Ranos 54-55
Ranos 54-55

 

FUENTE DE PIEDRA

 

Edad Media

 

2

 

PERÍODO MUSULMÁN

711 – 1461

La historia no es la maestra de

la vida; nadie escarmienta

(Benjamín Jarnés)

 

 

A principios del siglo VIII otro pueblo irrumpe en la Península: los musulmanes. Tras la derrota infligida a D. Rodrigo, último rey godo, en solo tres años los nuevos invasores dominan prácticamente toda la Península.

 Un puñado de soldados, replegados en las montañas del Norte, hacen frente a esta invasión, iniciando así una nueva fase en la Historia de España: la lucha por la Reconquista.

Desde que se produce esta invasión (711) hasta 1462, año en que es ocupada la villa de Fuente la Piedra por los cristianos, muchas fueron las incidencias que tuvieron lugar.

El núcleo urbano prevaleció durante todo este período al Norte y Oeste del actual, en Los Castillejos y Los Villares.

En la década de los sesenta del pasado siglo XX se excavó el terreno de los citados lugares, quedando al descubierto algunas tumbas musul-manas. Junto a ellas se encontraban igualmente piezas de cerámica y algunas monedas que, en su momento, fueron trasladadas a una de las salas del antiguo edificio que fuera Colegio Nacional. Hoy desconocemos el paradero de estas piezas, al igual que los restos trasladados. Especialmente, es muy de lamentar la pérdida de estas acuñaciones que podría habernos marcado uno o varios hitos dentro de un período de dominación muy extenso, que en el término villafontense alcanza 750 años (711-1462)

Cómo se desarrolló la vida de la población y cuáles fueron sus actividades principales durante estos siglos es una cuestión que descono-cemos, si bien es presumible que el grueso de esta se dedicase íntegramente a las labores agrícolas. Sus técnicas de trabajo en este campo se han perpe-tuado hasta nosotros, en especial el sistema de riego en el que fueron grandes maestros.

Los primeros documentos escritos de este período surgen en el siglo XV, limitándose algunos de los datos encontrados con anterioridad a estas fechas a meras referencias geográficas que resumimos así:

En pleno siglo XII, Al-Idrisi relata la despoblación de Antequera y Archidona a consecuencia de las continuas luchas que tienen lugar tras la muerte de Almanzor. Para Torres Balbas esta noticia ha de interpretarse, no literalmente como se ha venido haciendo, es decir, yermas, sino poco pobladas.[1]

En 1329, Alfonso XI de Castilla declaró la guerra al reino de Granada. Alfonso IV de Aragón se le unió ese mismo año rompiendo la paz, anteriormente concertada ente Aragón y Granada, que mantenía la prórroga de 1326. El ejército cristiano partió de Córdoba, uno de los más importantes centros de operaciones militares en la frontera, y se dirigió hacia otra de sus plazas de abastecimiento: Écija. En ambas bases las tropas recibían sus vituallas, bastimentos y demás pertrechos de guerra. Continua-ron el viaje hacia Osuna para desembocar en la Depresión de Fuente de Piedra y a lo largo del camino se les fueron sumando las milicias conce-jiles, algunos nobles castellanos y quinientos freires de la Orden de Cristo que envió el rey de Portugal. Todos ellos se pusieron bajo las órdenes del rey castellano y, con el consejo de sus capitanes y hombres prácticos en la guerra de frontera, penetraron en dicha Depresión de Fuente de Piedra, a través del curso del río Yeguas, desde donde partieron para sitiar la gran fortaleza de Teba.

Hechos similares a este se producían asiduamente, pues las plazas conquistadas no tardaban en caer nuevamente en manos musulmanas. De hecho, los bastiones conquistados por Alfonso XI fueron de nuevo ocupados por los musulmanes tres años más tarde, excepción de Olvera y Ortegícar.

El motivo que originaba este contínuo movimiento de tropas por el término villafontense de debe a que la Depresión de Fuente de Piedra fue una de las tres vías por las que se hostigaba la frontera nazarí. En esta depresión confluían los contingentes castellanos que bajaban por Córdoba y Sevilla. Los de Córdoba llegaban a Écija y desde esta plaza, a lo largo del curso del río, penetraban por Estepa o Anzur, en la Depresión de Fuente de Piedra. Igualmente, las tropas que descendían por la ruta de Sevilla, llegaban a Carmona, se aprovisionaban en Osuna y siguiendo el curso del río Blanco, afluente de Genil por la izquierda, se unían en dicha depresión para entrar juntos por Archidona en las vegas de Loja y Granada.

Esta vía de acceso fue utilizada de forma constante en las algaras fronterizas de los granadinos y en las cabalgadas de los castellanos.

El Infante D. Fernando el de Antequera, cuyo sobrenombre le viene por haber reconquistado dicha ciudad en 1410, consigue con ello rescatar esa plaza que ocupaba una posición estratégica fundamental. Con anterio-ridad habían sido recuperadas Sevilla y Estepa, que ya engrosaban el territorio castellano. Fuente de Piedra, a pesar de encontrarse situada entre ambas, no sería ocupada por los cristianos en estas fechas. Su incorpo-ración al nuevo dominio se produciría medio siglo más tarde, poco antes de la caída de Archidona.

Durante dos siglos y medio, los últimos hasta su ocupación, el pueblo existente perteneció al Reino de Granada. Este reino da origen a la dinastía nazarita de Granada al replegarse en dicha ciudad Mohamed ben Naser Alhamar, tras la derrota infligida por Fernando III que le supuso la pérdida de Jaén, donde hasta entonces había sido reyezuelo.

La crisis por la sucesión de Castilla desde el reinado de Enrique IV, que agravaba los problemas intestinos del reino, impidió hostigar la frontera granadina. Ello prolongaría por espacio de unos años la Reconquista. El Reino de Granada pasaba igualmente por una etapa de crisis: las discordias nobiliarias entre Zegríes y Abencerrajes y, por otro lado, las disputas entre el propio sultán, su hermano y su hijo Boabdil, contribuyeron facilitando la acción de los cristianos, que culminaría el 2 de enero de 1492 con la Capitulación. Era el fin de la Reconquista tras casi ocho siglos de lucha.

Fuente de Piedra fue ocupada en 1462, tras la batalla de El Madroño, muy celebrada en su tiempo y cuyos hechos fueron recogidos por el Romancero Viejo. He aquí lo ocurrido. De los dos hijos que tenía Ismael, rey de Granada, Albohacem era altivo e inquieto, y queriendo demostrar su valor, reunió un ejército de 15.000 infantes y 2.500 jinetes, con los que intentó recuperar Antequera, que había sido reconquistada medio siglo atrás. Cuando llegó a los pies de la muralla, viendo que la plaza estaba muy bien fortificada y sus defensores prestos a defenderla hasta sus últimas consecuencias, desistió de su objetivo y puso rumbo a Estepa, fortaleza más fácil de atacar. En sus campos, aunque abandonados desde hacía muchos años, pastaba gran cantidad de ganado. Encontrando libre el camino, sin resistencia, Albohacem taló los campos, incendió las mieses que encontró a su paso, apresó todo el ganado que pudo y satisfecho con el botín y la aventura de su correría, saldada sin una sola baja, pues no encontró resistencia alguna, se dirigió a Sierra de Yeguas.

Informado de esta incursión, D. Rodrigo Ponce de León, hijo del Conde de Arcos y Señor de Marchena, acompañado de Luis de Pernía, a la sazón capitán de la guarnición que había en Osuna, corrieron en auxilio de los cristianos y al encuentro del ejército de Albohacem. Avistó D. Rodrigo a Albohacem y sus hombres cuando pasaban el río de las Yeguas y manifestándose el espíritu intrépido que lo caracterizó, Ponce de León ordenó a sus soldados que lo imitasen y sin perder un segundo se arrojó sobre los musulmanes desde el ribazo próximo desde el que los observo. La lucha fue sangrienta y durante largo tiempo la victoria permaneció indecisa, hasta que se decantó a favor de los cristianos, que terminaron poniendo en fuga al enemigo, que dejaba en el campo de batalla más de mil cuatrocientos hombres muertos y los cristianos ciento cincuenta infantes y treinta jinetes.

Tras la batalla, D. Rodrigo y los suyos se dirigieron al Lugar de  Fuente de la Piedra, que entonces era una pequeña alquería, la ocupó, desalojó a los musulmanes que allí vivían y pernoctó junto a la Fuente de la Piedra aquella noche, reponiéndose de la pérdida de sangre por la herida sufrida en el brazo.

A la mañana siguiente, cuando recogían los despojos, vieron una gran polvareda y pensaron que era el enemigo que volvía. Pero la nube de polvo era provocada por el ganado que, huido de sus guardas por el miedo provocado durante la batalla, siguiendo su instinto, volvía a sus dehesas y pastos acostumbrados.

En su Historia de Antequera, Cristóbal Fernández dice de la muy celebrada Batalla del Madroño:

«[…] en las ciudades y pueblos hicieron procesiones en acción de gracias y regocijos por el buen suceso. Quebrantada por esta manera la confederación y las paces, de una y otra parte se hicieron correrías. El nombre de Fuente-la-Piedra nos recuerda la virtud de las aguas que nacen en aquel sitio para curar las enfermedades del cálculo en la vejiga o en los riñones. Los romanos la conocieron y era conducida esta agua por todas partes, testificando su legitimidad la yerba saxifragia que pululaba y crecía a la orilla del manantial [...]»[2]

Ciertamente, la Batalla del Madroño tuvo su eco en el Romancero Viejo como apuntábamos más arriba. La batalla, muy celebrada en su tiempo, fue fuente de inspiración de un bello y anónimo romance, cantado en Fuente la Piedra y toda la comarca desde mediados del siglo XV. Romance que dice así:

ROMANCE: LA BATALLA DEL MADROÑO.

(Anónimo)

Aquese moro Albohacen,

rey de Ronda, aquesa villa,

de la casa de Granada,

con gran pujanza partía.

 

Para tierra de cristianos

lleva gran caballería;

dos mil y quinientos moros

de a caballo los traía;

 

diez mil llevada de a pie,

todos iban con gran grita.

Tendidas van sus banderas,

su añafiles tañían:

 

corren la villa de Estepa,

que nadie se lo impedía.

Cristianos muchos han muerto,

y a otros muchos los captiva:

 

llevaban muchos ganados,

para Ronda se volvía.

Llegó la nueva a Marchena,

del daño que el moro hacía,

 

aquese Rodrigo Ponce,

que de León se apellida;

hijo mayor es del conde,

que de Arcos se decía;

 

caballero es animoso,

de clara sangre y antigua.

Con esfuerzo muy crecido

junto su caballería.

 

Ciento eran de a caballo,

no más los que le seguían.

Por el rastro de los moros

sigue con gran valentía.

 

De Osuna salió el alcaide,

el buen Luis de Pernía,

con otros cien caballeros:

ambos van en compañía.

 

De la comarca les vienen

seiscientos de peonía,

y de caballos sesenta.

­Con qué gran placer habían!

 

Esfuérzalos don Rodrigo

y también Luis de Pernía:

-No temades, caballeros,

mostrad vuestra valentía;

 

aunque los moros son muchos

nadie muestre cobardía;

pelead como valientes,

que Dios nos ayudaría.

 

Todos pierden el temor

todos cobran osadía;

juntos van en seguimiento,

alcanzado los habían:

 

cabe el rio de las Yeguas

se comenzó la porfía.

Al lado del madroñal

sus banderas descogían.

 

Hirieron recio en los moros,

en ellas matanza hacían.

Arrancáronlos del campo,

pusiéronlos en huida:

 

quitanles la cabalgada,

que nada no se perdía.

Recógense los cristianos

con muy crecida alegría;

 

mil y cuatrocientos moros

eran los que muertos fincan,

sin otros que van captivos,

muchos en gran demasía.

 

Ciento son, y más noventa,

los cristianos que morían

en la Fuente de la Piedra

todos allí se acogían,

 

do partieron gran despojo,

que de moros conquerían.

Todos vuelven placenteros

por la victoria que habían,

 

alabando a Dios del cielo,

también a Sancta María,

que les dio tanta victoria

contra tan gran morería.

Sobre la batalla del Madroño es el padre Juan de Mariana el primero que de ella escribe y lo hace en su Historia General de España. A partir de ahí, otros historiadores se hacen eco de la noticia y la adornan a su antojo. Al paso del tiempo fue creciendo al recibir añadidos que son presentados en el estilo literario imperante en la época en que escribe el autor que aborda el tema. Para tener una visión más amplia hemos optado por transcribir en los Anexos del tomo IV de esta obra, el desarrollo de la batalla del Madroño, según salió de la pluma del padre Juan de Mariana, a finales del siglo XVI (Anexo 26) y la versión romántica que nos presenta Miguel Lafuente Alcántara en su Historia de Granada (Anexo 27).

Del resultado de la Batalla del Madroño y reconquista de Fuente de Piedra, en su obra Tiempos heroicos de la Antequera Cristiana, Fermín Requena, en tono emocionado, dice: «[sic] la caída de Fuente de Piedra y Archidona primero y más tarde la del Valle de Abdalajís, aleja la frontera granadina de la Ciudad de los Narváez [refiérese a Antequera], extendiéndose ésta al amparo de su nueva situación rompiendo la férrea cadena de sus heroicas murallas, asomándose riente a la verde planicie de su vega, percibiendo el canto legendario y caballeroso de su río».[3]

Aunque el pueblo no fue arrasado, según se desprende de la descripción del padre Mariana, el núcleo urbano termina arruinándose al haberse prohibido construir o habitar cualquier tipo de edificación. Prohibición que será levantada en 1547, año en que nace el pueblo actual. En consecuencia, la presencia musulmana en Fuente de Piedra fue de 750 años, (711 - 1462), siete siglos y medio.

 

Pero retrocedamos un poco en el tiempo para conocer algunos hechos que ocurrieron en la zona y que afectaron, a la población aquí asentada.

 

Antequera, Ronda y Archidona, al igual que otros núcleos urbanos, eran para los moros malagueños el escudo de sus comarcas: junto a la frontera levantaban sus inexpugnables bastiones de los cuales salían las huestes que atacaban a los audaces merodeadores que se atrevían a traspasarla. Normalmente, como táctica militar, la zona conquistada era talada totalmente. La tónica seguida durante la Reconquista consistía en arrasar el territorio recuperando para evitar una afrenta posterior por parte de sus antiguos moradores. Tampoco se efectuaba un nuevo avance hasta haber poblado el territorio recién conquistado. Es por ello por lo que la «reconquista» duró casi ocho siglos, pues fue más bien una repoblación que una mera lucha armada.

 

Verdad es que otras veces la tropa aplacaba su ira devastando los campos en respuesta a alguna afrenta anterior. Esto fue lo que ocurrió con la expedición que hicieron los malagueños en represalia por los destrozos que los cristianos les hicieron en 1338, provocando una nueva respuesta. Tanto es así que ese año, en Sevilla se reunieron el rey Alfonso XI, sus hijos, entre ellos el Infante D. Pedro, el arzobispo hispalense, los maestres de las órdenes militares y las mesnadas de varios concejos, que tomaron la resolución de devastar las tierras de Ronda, Archidona y Antequera. Una vez pasada la frontera, el ejército cristiano asoló la comarca antequerana «[…] talando las viñas, destrozando las huertas, quemando los sembrados y arruinando las alquerías: desde Antequera envió D. Alonso un cuerpo de tropas para que algarease […]».[4] En este sentido, es decir, asolando la comarca de Antequera y, por ende, la alquería de Fuente la Piedra, puesto que «[…] estuvo cerca de la villa tres días, talando los panes, e las viñas e las huertas”.[5]

 

A esta destrucción se añade la Peste Negra de 1348, que afectó enormemente a toda la comarca y cuyo alcance desconocemos dada la carencia de datos.

Desde el punto de vista musulmán, las tierras del actual término municipal se encontraban entre las que gozaron de mayor prestigio. Para el escritor y político Ibn-al-Jatib,[6] buen conocedor de la zona y La Laguna,  pues era natural de Loja, lo manifiesta al decir «[...]  y así no había tierra que la superase en los dones de la agricultura, como tampoco en la muchedumbre de la sal».[7]

Fuente la Piedra se encuentra en zona de frontera, teatro de algaras y talas continuas. Pero esta línea es muy permeable y a través de ella se filtran en uno y otro sentido todo género de influencias.[8]

Pocos restos contamos de este período, excepción de algunas monedas, fragmentos cerámicos y topónimos como: Rábita, Mezquita o Mezquitilla; en la parte meridional de La Laguna. Topónimos que aún perduran.

En el siglo XV, el rey Juan II de Castilla donó las salinas de La Laguna a los antequeranos,[9] de forma que el Ayuntamiento, disponiendo de toda la sal, después de abastecer al vecindario, vendía la que le sobraba, lo que le suponía unos pingües beneficios. Importantes ingresos que hubo de pelear en múltiples ocasiones, pues se llegó a decir que era nociva para la salud, intentando desacreditarla, ya que era muy feroz la competencia que hubo con las salinas de Loja y como tendremos oportunidad de comprobar más adelante, no fueron pocos los intentos que se hicieron para desaguarla. Tanto en el descrédito de la sal como los intentos de desecarla, salió el Ayuntamiento antequerano al paso, consiguiendo demostrar no solo que no era nociva para la salud, sino muy indicada para ello, superando en calidad a las salinas cercanas y en cuanto a los varios intentos por desaguarla, «[…] se opuso el Ayuntamiento, que al fin triunfó de todas las acechanzas. Por Real Cédula de Felipe V fueron incorporadas a la Corona junto con otros bienes que no eran de particulares”. [10]

No hemos de olvidar que la pequeña población existente en Fuente la Piedra, aunque netamente musulmana, por su situación geográfica quedó aislada del reino nazarita en este tiempo, a la par que Antequera imponía su hegemonía en la comarca. Es por ello que fueron los antequeranos y no los villafontenses los que se beneficiaron de la sal de La Laguna.

En 1462 era reconquistado el lugar y durante más de tres cuartos de siglo estuvo vigente la prohibición de construir o habitarlo. La Fuente de la Piedra musulmana desaparecía a la par que lo hacía la Edad Media. Pero sus bondadosas aguas harían imprescindible la construcción de una aldea en 1547, que nacerá también con una nueva Edad: la Edad Moderna[11] y ampliándose continuadamente se verá perpetuada en el tiempo hasta nuestros días, consolidando el municipio que hoy conocemos como FUENTE DE PIEDRA.

 

 

[1] ALIJO HIDALGO, F.: Antequera y su tierra. Málaga: Arguval, 1983, p. 11.

 

[2] FERNÁNDEZ, C. Historia de Antequera desde su fundación hasta el año de 1800. Málaga: Imp. del Comercio, 1842. pp. 220-222

[3] REQUENA, F. Tiempos heroicos de la Antequera Cristiana. Antequera: Gráficas San Rafael, 1962.

[4] GUILLEN ROBLES, F.   Historia de Málaga y su provincia. Málaga: Imp. de Rubio y Cano, 1874,  p. 276

[5] CERDÁ Y RICO, F. Crónica de Alfonso el Onceno XI. Madrid: Imp. Antonio de Sancha, 1787, p 363.

[6] Ibn al-Jatib nació en Loja en 1313. Fue poeta, escritor, historiador, filósofo y político, Es a él quien enunció por primera vez la noción de contagio y recomendó aislar a los enfermos y destruir sus sábanas, pues vivió la Peste Negra de 1348.

[7] ALIJO HIDALGO, F. Op. Cit., p. 12.

[8] E incluso de simpatías, dando lugar a la maurofilia, de la que queda constancia en la zona en la historia de El Abencerraje  (Novela y Romancero).

[9] Juan II de Castilla gobernó entre 1406 y 1454, habiéndolo hecho durante su minoridad su tío el Infante don Fernando el de Antequera. Esto confirma que los vecinos que se beneficiaron de la sal no fueron los villafontenses, sino los antequeranos, pues la pequeña alquería de Fuente la Piedra estaba ocupada por población musulmana

[10] VAZQUEZ OTERO, D. Los Pueblos Malagueños. Aunque cita a Felipe IV debe tratarse de un error de impresión o del autor, ya que La Laguna pasó a la Corona con Felipe V.

[11] La Edad Moderna y Contemporánea es tratada de forma cronotemática dada la complejidad y extensión de algunos temas.

 

 

Fragmento de Historia Temática Villafontense

Capítulo.- EDAD MEDIA:

Período Musulmán

Francisco Muñoz Hidalgo

(Obra en composición)

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