Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

Ceán Bermúdez y las aguas medicinales

(El testimonio de un ilustrado)

         Juan Agustín Ceán Bermúdez fue historiador, crítico de arte, pintor y coleccionista. Fue amigo de Goya y otros relevantes personajes de la época ilustrada que le tocó vivir, entre ellos, Jovellanos, del que publicaría su biografía. Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, se le encargó el arreglo del Archivo de Indias y otras funciones que no detallamos para no extendernos. Su obra más conocida es el Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes en España, pero ahora, la que nos interesa es el Sumario de las antigüedades romanas que hay en España, en especial las referentes a las Bellas Artes, obra póstuma publicada en 1832. Y es en ella donde con la maestría que le caracteriza habla de Fuente de Piedra y sus orígenes; de la fuente y sus propiedades; de las epidemias, la despoblación del Lugar y otras cosas como sólo él sabe hacerlo, relatando los hechos en unos momentos en que la malaria se cebaba en la población al estar El Prado ocupado por las aguas estancadas. En dicha obra dice literalmente del manantial y sus propiedades:

«Yo soy testigo de sus prodigiosos efectos. Estando yo en Sevilla el año 1806, y muy postrado de la dolencia del mal de piedra don Francisco de Saavedra, ministro que fue de Hacienda y de Estado, [refiérese al reinado de Carlos IV] sin poder hallar alivio ni descanso, después de haber consultado con los mejores médicos de aquella ciudad, de la de Cádiz, de Madrid y de Londres, le llevé y leí el anterior discurso de Morales, [refiérese a Ambrosio de Morales] y le insté a que no pudiendo ir a Antequera por su postración, mandase traer el agua de Fuente la Piedra con todas las precauciones necesarias. Hízolo así, y a pocos días empezó a arrojar unas piedrecitas amarillas muy sólidas y duras con una manchita negra, del tamaño de una pequeña lenteja, que con la continuación del agua llegaron a más de dos mil, hasta que recuperó su salud. […] permítaseme, en consideración de lo importante del asunto, añadir la noticia del estado actual de fuente tan saludable.»

«La numerosa concurrencia de los enfermos a beber de sus aguas, la de los que iban desde largas distancias a recogerla en cántaros sellados con certificación del cura y del escribano más inmediatos, con expresión del día, mes y año en que se había cogido; la de los que la llevaban a otros pueblos, no tan lejanos, con guirnaldas de la yerba saxifragia en la cabeza para prueba de su legitimidad, pues no se conoce esta planta en todo aquel país sino allí; y la multitud de herbolarios que también concurrían a recogerla, dieron justo motivo a mediados del siglo XVI para erigir un pueblo en derredor del manantial. Salía éste de una próxima roca arenosa en dos chorros, poco distante uno de otro, que caían en una pequeña alberca, en la que rebosando el agua con ella, con la que procedía de unos sudaderos de la misma roca, y con la de un arroyuelo que corría por allí cerca, por abandono y ningún cuidado en dar salida a estas aguas, se llegó andando el tiempo a formar un pantano tan perjudicial a la salud, que infestado el pueblo, se veían precisados los vecinos a abandonarle.

Viéndole en tan deplorable estado el año de 1818 el señor don Alonso Cañedo y Vigil, obispo de Málaga, que iba de visita, trató del remedio, valiéndose para ello de la notoria inteligencia del ingeniero Perri. Lo primero que hizo este profesor fue tomar las aguas de los dos chorros vara y media más alto de la alberca en que antes caían, y recogerlas en una espaciosa fuente de seis gruesos caños que construyó, dando salida a su derrame para abrevadero de bestias y lavadero de ropa. Disecó después el pantano, y dirigió las otras aguas al campo, con lo que el celo de aquel digno prelado consiguió restituir la salubridad al pueblo, comodidad y limpieza a los que cogían antes el agua en la alberca, y fertilizar las tierras con el riego».

         He aquí, condensada, sin rodeos ni alharacas, de forma clara y precisa, lo esencial de la historia de Fuente de Piedra. Se podría añadir algo más, sin duda, pero incapaz de seguir el bello estilo literario, a caballo entre lo neoclásico y lo romántico marcado por Juan Agustín Ceán Bermúdez, ese añadido lo dejamos para otro día.

Francisco Muñoz Hidalgo

 

 

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