Ranos 54-55
Ranos 54-55

FUENTE DE PIEDRA

 

Servicios Públicos

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LA SANIDAD PÚBLICA

 

La primera riqueza es la salud

(Ralph W. Emerson)

    Hasta bien entrado el siglo XIX, en que los avances científicos en medicina empezaron a ganar terreno a las epidemias, Fuente de Piedra constituyó un foco “privilegiado” para éstas. La falta de higiene era un mal común, pero no todos los pueblos tienen una laguna que se seca en verano y en la que los insectos se multiplican al calor del cieno. A esto hay que añadir la abundancia de agua que había en el núcleo urbano --decimos había porque la capa freática ha disminuido de forma considerable desde entonces--, y que manaba abundantemente en varios puntos del municipio. Uno de ellos, al que se acusó de las epidemias de tercianas y cuartanas que se sufrieron a finales del siglo XVIII fue la “fuente de la piedra”. No pretendemos quitarle su parte de culpa al haber quedado estancadas por falta de corriente y su proximidad a la población, pero no todo el mal hay que achacárselo a ella. Insistimos en que La Laguna jugó un papel en este aspecto, más importante si cabe, y acentuado por la falta de higiene.

        En estas circunstancias era lógico que las epidemias se cobrasen más víctimas en Fuente de Piedra que en los municipios colindantes, llegando casi al extremo de quedar despoblado el Lugar por las muertes y el abandono, ya que el pánico al contagio cundió entre la población y, la mayor parte de ellos, si no murieron fue porque abandonaron el Lugar.

Económicamente la situación se agravaría más tarde, pues nadie iba a tomar las aguas por temor a contagiarse y de este modo, Fuente de Piedra, un pueblo que basaba su economía en la ganadería y agricultura, pero que veían aumentados sus recursos con los comercios, posadas, mesones y ventas destinados a abastecer y dar cobijo a los enfermos, entró en una etapa de crisis de la que ya no se recuperaría. Etapa crítica que tiene sus comienzos al tiempo que consigue segregarse de Antequera.

Una vez saneado el Lugar en 1819 y alejado el peligro de epidemias, muchos de los que lo abandonaron volvieron y otros, según afirman las crónicas, se establecieron procedentes de Estepa y Campillos principalmente. Al año siguiente 1820, Fuente de Piedra se segregaba constituyéndose en municipio independiente.

Si hasta entonces no había médico-cirujano que atendiese a la población, tras la segregación la situación no mejoró, pues se prolongaría durante tres décadas. Fue a partir de 1850 cuando los villafontenses contaría con un médico que los atendiese y no con dedicación exclusiva, sino compartido con la población vecina de Humilladero, que tenía el mismo problema.

La situación del tema sanitario era la siguiente: la clase más pudiente acudía a D. Joaquín José Sánchez, médico titular de Mollina, con el que estaban igualados, pero los más pobres morían sin que nada ni nadie lo remediase. Y aunque en 1840 la autoridad municipal solicita de la Diputación que al menos una vez por semana pasase de ordinario D. Joaquín por el pueblo para atender a los enfermos, y de extraordinario las veces que fuese necesario.1 El resultado fue negativo.

En 1848 se desarrolló una enfermedad grave que afectó al ganado vacuno, lanar y de cerda. Las autoridades dieron la voz de alarma, aunque esta vez no tuvo consecuencias para  Fuente de Piedra.2 Al margen de esto, se insta a los alcaldes para que quincenalmente pasen un estadillo con la relación de las personas enfermas, mal que padecen y relación también de las que fallecen.3

Ese mismo año de 1848 como Fuente de Piedra seguía sin médico titular solicitó permiso para contratar al médico cirujano D. Antonio Giménez. Pero desde Málaga se pedía que el Ayuntamiento y los mayores contribuyentes informasen sobre las ventajas que dicha contratación reportaría, así como las condiciones, remuneración, etc.4 En definitiva, una pérdida de tiempo en período de epidemias que la burocracia se encargó de agravar. Fuente de Piedra seguía sin facultativo. Los tiempos más duros de epidemias ya habían pasado, pero aún seguían y si no se hacía nada por remediarlo la población lo iba a sufrir. Málaga insistía con su burocracia y el tema no llegaba a cuajar, los días iban pasando y los villafontenses menos pudientes desasistidos totalmente.

En esta situación no es de extrañar que los “curanderos” hiciesen las veces de médico a costa de la salud de los más pobres. Pero era lo único que se podía conseguir y, así fue. Apareció un “curandero” que ejercía de médico; práctica que estaba prohibida pero que a la los villafontenses, dadas las circunstancias poco les importaba. Algo era mejor que nada.

El “intruso” en el arte de curar se llamaba Francisco Aguilera, y asistía tanto a Fuente de Piedra como a Humilladero, que estaba en la misma tesitura.

Que era una ilegalidad esta práctica era conocida por todos, pero se consentía y, por este motivo las venganzas y rencillas no tardaron en aparecer. Como en los dos años anteriores había habido ciertas discrepancias entre algunos cargos políticos y militares, para hacer daño cualquier cosa era válida.5 En consecuencia, aquí se presentaba la ocasión idónea para denunciar a la autoridad municipal que consentía las prácticas del  “curandero”. Destapado éste asunto, el Gobierno Civil de Málaga intervino. El primer paso fue preguntar si el tal Aguilera, que se hacía pasar por facultativo en el arte de curar se encontraba en el pueblo. A continuación, Antequera se mostró interesada y sorprendida ante la inexistencia de un médico-titular en Fuente de Piedra.6 Como si el asunto no hubiese sido expuesto y documentado, al tiempo que emitido propuestas para solucionar tan delicado tema e insistido durante toda una década, habiendo sido denegado en todos los casos.

En conclusión, llegó un oficio en el que se exponía que existían varias quejas por:

“abusos  y excesos que se cometen por el intruso en la ciencia de curar D. Francisco Aguilera, residente en ese pueblo... prevengo a V. bajo la más severa responsabilidad y bajo apercivimiento de una medida ejemplar contra V. (refiérese al alcalde) por su desobediencia, que inmediatamente que reciba esta orden constituya en prisión al D. Francisco Aguilera.”7

El alcalde no tuvo más remedio que intervenir y según la diligencia que se llevó a cabo:

“fue capturado el sitado Aguilera al que le fue preguntado por su país natal ...(sic)... su padre natural se halla en la Ciudad de Cartagena.”8 Como Antequera no tuvo otra opción que mostrar sorpresa, todas las amenazas quedaron posteriormente en nada. De hecho, al “intruso”, una vez capturado se le permitió volver para que cobrase ciertos créditos con los cuales pensaba volver a su “país natal”, es decir Cartagena. Ahora bien, se le encomendaba al alcalde que no permitiese en modo alguno que ejerciera en el pueblo.9

En definitiva, al curandero lo pusieron mirando a su país  y el pueblo se quedó sin su curandero y sin médico. Y de nuevo, el grueso de la población se vio desamparado ante la más mínima dolencia.

No había médico, tampoco veterinario y ese mismo año se denunciaba también al alcalde por consentir la venta de ganado destinado al consumo del pueblo y que estaba picado de viruela (?) y se afirmaba que dicha tolerancia era debida a que el Síndico del Ayuntamiento era el que tenía el abastecimiento de las carnes.10 De quién partió la denuncia no lo sabemos, pero sí lo sospechamos pues, a su vez, el alcalde había denunciado ciertos abusos por parte del Comandante del Resguardo11 que, de inmediato, los puso en conocimiento de la Intendencia de Málaga.12

El pueblo seguía sin médico e insistía que no podía costearlo  directamente, por lo que solicitó ayuda a través de la Dirección de Sanidad. Pero entró en contradicción cuando, sin esperar respuesta solicitó autorización para contratar a D. Juan Díaz Lobato como médico-titular.13 La dirección de Sanidad expuso esta contradicción, sin embargo, autorizó el nombramiento,14 aunque no por mucho tiempo.

La contradicción tiene explicación en que el gestor de Málaga, es decir, la persona encargada de tramitar la documentación de los asuntos relacionados con los diversos órganos de la Administración, llamado Antonio Rabanal, fue el primero en saber, a través de dichos documentos que Fuente de Piedra carecía de médico-titular. Y no tardó en ponerse en contacto con el secretario del Ayuntamiento D. Juan Cañero (del que nos consta era muy buen amigo) para hacerle:

“... proposición, que se presenta, de hacerse de un buen medico cirujano y con singularidad buen compadron, este Sr. es persona que me han  recomendado, sabiendo que esta bacante ese pueblo.”15

¿Intervino el secretario en apoyo de la propuesta del gestor D. Antonio Rabanal? La verdad es que a D. Juan Díaz Lobato lo despidieron y poco después aparece otro médico-cirujano en Fuente de Piedra: D. José Quesada,16 que cobra 12 reales diarios y que son compartidos entre Fuente de Piedra y Humilladero por asistir ambas poblaciones.17 De esta forma, la carencia de médico, quedaba parcialmente subsanada. Por lo que podemos decir que, oficialmente, Fuente de Piedra tuvo médico-titular a mediados del siglo XIX, exactamente en 1850.

Y con él llegaron también los problemas. Se había contratado que el médico giraría visita en Fuente de Piedra dos días a la semana con el objeto de visitar a los enfermos, sangrarlos y demás, cobrando por su servicio 12 reales diarios, de los que 6 serían pagados por Humilladero, con quien se compartía el doctor. Por este motivo se fijó la dotación en 1.100 reales ya que D. José empezó a trabajar el día 1 de Agosto y dicha asignación alcanzaba hasta el 31 de Diciembre. Pero la plaza ya estaba conseguida y empezaron los problemas, donde dije digo, ahora digo Diego, etc.

El médico consideraba que sus honorarios no eran 1.100 reales, sino el doble, o sea, 2.200 reales anuales.

Todo esto --que a nuestro parecer fue una jugada maestra para desplazar al primer médico--, una vez obtenida la plaza, hizo mover ficha a D. José Quesada, que alegó que esos honorarios, es decir los 1.100 reales estipulados, lo eran por asistir a la población durante medio año. Por parte de la autoridad sanitaria así fue concebido y la Dirección de Presupuestos lo admitió como tal error,18 por lo que al Presupuesto Municipal de ese año se le permitió aumentar la cuantía en ese capítulo en los 1.100 reales correspondientes a la atención médica de otro medio año.19

Hasta aquí todo bien, pero ¿de dónde se sacaba dicho importe? Ya hemos visto por años anteriores que Fuente de Piedra no tenía médico por no disponer de las cantidades necesarias para su costo. Resultado, que, como de donde no hay no se puede sacar, D. José Quesada no percibía sus emolumentos y tuvo que acudir a la Administración para que presionase al Ayuntamiento20 y así cobrar las cantidades que se le adeudaban. Y así, trimestre tras trimestre, D. José Quesada tenía que reclamar sus honorarios a través de la Dirección de Sanidad que, a su vez, trimestralmente, mandaba el oficio21 conminando al Ayuntamiento al pago. Pero éste hacía oídos sordos. No era sólo el médico el que no cobraba, los maestros22 estaban en la misma situación. ¿Motivo? Pues que las arcas estaban vacías.23

Consecuencia de ellos, D. José Quesada cogió su maleta y se marchó. Fuente de Piedra de nuevo sin médico. Pero ahora ya no había problema. Si uno se marcha, otro vendrá.  Y efectivamente, de inmediato, otro facultativo que vivía en Villanueva de Tapia, enterado de la vacante no tardó en ponerse en contacto con el alcalde para ocuparla. Se llamaba Joaquín Suárez.24 Aunque la verdad sea dicha, no era buen momento para andar cambiando de médico o quedarse temporalmente sin él. ¿Motivo? que en 1.853, cuando esto ocurría, se estaba propagando una epidemia de calenturas tifoideas25 por la comarca y avanzaba con rapidez. Desde Antequera se dieron  instrucciones muy precisas, pero en esos  momentos difíciles Fuente de Piedra no tenía médico y el Sr. Suárez no aparecía por el pueblo.

La epidemia seguía avanzando26 y las autoridades de la capital de partido insistieron a las del municipio la necesidad de cubrir la vacante de Médico Cirujano titular.27 Y el pueblo se puso en marcha, pero se estaban reorganizando los partidos médicos de la provincia y no se autorizó al Ayuntamiento ni siquiera, convocar la vacante en el Boletín Oficial.28 Y la epidemia haciendo de las suyas, especialmente en Cádiz capital hasta el extremo que cualquier persona que llegase al pueblo procedente de allí y no probase que había hecho la cuarentena, se ordenaba fuese incomunicado hasta 10 días después de su llegada.29 Y en Fuente de Piedra, desgraciadamente se produjeron algunas muertes provocadas por esa epidemia, a pesar de haberse establecido un cordón sanitario desde que se recibiera la orden de la capital.30

Desde 1856 se venía padeciendo otra epidemia de fiebres intermitentes que remitían tras tomar una serie de medicamentos que se recomendaban durante ciertos días de tratamiento.31 En 1857 se cobró la primera víctima y se contrató los servicios de D. Antonio Ibarra, como “acreditado médico” al que se igualó prácticamente todo el vecindario.32

Pero el Sr. Ibarra estaba prestando asistencia facultativa bajo otras bases distintas a las estipuladas por Sanidad Pública, por lo que de inmediato se le prohibió ejercer impidiéndole que asistiese a los enfermos33 o les administrase medicamento alguno. De nuevo Fuente de Piedra quedaba sin médico. Para compensar esta falta se le dio el título de “sangrador” a D. Juan de la Torre y Rosales.34

En estos años el pueblo pasaba por una de sus muchas crisis sanitarias. El alguacil portero del Ayuntamiento35 sufrió la enfermedad y como no terminaba de recuperarse fue derivado al Hospital de San Juan de Dios de Antequera. Y es que las fiebres intermitentes volvían de nuevo haciendo grandes estragos por las abundantes lluvias, el estancamiento de las aguas y los excesivos calores. Se recomendaba que se regasen o extinguiesen las lagunas o los depósitos de aguas estancadas si existían próximas a la población,36 por lo que Fuente de Piedra lo tenía harto difícil.

Indudablemente, los que estaban más expuestos a la enfermedad eran los propios empleados del Resguardo de Sales. Se obligó al pueblo a que diesen alojamiento a éstos si caían enfermos hasta su total restablecimiento.37 Y aquí nos vemos obligados a hacer una pequeña declaración en cuanto a las enfermedades que siempre atacaron a los villafontenses de forma más intensa que a otros pueblos de la comarca. Indudablemente el mal procedía de la Laguna Salada que pasaba a convertirse en un foco de infección. También tendría parte de culpa las aguas estancadas de la Fuente de la Piedra hasta 1819. Pero una vez saneada ésta, las epidemias seguían cobrándose su tributo con la misma intensidad, lo cual viene a indicarnos que el verdadero mal procedía de La Laguna y no de la “fuente de la piedra”.

Aunque castigaba más intensamente a Fuente de Piedra, los pueblos de la comarca también sufrían la enfermedad reinante de fiebres intermitentes. Tanto es así que al no tener los villafontenses médico cirujano titular, cuando se presentaba un caso de gravedad había que acudir al de Mollina. Corría el año 1860 y se le pidió al médico38 que se desplazase para atender a un herido, pero manifestó su imposibilidad por tener varios enfermos de la “enfermedad reinante” que le impedían abandonar la población.39 Y la verdad es que la enfermedad reinante en Fuente de Piedra era el carecer de continuo de médico.

Para 1861 se convocó la plaza para ser compartida entre con Humilladero.40 Y sin dar más explicaciones, se designó para el cargo a D. Miguel M. Márquez Hualba.41 No fue una buena decisión por dos motivos. Primero porque a poco de llegar se despidió por encontrarse mal de salud. No obstante continuó hasta terminar su trimestre y poder cobrar y, segundo, porque el tal Hualba no tenía los documentos exigidos por la Ley. Ya importaba poco, pero desde Sanidad de Málaga se le prohibió ejercer en tanto no presentase el título de licenciado.42 A la hora de contratarlo, el Sr. Hualba alegó que era natural de Méjico, que había extraviado su título de licenciado en medicina y cirugía, pero que tenía los documentos que justificaban su título en tanto que se había pedido duplicado a Méjico.43 Como la correspondencia con Méjico no llegaba de un día para otro, se le pagaron sus honorarios por el servicio prestado44 y de nuevo Fuente de Piedra sacaba su vacante de médico cirujano.45 Y a esa plaza optó D. Francisco Soler que se hacía llamar Cirujano de 2ª clase y oculista, que tenía su residencia en Barcelona y manifestó estar dispuesto a cubrir la plaza siempre que tuviese unos honorarios de 12.000 reales anuales.46 El pueblo ni le escuchó. Y eso que aunque podía ejercer tenía pendientes las materias de Historia Natural Médica, Química Médica, Higiene Pública y Privada y Clínica Médica. De haber tenido aprobadas esas asignaturas nos hubiese gustado saber cuánto habría pedido de sueldo.

Como era imposible contratar a ningún médico puesto que no había recursos económicos suficientes, se intentó dar la plaza a una persona que “al parecer” era entendida en medicina. Lógicamente, Sanidad no iba a permitir que se produjese intrusismo en la profesión, por lo que no tardó en sancionar que no sólo no permitiría que nadie ejerciese sin título, sino que sería perseguido.47 Al mismo tiempo apuntaba la posibilidad de que fuese compartido el profesor en medicina con el municipio de Humilladero y así el importe correspondiente se vería reducido a la mitad.48 Y así se intentó, pero al parecer el pueblo vecino no colaboró en el tema, de forma que se autorizó se contratase un médico para el pueblo asignándole además del sueldo del presupuesto municipal 8.000 reales de una iguala voluntaria que ofrecían los vecinos pudientes. En 1867, el número de los igualados con el médico era de 97, lo que consideramos una cifra muy considerable teniendo en cuenta la población existente en estas fechas.49 Sin embargo, Sanidad de Málaga viéndolo venir apuntó que no se le impondría prohibición al médico si sus servicios eran también contratados por Humilladero, ya que esto podía favorecer a aquel pueblo caso de contratar directamente con él.50 Pero nadie se presentó a cubrir la plaza y al año siguiente se intentó crear no sólo la de médico, también la de farmacéutico de 3ª clase,51 que fue aprobada.52 Fue nombrado médico, aunque interino, D. José Vidal y Pons,53 pero curándose en salud, Sanidad de Málaga exigió se remitiese su título de médico-cirujano.54 Poco duró D. José Vidal. En 1866 ya se había admitido como facultativo a D. Juan Cosio Torres para asistir a las familias pobres, aunque también con el carácter de interino.55

Por el contrario, el que sí parece ser que duró bastante en el puesto fue el veterinario, D. Juan Jiménez Ruiz.56

En 1868 se empezó la vacunación de niños contra el cólera,57 pero ignoramos quien los vacunó puesto que no había médico y un año más tarde seguía sin haberlo.58 No creemos que fuese el veterinario el que los “pinchara”. Se publicaron las bases para la contratación de médico titular59 que fueron publicadas en el Boletín Oficial,60 pero la vacante siguió sin cubrirse. Si la situación era preocupante, ésta se agravó cuando se denunció que por la estación de ferrocarril se desembarcaban mercancías y efectos de puntos sospechosos de padecer fiebre amarilla.61

Cuatro años más tarde, el 5 de Octubre de 1872, tomaba posesión62 como facultativo titular interino D. José María Vila y Díaz.  Y nada más llegar empezó a quejarse de que en el pueblo ejercían la profesión de médico, sin facultad alguna, varios intrusos63 entre los cuales estaban un tal Domingo Bardosa y José Martín Buendía. En consecuencia, el médico exigía del alcalde que presentasen sus títulos64 para desempeñar su oficio o que se abstuvieran de practicarlo.65

Y es que el pueblo no tenía mucha conciencia sanitaria. Prueba de ello es que en el Presupuesto Municipal de 1871 a 1872, entre los distintos capítulos aparece el de Médico, pero con una nota que dice: “si es impresindible su inclusión y si no nada”,66 de lo que se deduce que a las autoridades no les importaba mucho contar con médico-titular en el pueblo. Se las arreglaban con los cuatro “curanderos” y los más pudientes estaban igualados con el de Mollina. Y como no se consideró “impresindible” su inclusión le dieron largas, lo que sentó muy mal al Sr. Vila que despidiéndose con la fórmula “salud y fraternidad”67 que era la que corría en esos tiempos, manifestó que protestaría enérgicamente.

Pero en Málaga en 1872 ya tenían bastantes problemas  con los levantamientos de las masas obreras, los republicanos, los carlistas, etc., por lo que poca atención se había prestado a las quejas del Doctor Vila, el cual, entendiendo que tal vez si se insistía lo volverían a admitir como médico en el pueblo, se dirigió al alcalde para manifestarle que:

“los mallores contribuyentes acordaron darme la empropiedad (...) el tiempo de cuatro años (...) produciré mi queja al gobierno cibil (...) estar cumpliendo estrictamente con mideber sin poder aludirse anoser afecto al actual sistema de Gobierno mediante a que por mis actos de mostrados en el pronunciamiento de 1868 fue a la Cabeza de cuarenta hombres á unirme a las ordenes del ciudadano D. Francisco Aguilar salió en persecución de los enemigos de la libertad, y en la actualidad estoy dispuesto y alistado para derramar la ultima gota de sangre en defensa de la misma”.68

Tres años más tarde seguía vacante la plaza de médico titular, que sacada a concurso fue solicitada por Sebastián Sanchez,69 residente en el Valle de Abdalajís y Jesús Pérez de Totalán,70 pero los aspirantes pronto desistían cuando veían tan mermados sus emolumentos. Fuente de Piedra era un pueblo pequeño que no satisfacía las aspiraciones de los galenos. Se había intentado unir bajo el mismo facultativo al pueblo de Humilladero,71 pero los vecinos no estaban dispuestos a pagar un duro por el servicio sanitario y esto hacía que los pocos interesados en ocupar la plaza terminaran por desistir o marcharse a poco de llegar a tomar posesión de su puesto.

Pero todas estas dificultades quedaron zanjadas al año siguiente, con la toma de posesión de la plaza por parte de D. Emilio Serrano Rodríguez, médico que dejó un buen recuerdo de su paso por Fuente de Piedra  que, consciente de la labor que durante más de cuarenta años había realizado con el sacrificio que supone el ejercicio de médico rural, le dedico el nombre de una de sus calles más principales.72 Demostró D. Emilio ser un gran profesional, y lo decimos basándonos en las múltiples manifestaciones de agradecimiento por su labor, las cuales pueden ser consultadas en las Actas Capitulares del Ayuntamiento. Intervino incluso con un marcado carácter político en defensa de los intereses del pueblo, mediando ante las exigencias del célebre bandido Pernales, que le tenía un gran respeto.73 Por otra parte, su curriculum académico74 era extraordinario, y otros, con un historial menos brillante, en su afán por hacer dinero rápidamente se marcharon del lugar como hemos podido ver páginas atrás. Él en cambio se mantuvo en Fuente de Piedra durante cerca de  cuarenta años.

Sólo la ignorancia puede explicar por qué fue retirada la placa de la calle que llevaba su nombre. Cuando al que estas páginas escribe le solicitó el alcalde un informe histórico de sus calles antes de acometer el último cambio del nomenclátor callejero. Quedó bien patente el bien que D. Emilio había hecho por Fuente de Piedra, sin embargo, de forma que aún no entendemos, su nombre fue sustituido por el de La Fuente. Sinceramente, aunque en este aspecto la subjetividad sea palpable, nos parece que se ha hecho una injusticia con D. Emilio. Pero estamos convencidos que las generaciones futuras, sin duda alguna más conocedoras de nuestro pasado, rescatarán el nombre del Médico Serrano, como era conocido D. Emilio y, como bienhechor del pueblo,  Médico Serrano volverá a ocupar de nuevo su lugar a la entrada de una de las calles de la población.

A pesar de las buenas intenciones de D. Emilio, la medicina, aunque iba avanzando a pasos agigantados, aún se cobraba muchas víctimas sin que se supiese exactamente que males les aquejaba. Así tenemos que el año de su toma de posesión entre Octubre y Diciembre, a los nueve meses moría un niño de tabardillo, otro de dos años de calenturas, además de otros dos, uno con un mes y otro de dos años y, de gangrena, un mayor de edad.75

Las condiciones en que venía desempeñando sus funciones D. Emilio Serrano eran insostenibles y ello le llevó a amenazar con presentar su dimisión en 1883,76 por fortuna para Fuente de Piedra fueron atendidas sus exigencias.

Y un año más tarde, las autoridades sanitarias tuvieron que intervenir por un nuevo brote de cólera que también salpicó a Fuente de Piedra.77 Y continuó dicho brote durante algunos años. Entre otras medidas adoptadas se prohibió  la entrada de ropa usada procedente de los pueblos que más sufrieron o seguían sufriendo la epidemia y, en consecuencia, el desembarco de dicha mercancía en cualquier estación férrea de la red.78

Por otra parte, aunque en años anteriores aparece un veterinario en la Junta Municipal de Sanidad, en 1886 ya no lo había,  al menos es lo que se desprende de la denuncia presentada ante el Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil en la que se hace constar que el puesto de caballerías del municipio carece de profesor veterinario, encargado de la asistencia facultativa del ganado.79 De inmediato se dieron instrucciones a la autoridad municipal para que cubrir el puesto.

Por otra parte, la prensa madrileña denunciaba la existencia en Fuente de Piedra de un foco infecto, consistente en una laguna cuyas miasmas al parecer habían alterado la salud pública en el término municipal hasta el extremo de que se habían contabilizado más de 80 casos de enfermedad, ante lo cual, extrañada la Sección de Sanidad de la provincia, exigía explicaciones al alcalde.80

Y el 18 de agosto de ese mismo año, no tardó la alcaldía en contestar haciendo constar su estrañeza ante el  eco suscitado por la prensa de Madrid, entendiendo que era debido a la declaración de algún vecino o residente resentido cuyo móvil se desconocía. Aclaraba que aunque efectivamente la mayor parte del terreno de la jurisdicción de pueblo, por sus zonas norte y poniente es pantanoso y en épocas no muy lejanas formaban parte de la Laguna a la que da nombre el pueblo, pero que por efecto de la roturación de los terrenos y la canalización de los mismos se han venido y viene saneando progresivamente, aunque sigue conservando su carácter de pantanoso, lo que hace que en años de mucha lluvia, en el estío la humedad persistente provoque algunas fiebres intermitentes, pero de carácter benigno y rara vez producen víctimas, y nunca se puede considerar de carácter epidémico.81

A su vez, viendo el cariz que tomaba la situación, Don Emilio Serrano Fernández, médico titular de la villa preparó un informe en el que daba una serie de instrucciones para evitar el paludismo como era el limpiar las zonas en las que las aguas llovedizas quedaban estancadas, ya que achacaba a ellas las fiebres intermitentes, y basaba su afirmación en que desde que se habían venido desecando dichas zonas, al mismo ritmo venía remitiendo la enfermedad en la población.82 El médico titular emitió su informe cubriéndose las espaldas.83 Por otra parte la Compañía de  Ferrocarril no puso objeción para reparar los canales, que el polvo y la suciedad iba ensuciando e impedía el libre acceso del agua, formando pequeñas lagunas estancas en terrenos inmediatos al trazado férreo, lo que propiciaba la propagación de epidemias.84 Con el mismo talante actuó la Compañía Agrícola y Salinera, limpiando el cauce del arroyo de Santillan y los canales inmediatos.85

También por estas fechas carecía de veterinario titulado el municipio y un tal José Villegas se ganaba la vida herrando caballos. Fue denunciado por intrusismo y la Subdelegación de Sanidad en Veterinaria de la provincia actuó enérgicamente contra el citado Villegas y obligó al Ayuntamiento a cubrir la plaza.86

En 1890, Fuente de Piedra seguía careciendo de veterinario, contando sólo con D. Emilio Serrano Fernández como profesor de medicina, cirugía y farmacia.87

Dos años más tarde se produce un brote de viruela que afecta a varios vecinos del municipio. La Junta Municipal de Sanidad y el Ayuntamiento adoptaron las medidas pertinentes para evitar la propagación del mal. Se vacunaron o revacunaron los vecinos, fueron aislados los afectados y quemadas sus ropas y desinfectadas y saneadas las habitaciones  de los enfermos. Entre otras medidas se prohibió que se lavasen las ropas de los afectados en los lavaderos públicos (o sea, a escasos metros del pilar de la fuente) para evitar cualquier tipo de contagio.88

Otra forma de combatir las epidemias, muy efectiva como más adelante comprobaremos, consistía en aprovechar la llamada Fiesta del Árbol,89 en que los colegiales sembraban los plantones que previamente había encargado el ayuntamiento.90 D. Emilio Serrano pedía que estos fueran de eucaliptus de la especie globulus o en su defecto la rostrata, que se plantaban junto a la laguneta del cerro del Palo para así combatir las fiebres palúdicas que periódicamente se repetían y que al parecer, entendía -con gran acierto-, que frenaban las epidemias. De este modo, en las primeras décadas del siglo XX año tras año, coincidiendo con el domingo de carnaval si el tiempo lo permitía, se sembraban hasta 500 plantones al año que la 5ª Division Hidrológico Forestal del Guadalquivir se encargaba de remitir en tiempo y forma.91 La Fiesta del Árbol era tratado con gran pompa, con la participación de los maestros de las escuelas, los alumnos y demás autoridades y personas influyentes del municipio, entre las que no faltaban las Señoras de la Conferencia de San Vicente. Los resultados no se hicieron esperar, tanto es  así que en 1914, el ayuntamiento hubo de librar una partida con cargo a imprevistos para limpiar de pasto y talar algunos de los eucaliptos y acacias que se habían sembrado años anteriores junto a la laguneta del Cerro del Palo y que tanto beneficio habían dado puesto que desde que se había desecado la laguneta y sembrado los plantones, las fiebres palúdicas desaparecieron por completo en Fuente de Piedra.92

De otra parte, el Gerente de la Empresa de los Ferrocarriles Andaluces contribuía anualmente con cierta cantidad para la desecación y canalización de la laguneta. En 1912 esta cantidad ascendió a 2.000 pesetas;93 la contribución de 1913 se redujo a 1.000 pesetas, las cuales, como apuntábamos más arriba fueron destinadas a sufragar en parte la desecación de la laguneta, que como ya hemos dicho en otra parte, desde que fue saneado el Prado y el agua de la “fuente de la piedra” circulaba con normalidad, se convirtió en chivo expiatorio, culpable de las epidemias que no cesaban año tras año.94

En 1906 el pueblo seguía sin veterinario y un tal Enrique Jiménez era denunciado por  intrusismo. ¿Por qué se daban estas circunstancias en un pueblo tan pequeño como Fuente de Piedra? Sencillamente porque no había veterinario, como tampoco había oficina de farmacia.

En 1907 el Boletín de la provincia instaba a la creación de una farmacia, aunque no sería hasta el año siguiente cuando entrase en funcionamiento, toda vez que no había presupuesto para ella asignado.95

En 1914, D. Emilio Serrano, como Inspector Municipal de Sanidad, manifestaba la necesidad de encargar vacuna de ternera del Instituto Selma de Zaragoza,96 que era vendida en condiciones muy ventajosas para destinarla a los niños de las familias pobres de beneficencia.97 Al propio tiempo instaba a la autoridad del momento a adquirir suficiente suero antidiftérico y desinfectantes para los citados niños que lo necesitasen.98

También en este año de 1914 se produce un hecho relevante que afecta a la sanidad pública: la construcción de un matadero municipal de reses. El hecho lo propició la mala situación económica por la que pasaba la clase jornalera como consecuencia de la sequía y mala cosecha, a lo que hubo que añadir ese año el no sembrar la remolacha.99 Por ello, para paliar en parte esta situación se propuso destinar las 1.500 ptas. asignadas a los festejos de septiembre a la construcción de dicho matadero.100 De inmediato se iniciaron las obras, que corrieron a cargo del maestro albañil don Francisco del Pozo Muñoz.101 La construcción se terminaba el 17 de marzo de 1915 y de inmediato se dio orden de limpiar y blanquear las dependencias para proceder a su uso. A partir de ese momento, las reses eran sacrificadas en este matadero bajo la estricta vigilancia del veterinario que diariamente pasaba al cabildo registro exacto del número de piezas sacrificadas, peso y procedencia, así como las incidencias que se pudieran producir.102 A tenor de lo anterior, dadas las características del pueblo en cuanto a número de habitantes, se nombraba Inspector de Higiene y Sanidad pecuaria a Don Juan  Jiménez López, profesor veterinario, que venía desempeñando el puesto de Inspector de Carnes y ahora lo hacía de forma oficial, con remuneración a cargo del presupuesto municipal.103

En la primavera de 1915, D. Emilio Serrano Fernández, médico titular de Fuente de Piedra, presentaba su dimisión al venir arrastrando desde años atrás una afección reumática, necesitada de ser atendida en Málaga.104 La corporación municipal hizo constar en dicha acta que veía con sentimiento dicha dimisión y que igualmente ocurriría con el vecindario cuando se enterase de la noticia al tratarse de un profesor de tan acreditado celo, pericia y abnegación no desmentidos en los casi treinta y nueve años en que desempeñó el cargo.

Y así fue, en efecto, el pueblo reconoció la labor prestada por D. Emilio y no tardó incluso en dedicarle una calle, que ha permanecido hasta hace pocos años.105

Un mes más tarde la corporación municipal acordaba nombrar médico titular interino a D. José Rodríguez Zambrana.106

Ese mismo año la corporación municipal y el médico titular, aprovechando una real Orden publicada meses antes,  solicitaban autorización para el establecimiento de un botiquín de urgencia107  ya que el municipio carecía de farmacia y tampoco ésta la había en un radio de 10 Km. La autorización llegó a vuelta de correos y sin pérdida de tiempo se mandó construir un estante y una mesa en la que ubicar los medicamentos.

Atendiendo a esa Real Orden publicada el 20 de junio 1915, para poner dicho botiquín en funcionamiento se dotó de los aparatos y medicamentos necesarios, los cuales fueron consensuados entre el farmacéutico que los surtió y D José Rodríguez Zambrana que, como responsable del equipo,108 bajo su estrecha vigilancia dispensaba a los más necesitados cuando las circunstancias y existencias en el momento lo permitían. Y de este modo, cada año se consignaba una cantidad del presupuesto municipal para sufragar esos medicamentos que, en principio, iban destinados a los necesitados, carentes de medios económicos con los que hacer frente.109

Si bien don Emilio Serrano había gozado de consideración y respeto por parte del vecindario y no hemos encontrado un solo caso en que su profesionalidad fuese puesta en entredicho, no ocurría lo mismo con su sucesor. Hay varias quejas recogidas en las actas capitulares que, de ser ciertos los testimonios, nos presentan a un médico deshumanizado que se sólo se movía por intereses económicos.110

Tras la salida del municipio del Médico Zambrana a principio de los años 60, en los 70 se le puso el nombre a la actual C/ La Iglesia, nominación polémica, no compartida por la población. En el siguiente cambio fue sustituida por su nombre actual: La Iglesia.

En los años sucesivos, los médicos que asistieron a la población, D. Rodolfo, D. José, etc., fueron todos dignos de encomio.

 

 

Fragmento de “Historia Temática Villafontense”

Capítulo.- SERVICIOS PÚBLICOS:

La Sanidad Pública

Francisco Muñoz Hidalgo

(Obra en composición)

 

 

 

 

     NOTAS

(1) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1840. Nª 1

(2) Ibídem Doc. Nº 34

(3) Ibídem. Año 1848. Doc. Nº 61

(4) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1848 Doc. Nº 91

(5) Por estos años, el entonces alcalde se enfrentó varias veces al Comandante del Resguardo de la Sal de La Laguna  intentando defender a los vecinos cuando eran sorprendidos con alguna carga de sal. Cuando el comandante los apresaba y dejaba en la Casa Panera, que era el edificio municipal que hacía la función de cárcel, a la caída de la tarde, cuando el alcalde regresaba de sus faenas del campo, les abría la puerta y los dejaba en libertad. Hasta que el comandante, que quería hacer un “trabajo limpio” denunció al alcalde. Había detenido en una redada a varios infractores, entre ellos a cuatro vecinos del pueblo acusados de asaltar La Laguna. Como en casos anteriores, el alcalde les abrió las puertas. Pero desde Málaga se le recordó su obligación, y se le instó procediese al arresto y diera inmediata cuenta de las diligencias practicadas.

(6) Ibídem. Año 1849 Doc. Nº 448  

(7) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1849 Doc. Nº 225 y 456.

(8) Ibídem Doc. 230/bis.

(9) Ibídem. Doc. Nº 230

(10) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1849. Doc. Nº 458

(11) A la sazón D. Pedro Meseguer.

(12) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1849 Doc. Nº 443, Véase sobre este asunto el tema titulado: Sobre Litigios y Sanciones.

(13) Ibídem Año 1850. Doc. Nº 21

(14) Ibídem Doc. Nº 202

(15) Ibídem Doc. Nº 135

(16) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1850 Doc. Nº 204

(17) Ibídem Doc. Nº 203

(18) Ibídem Año 1851 Doc. Nº 281

(19) Ibídem doc. Nº 251

(20)A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1851 Doc. Nº 276

(21) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1852 Doc. Nº 414, 428 y 464

(22) Véase el tema: Escuela

(23) La situación económica general era lamentable por estas fechas. Sobre el particular véase dicha situación en el tema: El Pósito  y Bandolerismo.

(24) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1853 Doc. Nº 169

(25) Ibídem Doc. Nº 47

 

 

(26) En estos momentos era el Cólera Morbo.

(27) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1854 Doc. Nº 211.

(28) Ibídem Doc. Nº 385.

(29) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1854 Doc. Nº 441.

(30) Ibídem doc. Nº 244.

(31) Hay un dicho popular que dice: Por cuartanas no doblan campanas”

(32) Ibídem Año 1857 Doc. Nº 82

(33) Ibídem Año 1859 Doc. Nº 287

(34) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1859 Doc. Nº 304

(35) El alguacil era D. Vicente Martínez.

(36) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1858 Doc. Nº 68

(37) Ibídem Doc. Nº 70

(38) Se llamaba D. José Díaz Moreno.

(39) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1860 Doc. Nº 87

(40) Ibídem año 1861 Doc. Nº 370

(41) Ibídem Año 1862 Doc. Nº 121

(42) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1862 Doc. Nº 110

(43) Ibídem Doc. Nº 140

(44) Ibídem Doc. Nº 32

(45) Ibídem Doc. Nº 26

(46) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1862, Doc. S/N

(47) Ibídem Año 1863 Doc. Nº 191

(48) Ibídem Doc. Nº 197

(40) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1867 Doc. Nº 278

(50) Ibídem  Año 1864 Doc. Nº164

(51) A-M.F.P. Doc. Sec. Año 1865 Doc. Nº 301

(52) Ibídem Doc. Nº 213

(53) Ibídem Doc. Nº 212

(54) Ibídem Doc. Nº 205

(55) Ibídem Año 1866 Doc. Nº 152

(56) Ibídem Doc. Nº 4 y Año 1867 Doc. Nº 348

(57) Ibídem Año 1868 Doc. Nº 203

(58) Ibídem Año 1869 Doc. Nº 474

(59) Ibídem Doc. Nº 602

(60) Ibídem Doc. Nº 598

(61) Ibídem Año 1870 Doc. Nº 81

(62) Ibídem Año 1872 Doc. Nº 335 y 336

(63) Evidentemente, si en el pueblo no había médico titular era lógico que alguien hiciese la función del mismo en casos de urgencia. De ahí que, una vez restablecida la situación, éstos continuasen ejerciendo.

(64) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1872 Doc. Nº 357

(65) Evidentemente, en una población pequeña como era Fuente de Piedra, la competencia, ilegal en este caso, repercutía negativamente en el médico titular que veía disminuidos sus ingresos.

(66) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1872 Doc. Nº 481

(67) Ibídem Doc. Nº 193

(68) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1872 Doc. Nº 184

(69 Ibídem Año 1875 Doc. Nº 534

(70) Ibídem Doc. Nº 245

(71) Ibídem Doc. Nº 246

(72) La actual C/ La Fuente llevó el nombre de Médico Serrano desde el cambio de nomenclatura del callejero durante la II República, respetándose hasta la última actualización de 1988.

(73) Sobre Emilio Serrano y el bandido Pernales consúltese los temas titulados: Emilio Serrano en Personajes con Historia y capítulo dedicado al Bandolerismo

(74) A,M.F.P. Doc. Sec. Año 1876 Doc. Nº 247.

(75) A,M.F.P. Doc. Sec. Año 1876 Doc.. Nº 229.

 

(76) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1883 Doc. Nº 427

(77) Ibídem Año 1884, Doc. Nº 526

(78) Ibídem Doc. Nº 120

(79) Ibídem Doc. Nº 4

(80) Ibídem Año 1886 Doc. Nº 17

(81) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1886. Legajo 4 Doc. Nº 229.

(82) Ibidem Año 1886 Leg. 4 Doc Nº 244

(83) Ibidem Año 1866 Doc. Nº 370.

(84) A.M.F.P. Doc. Sec. Año 1886. Doc. Nº. 18

(85) Ibidem Año 1886. Leg 4 Doc. Nº 233.

(86) Ibidem Año 1887 Doc. Nº 563 y 564

(87) Ibidem Añó 1890 Doc. Nº 181

(88) Ibídem Año 1892 Leg. 30 Doc. Nº 53

(89) Sobre esta fiesta consúltese en el bloque Fiestas el capítulo dedicado a La Fiesta del Árbol.

(90) A.M.F.P. Actas Capìtulares. Año 1912. Sesión del 30 de octubre.

(91) A.M.F.P. Actas Capitulares, Año 1913. Sesión del 12 de febrero.

(92) A.M.F.P. Acta Capitular de 23 de diciembre de 1914.

(93) A.M.F.P. Acta Capitular de 25 de septiembre de 1912

(94) A.M.F.P. Actas Capitulares, Año 1913. Sesión 19 de febrero.

(95) Libro de Actas de las Ses. Ord. y Extraord. 1906-1908. (Ses. 22/06/1907)

(96) Esta vacuna era muy acreditada a principios del siglo XX.

(97) Estas y otras acciones similares, ya tratadas también en el apartado dedicado a D. Emilio Serrano en el bloque titulado Personajes con Historia. fueron las que le valieron el reconocimiento del pueblo y lo que motivaría años más tarde que una de las calles del municipio llevara su nombre.

(98) A.M.F.P. AA.CC Año 1.914, fól. 79 vº.

(99) Durante el siglo XIX y buena parte del XX, uno de los cultivos más extendidos en Fuente de Piedra fue el de la remolacha, cuya labor necesitaba una  abundante mano de obra que beneficiaba a la población.

(100) A.M.F.P. Actas Capitulares de 26 agosto y 14 de octubre 1914. 

(101) El Matadero Municipal estaba ubicado en la actual calle Campillos, en el lugar conocido como La Doga.

(102) A.M.F.P. Acta Capitular de 17 de marzo de 1915

(103) A.M.F.P. Acta Capitular de 19 de enero de 1916

(104) A.M.F.P. Actas Capitulares de 21 y 28 de abril de 1915.

(105) Sobre este asunto puede verse los temas titulados: Personajes con Historia: D. Emilio Serrano Fernánde;, El Bandolerismo y, Las Calles.

(106) A.M.F.P. Acta Cap. de 26 de mayo de 1915.

(107) Ibídem. Acta Cap. de 8 de septiembre de 1915.

(108) El importe del mobiliario ascendió a 115 ptas. que fueron abonadas al carpintero D. José Torres Reina. El farmacéutico que facilitó los aparatos y medicamentos fue D. José Peláez Bermúdez, que cobró 103,30 ptas. además del transporte y embalaje. Conf. Act. Cap. 16 de febrero de 1916.

(109) El presupuesto asignado para el curso 1922-1923 fue de 476 ptas, distribuidas en dos partidas: una, la dotación destinada al titular (en este caso el médico Sr. Zambrana) que ascendía a 238 ptas. y otra cantidad igual, o sea, 238 ptas, asignadas al pago de los medicamentos. (Conf. A.M.F.P. sesión 15-09-1921)

(110) Al respecto, el Acta Capitular de 12 de noviembre de 1925 recoge lo siguiente: “En el acto de la sesión se presentó la vecina de esta localidad Dolores Rosado Corbacho, esposa de Juan García Gallardo,, denunciando que el médico titular D. José Rodríguez Zambrana, había estado visitando a un niño suyo enfermo cobrándole dos pesetas por cada visita y cinco por una inyección y cuando no le pudo seguir pagando porque es pobre de solemnidad y no tiene más que el jornal de su marido, dejó de visitar al enfermo y a otro hijo que enfermó a la vez, y para que volviera a visitarlo tuvo que buscar el dinero a cuenta del jornal de su marido. La Comisión por unanimidad acordó que, comprobado como está que el marido de la denunciante no tiene más medios de subsistencia que el jornal que gana en su oficio de campo, diga al médico que le tenga por incluida en la lista de beneficencia para la asistencia medico-farmacéutica gratuita, sin perjuicio de los recursos que le asistan y lo demás que proceda”. 

  

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