Ranos 54-55
Ranos 54-55

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FUENTE DE PIEDRA

 

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LA GANADERÍA 

y su importancia en el pasado

Siglos atrás, la cabaña que pastaba en el actual solar villafontense fue muy apreciada, pues poseía una característica muy especial que la hacía única, trascendiendo su fama los límites comarcales, y por tanto, codiciada dentro y fuera del municipio. Veamos cuáles fueron esas circunstancias y los motivos que provocaron esa singularidad.

El interior del vaso de La Laguna Salada de Fuente de Piedra, así como amplias zonas del terreno que la circunda, están dotadas de una matriz salina que conlleva, en el caso del vaso lagunar, que en verano, por efecto de la evaporación, la sal presente una costra blanca que, como diría el inglés Dudas Murray:

«[sic] … por efecto del sol, brilla como si estuviese cubierto de diamantes».  

A su vez, en los terrenos próximos la sal se transmite a las plantas que crecen en ella como la Puccinellia distans, Puccinella fasciculata, Spergularia media, etc., que terminan formando un denso y verde tapiz durante gran parte del año, convirtiéndose en un apetecible pasto para el ganado. Consecuencia de ello, la carne del ganado que allí se alimentaba adquiría esa peculiaridad que la hacía destacar en su género y ser preferida a la procedente de otros lares.

Esa cualidad ya era conocida por los romanos. Al respecto, el poeta Virgilio decía: «[sic] … Et salis occultum referunt in lacte saporem», que viene a decir algo así como que las sales ocultas reportan el sabor a la leche. Y lo mismo le ocurre a la carne de la cabaña que allí pastaba, que alcanzaba esa cualidad tan singular que la hacía muy preciada. Sobre esto, el doctor D. Pedro Gómez de Bedoya y Paredes que visitó el pueblo en la primera mitad del siglo XVIII, en su Historia universal de las fuentes minerales de España,[1] dice:

«[sic]  …  respecto de  dicha laguna,  y es,  que el terreno está poseído de una matriz salina,  que es bastante para el efecto, y lo comprueba, en que gustadas las cañas de Trigo, y demás Mieses que se crían allí cercanas, se perciben muy saladas, y que los ganados, que pastan en sus inmediaciones, tienen la carne más sabrosa, y de mejor gusto».

En esa línea, un siglo más tarde, el presbítero antequerano Cristóbal Fernández, en su Historia de Antequera hasta 1800,[2] apuntaba sobre estos pastos lo siguiente:

«Los arrogantes y briosos caballos que se alimentan con los pastos saludables de este terreno son envidiados por todas partes, las piaras de ganados vacuno y lanar son innumera­bles […]»

Efectivamente, la cabaña caprina, ovina, bovina, porcina y equina había sido muy numerosa en el solar villafontense. Pero, como hemos apuntado en temas anteriores, el rompimiento de baldíos y tierras comunales, que durante siglos se fueron poniendo en cultivo, llevó aparejado la disminución del área de pasto y, en consecuencia, la disminución de la diversa cabaña ganadera, que mengua al ritmo que aumenta el terreno puesto en explotación.

Tanto es así que, a mediados del siglo XIX, concretamente en 1848, los datos que facilita una estadística municipal nos descubre la realidad del momento. En el citado documento se hace saber que:  

«La cabaña está compuesta por unas 300 cabras, unas 500 ovejas y unos 100 cerdos, estando los pastos muy ajustados para alimentar dicho ganado».[3]

Concluyendo, aquella dehesa antequerana de mediados del siglo XVI, fue cambiando paulatinamente de aspecto. La tierra se empezó a cultivar, los pastos empezaron a escasear y aquella abundante cabaña, tan apreciada por el sabor de su carne, fue disminuyendo a la par que aumentaba la roturación de nuevas tierras, de forma que, de aquella valiosa y apreciada ganadería, hoy, sólo nos queda su recuerdo.

 

 

Fragmento de Historia Temática Villafontense

Capítulo.- LA GANADERÍA

Francisco Muñoz Hidalgo

(Obra en composición)

 

 

[1] GÓMEZ DE BEDOYA Y PAREDES, P. Historia Universal de las Fuentes Minerales de España Madrid: Imp. Ignacio Aguayo, 1764.

[2] FERNÁNDEZ, C. Historia de Antequera desde su fundación hasta el año de 1800. Málaga: Imp. del Comercio, 1842.

[3] AMFP. Doc. de Sec. Año 1848, doc. N.º 4.

 

 

 

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