tanto bien reporta a todos los vecinos de ella y que por ello es una obligación el conservarla por todos pues de lo contrario sería un mal incalculable el Ayuntamiento de mi Presidencia celoso por el bien de sus convecinos ha determinado lo siguiente:
Se prohíbe terminantemente el hacer lavaderos en toda la misma savia de la Fuente.
Las mujeres ínterin corre el alpechín por los conductos al caor [?] se pondrán a lavar entre los dos puentes que dividen dicho caor.
Los Guardas de Resguardo y demás vecinos que quieran lavar los Caballos lo harán en las torneas de las Huertas y de ningún modo los ataran en el pirámide [?] de la Fuente
Los porqueros Concejiles al recoger los cerdos por la mañana para salir al campo los conducirán fuera del pueblo sin pararlos en el prado de lo contrario pagaran por cada uno cuatro reales.
Los Carros Cargados o Vacios que tengan que pasar por junto a la Fuente lo harán por detrás de la arquilla del agua, el que contraviniere sera detenido y pagara a seis reales.
Los padres y madres a quien a cargo estén los Zagales los amonestaran para que no tiren piedras en la Fuente e igualmente a la Arquilla depósito del Agua, al que se vea introduce porquerías en el pilar pagara su padre o madre un ducado de multa. Si fuese persona mayor. [?] dos ducados.
No será sacada ninguna bestia al Prado para que retoce ni trabada.
Las mujeres cuidaran que las gallinas que crían no salgan de sus Corrales a la calle ni que tras pasen al sembrado donde hacen notable daño.
No dudo que los vecinos de esta Población cumplirán exactamente cuanto se deja mandado por entender interesa el bien que reporta el conservar una obra que da tanto nombre a este pueblo y para que llegue a noticia de todos se firma la presente en Fuente de Piedra a 5 de enero de 1846».[35]
En el proceso de saneamiento de la Fuente de la Piedra en 1818 se anularon dos de los tres accesos de agua que recibía desde el sur, uno de la calle Ancha y otro de la calle El Castillo. Sólo se dejó el caudal del centro, que procedía también de la calle Ancha. Al haber quedado cegado el de la calle El Castillo, las aguas no se rehogaban en la roca que le confería sus propiedades, con lo cual el manantial dejó de ofrecer sus «virtudes». Pero la fama que el manantial había adquirido de tiempo inmemorial contribuyó a que medio siglo más tarde se siguieran comprando cántaros de agua. Reproducimos aquí una carta dirigida a D. Juan Antonio Cañero, secretario entonces del Ayuntamiento de Fuente de Piedra, remitida por Francisco Buzo, gestor encargado de tramitar los distintos documentos que se originaban en el Ayuntamiento y las liquidaciones que se practicaban con las distintas áreas de la Diputación Provincial. La carta dice así:
«[sic] Málaga 31 agosto de 1849
Muy Sr. Mío: confirmo a V. mi carta del correo anterior avisándole quedar evacuados los encargos que me confió por su apreciable del 24 y en la forma que deseaba.
Hoy tengo que molestarle para que sirba remitirme á la mayor brevedad posible una carga de esa agua, de modo que no sufra derramen en el camino sirbiendose decirme si sera bien pagado su importe al portador.
Calleja sin salida del Gato nro 17 frente de la portería del Conventico hoy Fábrica de Lienzos es adonde debe dirigirse dicho conductor.
Es siempre de V. su más A y S.S.S.
Q.S.M.B.
[sigue firma: Francisco Buzo]
Sr. Dn. Juan Antonio Cañero».[36]
Y efectivamente, el agua fue remitida y el Sr. Buzo dio al conductor carta de pago por 230 rs. de los que 200 fueron al Gobierno Político y 30 lo cobrado por los cántaros de líquido que se envió, quedando dicho Sr. enormemente agradecido por el servicio. Aunque dudamos que las piedras del riñón las expulsara por tomar el agua de los cántaros que le enviaron. Dudamos porque el líquido ya no tenía propiedades terapéuticas y porque el Sr. Buzo se bebió los cántaros que se le mandaron y volvió a pedir otros. Decía: «Le ruego en el ínterin se sirva remitirme otra carga de esa agua procurando vengan bien acondicionados los cántaros para evitar derrámenes. El importe, esto es los treinta reales que tenemos convenidos serán pagados al conductor, como lo fueron los de la ultima recibida».[37]
Pero no todos creían en el poder curativo del manantial. El director del Diccionario Novísimo se dirigía al redactor del periódico El Correo,[38] que publicó su carta el miércoles 23 de septiembre de 1829, en la que manifiesta su negativa a creer que las aguas de la Fuente de la Piedra, ni ninguna otra, tengan el poder de sanar del «mal de piedra». En su carta se despacha a gusto, por lo que para evitar cualquier tipo interpretación errónea transcribimos lo publicado en la página 3 del citado diario que dice:
«CORRESPONDENCIA, Madrid 18 de setiembre de 1829.
[sic] Señor redactor del Correo; Muy señor mío: para que en lo sucesivo pueda vmd. pueda justificar más y más la desconfianza con que acostumbra mirar los artículos comunicados, sobre todo cuando son anónimos, debo copiarle literalmente lo que dice el Diccionario novísimo acerca de la soñada virtud de las aguas de Fuente de Piedra (tomo 11, pág. 327, columna primera). ‘Según nos avisa el Sr. D. José Mendoza desde Málaga debemos hacer mención de la fuente que da nombre a este pueblo, recomendada desde la más remota antigüedad para el mal de piedra. Dice que es tan antiguo el crédito de esta fuente, que en tiempo de los romanos era un artículo de comercio su agua, de la que se hacía un gran consumo en Roma y en toda la Italia. Sin embargo, tenemos tantos motivos para dudar de la certeza de semejante virtud antigua ni moderna en esta y otras muchas fuentes de España que gozan de igual crédito, que sólo nos decidimos a estampar esta noticia por la justa consideración que nos merece quien la comunica.’
Vea vmd. pues aquí como acostumbran hacerse todas las citas maliciosas, suprimiendo lo que incomoda, o tergiversando lo que no se puede suprimir. Pero estoy ya tan habituado a estas miserias originadas de la envidia, que no quiero detenerme en ellas. Ni tampoco hubiera molestado a vmd. con estas cuatro líneas si en ese artículo de Mal de piedra que vmd. Inserta en el núm. 186 no se citase sin ton ni son el nombre, para mi muy respetable, de D. Martín Fernández de Navarrete, el cual efectivamente habló alguna vez en presencia mía de la especie que trae Ambrosio de Morales sobre las virtudes de esta fuente. Pero el Sr. Na-varrete tiene sobrada crítica para dejar de conocer que esta no es más que una fábula inventada como otras muchas, o por el charlatanismo o por una grosera ignorancia, pues ni las aguas de Fuente la Piedra, ni ningunas otras de las hasta ahora descubiertas en España y en todo el globo, tienen la virtud de disolver los cálculos, y hacerlos arrojar suavemente dentro de tres días. ¿Qué más quisieran los médicos, los cirujanos, y sobre todo los enfermos que padecen esta cruelísima enfermedad, que tener a tan poca costa un específico que les preservase de sufrir las peligrosas operaciones que generalmente exige? Si el Sr. A. P. de L. piensa que es muy bonito abrazar toda especie de errores para convertirlos en glorias nacionales, yo creo por el contrario que es mucho más útil no inspirar una vana confianza a los muchos enfermos, que lejos de hallar algún alivio en las aguas de la tal fuente, sólo encontrarían en el uso de sus aguas un costoso y tardío desengaño.
Queda de vmd. affmo. amigo y S.S.Q.S.M.B. = El Autor del diccionario novísimo”.[39]
Dos décadas más tarde, la fuente ya vertía menos caudal que de costumbre y los vecinos así lo manifestaban. Por su parte, para contestar a lo solicitado por el Jefe Superior Político de la Provincia, la Corporación informaba no haber ningún tipo de molino en el municipio por «[…] la poco agua que arroja esta fuente que sólo puede regarse las pocas tierras que están en sitio oportuno y las pequeñas huertas […]».[40] Si esto se anunciaba en 1847, dos años más tarde, en 1849, con presteza, el alcalde, Diego León Jiménez, volvía a poner los ojos en la fuente —si es que durante su mandato los desvió—, vigilando muy de cerca la sanidad del venero y su entorno y al observar que a la madre de la fuente caían todo tipo de inmundicias que bajaban de la calle El Castillo, al no existir el pretil actual, y se deslizaban por el tajo existente hasta llegar a la misma Fuente de la Piedra de la que se abastecía el municipio, con el consiguiente peligro para la salud, se empeñó a darle solución. Ahora bien, no disponiendo el Ayuntamiento del dinero necesario para financiar el problema, se acordó con los vecinos que unos arrimarían piedra, otros pondrían la mano de obra, otros abonarían cierto importe, etc. Pero no todos los vecinos estuvieron de acuerdo y uno de ellos, Arcadio Fernández, se dirigió al Gobierno Civil de la Provincia, que tras escuchar la versión del citado vecino mandó paralizar la obra a la par que solicitaba del alcalde una explicación sobre este asunto, que no tardó en transmitir el máximo edil esgrimiendo un claro razonamiento. Decía así:
«Alcaldía C. Por Arcadio Fernández de esta vecindad se me ha entregado un oficio de V.S. fecha de ayer referente a la obra de una pared levantada en la Calle del Castillo de este pueblo. En su consecuencia debo exponer a V. S. como hago que efectivamente se han empedrado las fachadas de las Casas del mismo, no hasta la Corriente de las aguas, sino las varas que marca la ley, a costa de sus respectivos dueños por carecer este Ayuntamiento de toda clase de fondos para ello, mediante a hallarse dicha calle totalmente intransitable y los muchos peñascos que había en ella y que de ningún modo podrán continuar en aquel estado de abandono, todo ello por disposición de esta Corporación Municipal y beneplácito de sus vecinos y en cumplimiento de las leyes Municipales. Y en atención á que la referida Calle del Castillo que se compone de doce o catorce vecinos, se halla a la Orilla de un Tajo, por el cual se han experimentado algunas desgracias en personas de ambos sexos rodando por él, se había hecho preciso que la mitad de dicha Calle que es donde se halla el Tajo se levantare una pared como de media vara con objeto de evitar estos males y también para la seguridad del empedrado y principalmente para impedir que las aguas e inmundicias que por dicha Calle vienen se introduzcan en la fuente publica que es el mayor objeto de este vecindario y de todas las personas que padecen enfermedad por la notoria virtudes de sus aguas. Dicha obra, como excede de 200 rs. y es privativa del Ayuntamiento refleja así se previene en el Capítulo […] costeándose unos con su trabajo personal, otros con su caballería y materiales y otros que carecen de estos requisitos, pero que están en estado de poder contribuir con una cuota muy módica para ayudar al pago de los operarios y porque esta obra su utilidad redunda principalmente en aquellos vecinos que no tienen casi más entrada ni salida que por el expresado tajo. Sr. V.S. conoce los beneficios que reportan a un vecindario cuando un alcalde celoso coopera á las necesidades de ellos y cumple exactamente con sus sagradas obligaciones; pero jamás hara nada con personas que abrazados exclusivamente al egoísmo, desechan los beneficios que pueden experimentar, y por este motivo aprecian el abandono y perjuicio de sus convecinos. Mas sin embargo, en cumplimiento de lo que V. S. se sirva prevenirme he suspendido dicha obra, hasta que hecho cargo de las poderosas razones que me asisten se digne autorizarme para concluirla, pues que de otro modo quedaría la expresada Calle en peor estado que antes tenía. Dios Guarde 26 abril 1849. Sr. Jefe Civil»[41]
Ante tan incontestables razones la respuesta no tardó en llegar. Se autorizaba al Ayuntamiento para que continuase la obra[42] del empedrado y se llevase a cabo de inmediato «tan útil pensamiento».[43]
Otro tanto ocurría con la propia fuente, a la que hubo que hacer algunos arreglos por el constante uso del manantial y «[…] la muchedumbre de gentes que acuden a ella y de las infinitas caballerias de todas clases que arriman a beber».[44]
La fuente tampoco se libró de la tormenta política que en 1851 se desató en el pueblo. Conservadores y progresistas estaban muy igualados, pero para desacreditar al alcalde se denunciaban todo tipo de incidencias, por mínimas que fueran, algunas infundadas, según se demostró posteriormente,[45] otras, como la que nos ocupa, más que buscar un bien, lo que se buscó fue entorpecer y minar la voluntad del máximo edil. D. Ramón Díaz, a la sazón alcalde, se estaba construyendo una casa en las proximidades a la fuente. Se habían construido otras muchas sin que se presentase queja alguna, pero la que levantaba D. Ramón fue denunciada ante el Gobierno Civil de Málaga que medió hasta aclarar el asunto. La autoridad malagueña se dirigió al teniente de alcalde, al estar el alcalde involucrado en dicho tema, para que le informase, bajo su responsabilidad, lo que de cierto había en el asunto de la casa que D. Ramón estaba construyendo junto a uno de los manantiales de agua de que se surte el vecindario que, además, tiene doble consideración al curar el mal de piedra. El gobernador quería saber si dicha obra podía causar perjuicios y con qué derecho se había ocupado ese terreno, tomando la determinación de paralizar la obra, sin perjuicio de reanudarlas según fuese de justicia a partir de los datos que facilitara el teniente de alcalde,[46] como finalmente ocurrió.
La fuente fue testigo presencial de multitud de actos acaecidos en el pueblo. Incluso fue utilizada para inutilizar la sal que fraudulentamente se había extraído de la Laguna. Cuando esta era requisada se trasladaba al arroyo de la fuente donde se disolvía con el agua y se dejaba correr corriente abajo.[47]
La Fuente de la Piedra estaba sometida a una intensa actividad. Suministraba agua, que en su primer tramo, o sea, junto a los caños de salida, era recogida en cántaras u otros utensilios y trasladada a los hogares del municipio para saciar la sed; en el tramo segundo bebían directamente del arroyo de salida las bestias (mulos, caballos, yeguas, vacas y otros animales, muy abundantes en este tiempo por ser la fuerza motriz usada en las labores del campo); más norte, en el último tramo, el agua alimentaba el lavadero público, al que acudían las vecinas para lavar la ropa. Finalmente, el agua sobrante era conducida al final del Prado, en Los Tableros, bien a la izquierda siguiendo el arroyo del pueblo y dirección norte hasta vaciar en el arroyo de Santillán y terminar en La Laguna Salada; bien por la derecha, desviada mediante una compuerta que se activaba con un sistema de tableros, que dieron nombre al lugar, situado frente al acceso a la actual Cooperativa de Aceite, y servía para regar las huertas cercanas.
Todo este trasiego de gente y animales de forma tan intensa y permanente, provocaba el lógico deterioro de los accesos de entrada y salida al manantial, lo que obligaba a su reparación con cierta frecuencia. Más arriba hemos visto que en 1851 se reforzó la contención de la calle El Castillo para evitar que basura y otros desperdicios terminasen en el manantial, pues bien, para adecentar aún más el espacio, tres años más tarde, al inicio del Bienio Progresista, la Corporación acordó acometer el nivelado del suelo hasta el acceso a la fuente por la gran cantidad de baches que en él había. El empedrado de acceso desde la calle Los Carros; y la que directamente llegaba del oeste, de la explanada de El Prado tardará treinta años en llegar. Al mismo tiempo se daba un plazo de 8 días a uno de los vecinos[48] del pueblo para que retirase ciertos materiales que dificultaban el acceso a las caballerías y los carruajes y desde años atrás venía dejando distribuidos por las inmediaciones de la fuente como si de un almacén se tratara.[49]
La fama de la fuente y sus virtudes aún llegaba a lejanos lugares. En 1869, desde una población pacense remitieron oficio a la Alcaldía solicitando información en los siguientes términos:
«Teniendo noticia que las aguas de esa localidad tienen la virtud de hacer arrojar los cálculos á los individuos que padecen de la [sic] vegiga, y teniendo dos amigos que padecen esta enfermedad, deseo haga V. el obsequio de decirme lo que sepa acerca de la virtud de dicha agua, pues si pudiera estarle bien pasaran á esa este verano. Dios Gde. a V. m a. Cabeza del Buey 15 de julio de 1869»[50]
Esa fama seguiría latente durante otros muchos años. Así, en 1874, un soldado del Regimiento de Infantería Zamora que se encontraba enfermo fue mandado por los facultativos para que tomasen las aguas de la Fuente de la Piedra.[51] Incluso el Gobierno Civil de la Provincia insistió en más de una ocasión para que se informase detalladamente de los estableci-mientos de baños y aguas minerales que en el pueblo había.[52]
El continuo uso que de la Fuente de la Piedra hacía el vecindario deterioraba su fábrica, de modo que anualmente se realizaban labores de limpieza y cada cinco o diez años los arreglos pertinentes a su sufrida construcción. En 1887 se hicieron notables arreglos en todo el conjunto, interesando los muros laterales del pilar, el empedrado de las dos vías de acceso al manantial y el cauce y orillas del desagüe que atravesando el Prado sigue dirección La Roda.[53] Años más tarde, en 1907, la alcubilla donde nacía el agua estaba en tal estado de ruina que por los agujeros penetraba todo tipo de inmundicias ensuciando las aguas.[54] Se procedió a su reparación y la de los muros del cauce y el lavadero, que ya, en nada se parecían a los levantados en 1818.
El seis de marzo de 1930 se iniciaron las obras para la construcción de un lavadero público,[55] aunque seis décadas antes, en 1872, el importe a recaudar por la venta de los pastos acotados del ruedo, según acuerdo contemplado en el acta capitular de 27 de marzo de dicho año, iba destinado a la construcción de dicho un lavadero, acordándose, además, las medidas que se tomarían para financiar la obra en el caso de no alcanzarse la cantidad necesaria. Al respecto, el punto 6º de dicho acuerdo dice:
«6º. El importe de la venta de dichos pastos se destinará a la construcción de un lavadero público y si el producto de la misma no fuese suficiente para terminar la obra se acudirá a una suscripción voluntaria primero entre los partícipes al disfrute de estas aguas que tengan tierras de riego, y después entre estos vecinos, en virtud a que dicha obra redunda en beneficio del todo el vecindario. Y hecho así todo constar, se acordó por último que el ante dicho guarda entrase a funcionar el primero de Abril inmediato. Así concluyó este acto que firman todos los concurrentes de que Certifico» [siguen firmas].[56]
Construido el lavadero, poca vida tuvo. En la pos-guerra empieza el declive de la Fuente de la Piedra. En los años cuarenta se empezó a sentir la falta de agua en el manantial, que veía disminuir su caudal de forma tan alarmante que no alcanzaba a satisfacer las necesidades de la población en la década de los cincuenta. Llegado marzo de 1952, la Corporación municipal acuerda quitar el lavadero público al considerarlo un estorbo y un lugar antihigiénico al que se arrojaban toda clase de inmundicias, puesto que:
«[…] se había tapado la parte del arroyo descubierto en dicho lugar, y que como consecuencia de ello se había quitado igualmente la baranda que lo rodeaba sometiendo al parecer de la Corporación el destino que debía darse a la citada cerca […]»[57]
A la eliminación del lavadero siguió dos años más tarde el enterramiento de parte del arroyo en la zona de Los Tableros, nombre que alude al lugar en el que se ubicaba la compuerta que desviaba el agua sobrante tras abandonar el lavadero, bien a la izquierda buscando el arroyo del pueblo, bien a la derecha, hacia las huertas próximas. Por unanimidad, el Consistorio acordó tapar la acequia del desagüe de la fuente en ese tramo, comprendido entre carretera a Alameda y las puertas de acceso a la fábrica de aceites, propiedad de D. Antonio Borrego. Medida muy bien acogida por el citado propietario, que hizo un donativo de cuatro mil ptas. destinadas a dicha obra, de la que también se acordó que:
«[…] dichos trabajos se realicen por administración directa y bajo la dirección del Maestro de Obras de este Ayuntamiento, D. Antonio Blanco Saavedra…»[58]
Tres años más tarde sería tapado el resto del cauce de desagüe que, atravesando El Prado, aún quedaba al aire libre. La sesión extraordinaria a que fueron convocados los ediles el 26 de febrero de 1957 se hizo con este objetivo. En el acta que de la reunión se levantó se explicaban las causas que obligaban al embovedado del cauce:
«[…] Seguidamente por la Presidencia se hizo saber que el único objeto de esta reunión era dar cuenta de las múltiples quejas recibidas de los vecinos de esta villa acerca del arroyo abierto del desagüe de la fuente pública que al recoger las inmundicias de los alcan-tarillados existentes en la localidad producía unos olores insoportables, que aparte de su pestilencia era considerado sumamente peligroso para la salud del vecindario por las múltiples enfermedades infectocontagiosas que ello trae consigo. Por el mismo Sr. Presidente y Secretario también, se hizo un recuerdo sobre las innumerables veces que en el Ayuntamiento se ha tratado la forma de eliminar ese foco, así como también de lo mucho que se tenía hecho con tener embarrado el lugar más céntrico de la villa; pero que dada la situación económica del Municipio, tan deficiente en la actualidad, como consecuencia de las heladas sufridas en febrero de 1954 en las obras en que quedaron eliminadas en su totalidad, no encontrada solución para acometer gasto de tan elevada cuantía, dado que el coste total de dichas obras serían aproximadamente de sesenta mil ptas. y hacía una lla-mada a los Organismos Provinciales para que apoyaran esta justa piadosísima de afrontar los gastos que originaran las susodichas obras […]».[59]
La petición no cayó en saco roto. La Diputación Provincial tomó cartas en el asunto, buscó fondos y fiscalizó las obras a través de una comisión nombrada al efecto.[60] Ahora, la pelota estaba en el tejado del Consistorio, que decidió posponer la obra hasta el tiempo en que hubiese un mayor índice de paro.
En los últimos años de actividad de la fuente se hizo preciso el uso de una bomba impulsada por un motor eléctrico para conseguir el agua necesaria para el vecindario. En estas circunstancias, en 1959, un hecho lamentable tiene lugar: las autoridades de la época deciden eliminar la parte posterior y más elevada del pilar, dejando el resto enterrada in situ para ser atravesada en su superficie por un trozo de calzada que pone en comunicación con la Plaza de la Constitución (antiguo Prado), la calle Nuestra Señora de las Virtudes. El acta de tan desatinada idea dice así:
«[…] También dijo el Sr. Alcalde que se había dado cuenta a la Junta Provincial del paro de que habían comenzado las obras de pavimentación y arreglo de la plaza y fuente pública y que aprovechando los fondos recibidos y por recibir de la Junta nacional de Empleo debía procederse a la eliminación del Pilar de la mentada fuente motivado a que es un lugar inmundo aprovechado por los vecinos para realizar operaciones de lavado de ropas y otros similares que nada benefician a la población humana y que se procediese a la retirada de la mencionada fuente hacia la pared de las viviendas sitas al sur de la misma con lo cual quedaba un espacio capaz y muy atemperado para dar vistosidad y ensanche a la calle Ntra. Sra. de las Virtudes, exhibiendo los planos o croquis de la situación en que quedaría aquel lugar. Todos los reunidos opinan que es cierto lo de la insalubridad de la fuente con su pilar y que debe procederse a su traslado hacia el lugar indicado y a que con ello se gana vistosidad y nada pierden los vecinos pues el proyecto es mejorar la recogida de agua adecentando la fuente y aislándola de posibles contaminaciones acordando por unanimidad la ejecución de los trabajos proyectados».[61]
Hay formas de evitar malos hábitos sin necesidad de destruir una construcción que hoy, tras muchos esfuerzos, se ha conseguido recuperar para, además de embellecer la zona, convertirse en el símbolo del municipio, pues le dio su nombre y razón de ser.
Los seis caños de agua que continuamente manaban de la fuente abastecían en primer lugar a la población. Seguidamente, se suministraba a los animales mediante un abrevadero construido en la parte anterior del pilar para tal menester. Por último, el agua sobrante era utilizada por las mujeres para el lavado de ropa y el líquido, finalmente, regaba las huertas más próximas a la población, distribuyéndose de modo equitativo a través de unas compuertas (tableros), que han dado nombre al punto donde estos se encontraban. El líquido sobrante seguía su curso dirección norte para unirse al arroyo de Santillán y evacuar en La Laguna Salada.
En el silencio de la noche se oía el fluir del líquido desde gran distancia, pues el agua salía con fuerza y en abundancia por sus seis caños de grueso calibre.
El municipio ha heredado el nombre del venero. Fuente la Piedra; hoy denominado Fuente de Piedra. El epíteto Piedra no hace referencia al material con que está construido el pilar (creencia muy difundida), sino a las propiedades que el manantial tenía: deshacer las piedras de riñón y vejiga.
Multitud de personas acudían para beber el agua y principalmente para combatir la litiasis urinaria, aunque fueron muchas y muy variadas las enfermedades que eran sanadas o se aliviaban haciendo uso de ella.[62]
Hubo otros especialistas en las distintas ramas del saber, además de los autores citados, que se ocuparon del tema de las aguas de la Fuente de la Piedra, entre los que cabe destacar: Marineo Sículo, De Rebus Hispaniae en su libro I titulado De Hispaniae Fontibus; Francisco Díaz, libro I cap. 9 de su Tratado de las enfermedades de riñones y vejiga,[63] D. Manuel Almeyda (médico), que analizó las propiedades del agua (legajos); D. Andrés Laguna, analizando los materiales por los que el elemento pasaba (legajos); Los hermanos Mohedano en su Historia Literaria; Masdeu, Jordán y otros, cuya relación sería imposible completar. En esencia, el Dr. Pedro Gómez de Bedoya y Paredes, al que hemos citado anteriormente, dice sobre las propiedades del agua:
«Algunas experiencias también se tienen de hipocondrios confirmados de humor, que llaman Anasarca[64] que lograron con esta agua total alivio: así como en las enfermedades de pecho, es de excelente virtud, y en las asmas humorales prodigiosa. Son tan comunes estos admirables efectos, que los enfermos curados a docenas (expresión de dicho Sr. Alva), así como que con cuantas dolencias tienen los Vecinos de los Lugares comarcanos, si son crónicas, rebeldes o largas a ningún otro auxilio recurren más que a las aguas de nuestra fuente, principalmente en Tercianas y Quartanas, y otras enfermedades de vicio de estóma-go, y primeras vías».[65]
Sin embargo, las aguas hace más de ciento cincuenta años que no gozan de las propiedades que las hicieron célebres. La explicación hay que buscarla en el desvío del curso de las corrientes subterráneas cuando se procedió al levantamiento para desecar El Prado en 1818.
Hemos dicho que en 1959 la fuente fue enterrada. Pues bien, para abastecer al pueblo hubo que construir una nueva y esta vez con canalización de desagüe enterrada para evitar que se lavase la ropa. El resultado final fue un esper-pento que los vecinos bautizaron con el nombre de Panteón de los Antonios.
El «panteón» tuvo una breve existencia, pues a mediados de los años 60 se procedía a la acometida del agua a domicilio,[66] si bien, se mantuvo como símbolo durante algunos años más.
Finalmente, en 1972, el panteón fue desmontado y en el centro de El Prado (El Parque) se levantó otra fontana empleando unas piedras de molino, de escaso mérito y gusto cuando funcionaba, que era en raras ocasiones. Y a esa fuente también le llegó su hora. Cuando se levantó el nuevo remode-lado de El Prado, desapareció junto con los rosales y el pretil periférico que delimitaba al parque.
Tras ardua lucha se consiguió que la Fuente de la Piedra, aquella que había dado razón de ser y nombre al pueblo y a la que tanto se le debía, fuese exhumada y reconstruida para recordarnos que tuvimos un pasado, por añadidura glorioso. Hoy se levanta, tímida, mirando también hacia el norte, pero un norte muy distinto a como lo recordaba. Claro que aquel norte se perdió. Pero no definitivamente, pues aún hoy es posible recuperar las aguas medicinales. Ponerlo en práctica corresponde a otros. Ellos tienen la última palabra y, también, la obligación de enderezar el rumbo, o sea, recuperar ese «norte» perdido, para beneficio de toda la población.
Fragmento de Historia Temática Villafontense
Capítulo.- EDAD MODERNA Y CONTEMPORÁNEA:
La “Fuente de la Piedra”: Clave del nacimiento del pueblo
Francisco Muñoz Hidalgo
(Obra en composición)
[1] Piedras en el riñón. (Litiasis urinaria)
[2] El Neolítico se inicia hacia el 4 500 a. de C., lo que nos trasladaría desde hoy a un límite máximo de unos 6.500 años. En el denominado nivel 5 de la excavación practicada para la recuperación de la desa-parecida «Fuente de la Piedra», formado por tierras de color gris claro y apelmazada, en el ángulo suroeste apareció lo que, parece ser parte de un hacha pulimentada y algunos fragmentos de cerámica realizada a mano. (Cota intermedia: 2,83 m del P. O.)
[3] MORALES, A. de. Las Antigüedades de las ciudades de España. Madrid: Imp. Juan Vázquez del Mármol, 1577, fol. 55. Facsímil en Anexo N.º 28
- GARCÍA DE LA LEÑA, C. Conversaciones históricas malagueñas. Málaga: Imp. Real Colegio de San Telmo, 1789, pp. 140-141.
[4] LIMÓN MONTERO, A. Espejo Cristalino de las Aguas de España. Alcalá de Henares. Imp. de la Universidad, 1697, pp. 104 y ss. Facsímil pág. 104 a 110 en Anexo N.º 19
[5] GARCÍA DE LA LEÑA, C: Op. Cit, p. 123.
[6] Fuente Divina.
[7] ARRANZ, J.L. Diario Sol de España (18/7/82).
[8] FORD, R.: Manuel para viajeros por Andalucía y lectores en casa: Reino de Granada. Madrid: Ediciones Turner, 1980. p. 40.
[9] Los historiadores establecen dos fechas como eje de separación de las edades Moderna y Contemporánea: 1453, conquista del Imperio Romano de Oriente (Caída de Constantinopla a manos de los turcos otomanos) y 1492, descubrimiento de América. Teniendo en cuenta que Fuente de la Piedra fue reconquistada por Rodrigo Ponce de León en 1462 y el pueblo actual nace oficialmente en 1547, año en que Antequera permite la construcción y habitación del Lugar, podemos decir que la actual Fuente de Piedra nace de la mano de la Edad Moderna.
[10] Sobre este asunto consúltese el bloque temático dedicado a la Edad Media.
[11] MORALES, A. de. Antigüedades de las ciudades de España. Madrid: Imp. Juan Vázquez del Mármol, 1577, fol. 130. y Anexo N.º 28.
[12] LIMÓN MONTERO, A. Espejo Cristalino de las Aguas de España. Alcalá de Henares. Imp. de la Universidad, 1697, p. 105, y Anexo N.º 19
[13] MÉNDEZ SILVA, R. Población General de España. Madrid: Edit, Martín Merineros, 1675. Cap. VII, p. 94
[14] VAZQUEZ OTERO, D. Los pueblos malagueños. Madrid: Edic. Urania, 1966, pp. 59 y ss.
[15] GARCÍA DE LA LEÑA, C. Conversaciones históricas mala-gueñas. Málaga: Imp. Real Colegio de San Telmo, 1789, pp. 140-141
[16] Ibídem, p. 121.
[17] AYUDA, J. de D. Examen de las Aguas Medicinales de más nombre que hay en Las Andalucías, En que se da noticia de la situación, contenidos, virtudes y métodos con que deben usarse las de cada fuente. Madrid: Imprenta Real, 1798, Para conocer el exa-men que hace de la Fuente de la Piedra puede consultarse en su totalidad el Anexo N.º 3.
- ALIBERT, J. L.: Nuevos Elementos de Terapéutica y de Materia Médica Madrid: Imp. de Repullés, 1826, pp.345-348.
[18] ESTRADA Y PAREDES, J. A. de. Población General de Es-paña, sus Reinos y Provincias, Ciudades, Villas y Pueblos, Islas ad-yacentes y Presidios de África. Madrid: Imp. Andrés Ramírez, 1768, t. I, p. 20.
[19] MORALES, A. de. Op. Cit. fol. 130. y Anexo N.º 28.
[20] GARCÍA DE LA LEÑA, C. Op. Cit. p. 142.
[21] VAZQUEZ OTERO, D. Op. Cit. p. 61
[22] GÓMEZ DE BEDOYA Y PAREDES, P. Historia Universal de las Fuentes Minerales de España Madrid: Imp. Ignacio Aguayo, 1764, p. 249 y ss.
[23] En el momento en que esos documentos fueron escritos, la refe-rencia a las Indias se refiere al nuevo continente recién descubierto: América.
[24] En el bloque dedicado a ANEXOS, el N.º 25 recoge en facsímil las páginas 250 a 253 de la Historia Universal de las Aguas Minerales de España del Dr. Pedro Gómez de Bedoya y Paredes.
[25] GÓMEZ DE BEDOYA Y PAREDES, P. Op. Cit. p. 251
[26] B.A.C. Cartas de Santa Teresa de Jesús, N.º 212, p. 1.005 y ss.
[27] Estas epidemias tuvieron su chivo expiatorio en la Fuente de la Piedra como consecuencia de que sus aguas estaban entonces estancadas al haber bajado la capa freática. Sin duda contribuyó a la propagación de la epidemia, pero documentos posteriores nos infor-man que estas continuaron una vez desecado El Prado. El nuevo culpable, a partir de entonces, lo sería la Laguneta del Cerro del Palo.
[28] Sobre este particular véase el capítulo dedicado a Las Epidemias en el tomo III de esta obra.
[29] En el Anexo N.º 5 (Tomo IV) transcribimos todas las diligencias contenidas en el Expediente formado a tal fin.
[30] AHMA. A.C. 13/4/1792.
[31] D. Juan Agustín Ceán Bermúdez fue un historiador de la Ilus-tración, miembro de la Real Academia de la Historia, coleccionista de arte y miembro de honor de la Academia de Bellas Artes San Fernando de Madrid, secretario de Gaspar Melchor de Jovellanos y persona muy influyente en su época. De sus obras la que a este tema que tratamos interesa es su obra póstuma publicada en 1832: Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España, en espe-cial las pertenecientes a Bellas Artes.
[32] Para el lector interesado reproducimos el fragmento de dicha obra que hace referencia a la Fuente de la Piedra en el Anexo N.º 42. (Tomo IV)
[33] Según confirman los urólogos consultados la descripción responde a cálculos renales producidos por ácido úrico.
[34] CEAN BERMÚDEZ, J.A. Sumario de las Antigüedades Romanas que hay en España, en especial las pertenecientes a Bellas Artes. Madrid: Imp. Miguel de Burgos, 1832, p. 313.
[35] AMFP. Doc. de Sec. Año 1846, doc. N.º 1
[36] AMFP. Doc. de Sec. Año 1849, doc. N.º 451
[37] AMFP. Doc. de Sec. Año 1849, 21 de noviembre, doc. N.º 453
[38] El Correo, periódico literario y mercantil, se publicaba los lunes, miércoles y viernes de cada semana en Madrid.
[39] El Correo Literario y Mercantil. Madrid: Plaza Mayor, 1829. Núm. 188, edición del miércoles 23 de septiembre de 1829. p. 3.
[40] AMFP. Doc. de Sec. Año 1847, doc. N.º 761.
[41] AMFP. Doc. de Sec. Año 1849, doc. N.º 450
[42] Sobre este tema puede consultarse el tema titulado: Las Calles.
[43] AMFP. Doc. de Sec. Año 1849, doc. N.º 449
[44] AMFP. A.C. de 15 de Mayo de 1850.
[45] Para más detalles consúltese el tema Litigios y Sanciones.
[46] AMFP. Doc. de Sec. Año 1851, doc. N.º 264
[47] AMFP. Doc. de Sec. Año 1855, doc. S/N. Sobre este asunto consúltese la Crónica Histórica de La Laguna Salada (Tomo IV).
[48] El vecino Juan Muñoz Fernández tenía su domicilio en una de las viviendas con acceso a El Prado y venía haciendo uso del espacio público inmediato utilizándolo como almacén de material.
[49] AMFP. A.C. de 8 de octubre de 1854.
[50] AMFP. Doc. de Sec. Año 1869, doc. N.º 604
[51] Ibíd. Año 1874, 21 de enero, doc. N.º 157
[52] AMFP. Doc. de Sec. Año 1874, doc. N.º 70
[53] AMFP. AA.CC. de 27 de febrero y 20 de marzo de 1887.
[54] AMFP. Libro de Actas de las Sesiones Ordinarias y Extraor-dinarias 1906-1908 (Sesión 2/3/1907).
[55] AMFP. A.C. 6 marzo 1930
[56] AMFP. A.C. de 27 de marzo de 1872.
[57] AMFP. A.C. de 17 de marzo de 1952.
[58] AMFP. A.C. de 25 de junio de 1954.
[59] AMFP. A.C. de 26 de febrero de 1957.
[60] AMFP. A.C. de 25 de mayo de 1957.
[61] AMFP. A.C. de 6 mayo 1959.
[62] Véase el subtema: Propiedades Terapéuticas de las aguas de la Fuente de la Piedra, al final del presente capítulo.
[63] DIAZ, F. Tratado de las enfermedades de riñones y vejiga. Ma-drid: Imp. F. Sánchez, 1588, fol. 69v y 70r.
[64] Encharcamiento generalizado del organismo.
[65] GÓMEZ DE BEDOYA Y PAREDES, P. Op. Cit. p. 253.
[66] Véase el capítulo dedicado al Agua. (Tomo III)
La “fuente de la piedra”: agua para todos
Restos de fábrica romana reutilizada en la reconstrucción de la “fuente de la piedra”
en el siglo XVI y que quedó enterrada con el levantamiento de la fuente en 1819
Posando para la posteridad
Los vecinos recogen agua de la “fuente de la piedra”
1959.- Momentos en que se procede al enterramiento de la “fuente de la piedra”
1959.- La “fuente de la piedra” a punto de desaparecer
El pueblo no puede quedar sin agua. Al fondo, sillares para la nueva construcción,
conocida como “Panteón de los Antonios”
Nueva perspectiva en los años 60. El mercado de abastos, el parque y el “Panteón de los Antonios”
Década de los 70.- Una nueva fontana adorna el pueblo tras desaparecer el “Panteón de los Antonios”
Momento en que se procede a la recuperación de la “fuente de la piedra”, enterrada en 1959
El pilar de la “fuente de la piedra” queda al descubierto, junto con el empedrado de las dos vías de acceso
Se empieza a levantar la “fuente de la piedra”
El símbolo del pueblo es recuperado